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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.54 no.131 Bogotá Aug. 2006

 

Carlos Másmela. (2005). Hölderlin. La tragedia. Buenos Aires: Ediciones del Signo. 222 p.

 

HöLDERLIN: TRAGEDY

 

María del Rosario Acosta

Universidad Nacional de Colombia, E-mail: mracosta@cable.net.co


Estudiar a un autor como Friedrich Hölderlin, en cuya obra se entrelazan tan estrechamente la mirada poética y la filosófica, no es en absoluto tarea fácil. Si sus escritos filosóficos utilizan un lenguaje metafórico que hace difícil una comprensión definitiva, sus poemas y obras dramáticas revelan una intención y un trasfondo filosóficos que no pueden pasar desapercibidos en cualquier intento de análisis estético o literario. El caso de sus textos sobre la tragedia es, además, un caso especial dentro del conjunto de su obra, pues allí no sólo se ve al poeta luchando contra el lenguaje y preguntándose por la naturaleza de su vocación, sino que lo trágico mismo presenta, tanto en su concepción, como en su puesta en escena, una visión y una comprensión particulares del hombre, del mundo y de la historia, cuya exposición es clave para extraer una propuesta concreta de la obra de Hölderlin, y para entender el desarrollo que sufrirá su pensamiento a lo largo de sus años productivos, anteriores a la locura (más o menos entre 1795 y 1805). Tal es precisamente la tarea que se propone enfrentar el libro de Carlos Másmela, profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, publicado en Argentina en el 2005 dentro de la Colección Nombre Propio, de Ediciones del Signo. Como él mismo lo describe en su introducción, el propósito específico de su estudio "consiste en elaborar, con base en la reconstrucción reflexiva de los textos sobre la tragedia, una interpretación del giro hespérico en Hölderlin" (16), giro que, como ha sido presentado durante la introducción, representa un "nuevo dominio" propuesto por el poeta como "superación" de la oposición de lo antiguo y lo moderno; una visión de un "nuevo mundo" en el que se logra entre ambas tendencias una "armoniosa contraposición". Uno de los méritos del libro es, pues, este esfuerzo por leer la producción poética y las reflexiones sobre la misma a la luz de una propuesta filosófica concreta que Hölderlin habría intentado "pensar" y llevar a cabo a través de su poesía. Este trabajo, por lo demás, tiene ya una tradición respetable. Comenzó a principios del siglo pasado con autores como Cassirer y Dilthey, quienes fueron los primeros que insistieron en estudiar a Hölderlin como pensador, y no exclusivamente como poeta; siguió con los estudios de Heidegger, que plantean una alternativa de interpretación de la propuesta poética de Hölderlin cuya tradición se extiende hasta nuestros días (Alleman y Dastur, citados por Másmela, son dos autores que pueden enmarcarse en esta línea de interpretación), y fue reforzada en la segunda mitad del siglo XX por los estudios serios de autores como Dieter Henrich, a quien no sólo hay que agradecer haber rescatado uno de los textos filosóficos más valiosos de Hölderlin, Juicio y ser (apenas mencionado por Másmela), sino que ello lo llevó a considerar las propuestas de Hölderlin como determinantes en el desarrollo del idealismo alemán. Se cuenta además, ya en español, gracias sobre todo a los esfuerzos de las editoriales Hiperión, Pre-textos y Visor, con una serie de estudios sobre el pensamiento de Hölderlin –habría que destacar el de Helena Cortés Gabaudán, y los trabajos de Félix Duque y Julián Marrades– y con la traducción de gran parte de su obra, incluyendo sus ensayos filosóficos, y una edición de su correspondencia completa. El trabajo de Másmela se suma a estos estudios en español como algo novedoso, aunque éste no sea el caso necesariamente, si se tiene en cuenta la bibliografía general sobre el tema. Sin embargo, cae con ello a la vez en un problema común, tanto en los estudios filosóficos como literarios de la obra de Hölderlin, que no deja de ser grave a la hora de evaluar el libro en su totalidad. El lenguaje de Hölderlin en sus ensayos es muy complicado, y la comprensión de cualquiera de sus textos requiere, en cualquier caso, de un conocimiento mucho más amplio de la obra del poeta y de los desarrollos que sufrió su pensamiento. La labor de un autor que se propone dilucidar y rastrear una propuesta en los textos filosóficos de Hölderlin, y destacar con ello su relevancia, debe ser, pues, en primer lugar, la de aclarar los conceptos utilizados por el poeta, ya sea a través del contexto tanto filosófico como histórico de los mismos, ya sea a través de una "traducción" de los conceptos a un lenguaje filosófico más accesible (con todos los riesgos que esto representa), para poder con ello, en segunda instancia, presentarlos dentro del conjunto total de la obra. Muchas de las nociones utilizadas por Hölderlin adquieren sentido dentro del contexto del pensamiento alemán del s. XVIII –esto lo muestra muy bien un estudio como el de Cortés Gabaudán, por ejemplo, para mencionar sólo lo escrito en español– y, más específicamente, a partir tanto de las lecturas que se realizaban en la Universidad de Tubinga, donde llevó a cabo sus estudios de teología, así como de las discusiones que desde entonces sostuvo con sus dos compañeros y amigos de estudios, Schelling y Hegel. Todo esto no sólo no es mencionado ni trabajado por Másmela en el libro, sino que ni siquiera es tenido en cuenta a la hora de hacer el análisis de los textos sobre la tragedia. Se presupone de entrada en el lector una comprensión del lenguaje de Hölderlin, y sólo en muy pocos casos se dan explicaciones adicionales; y se cae inclusive en la tendencia, aún más desconcertante, de imitar formalmente el estilo –bastante enrevesado– del poeta. De este modo, la lectura del texto se hace muy difícil, incluso para alguien conocedor del tema, y cualquier otro tipo de lector queda desde el principio absolutamente excluido. La ausencia de una contextualización histórica, además, hace aún más difícil, si no imposible, la comprensión del sentido mismo de las preguntas del poeta y de la preocupación que se halla detrás del proyecto que se pretende rescatar. Considero, en todo caso, que la intuición de la que parte el libro de Másmela es acertada: a través de las reflexiones sobre la tragedia, de sus múltiples intentos de escritura (Másmela se refiere a los ensayos redactados por Hölderlin durante la escritura del Empédocles), y del desarrollo que dichas reflexiones sufrirán gracias al encuentro definitivo con Sófocles (Antígona y Edipo, de las que Hölderlin ofrecerá una traducción, bastante controvertida en la época), se configuran en el poeta nuevas formas de pensamiento y una nueva mirada del presente. La tragedia, además, y en esto estoy de acuerdo con el autor, es el concepto utilizado por Hölderlin para enfrentarse, tanto a la nostalgia por lo griego, como a la situación de exilio creada por la modernidad. Este es el camino que, antes de Hölderlin, había empezado Schelling –quien sería el primero en formular algo así como una "filosofía especulativa de la tragedia"–, y había seguido también, paralelamente a las reflexiones del poeta, el joven Hegel. En su puesta en escena y en su conceptualización, la tragedia representará para todos estos autores una alternativa para comprender la situación real moderna frente a la griega, y, según se la interprete, promulgará una "superación" de la modernidad o una "nueva valoración" de sus posibilidades. Ambas lecturas, sin embargo, son muy distintas. Y si la propuesta de Másmela se inclina más por la primera, parte de la bibliografía más reciente sobre el tema –que se ha dedicado a rescatar sobre todo los últimos escritos sobre lo trágico y el sentido de las traducciones de las obras de Sófocles (Taminiaux, Courtine, Nancy, Lacoue-Labarthe)– muestra cómo la segunda es la que hace precisamente tan interesante y tan distinta la propuesta de Hölderlin. Para Másmela, el proceso que sufre el pensamiento de Hölderlin lo conducirá a salirse definitivamente de la dicotomía antiguo-moderno, gracias a la formulación de una nueva categoría, lo hespérico, que parece representar la superación, a la vez que una especie de reconciliación de las dos anteriores. Másmela destaca el hecho de que la mayoría de los intérpretes ha entendido el concepto de lo hespérico, en los textos de Hölderlin, como la imagen utilizada por el poeta para presentar su visión del mundo moderno. Hay ciertos matices, destaca acertadamente el autor, que diferencian a lo hespérico de la descripción que hace Hölderlin de la modernidad. Lo hespérico rescata también lo antiguo, pero logra ponerlo en un presente que no logra reconciliarse del todo con lo unitario. Por ello se habla, en palabras del mismo Hölderlin, de una "armonía disarmónica", aunque Másmela insiste más en la "armoniosa contraposición". Esto es utilizado por él como argumento para proponer que lo hespérico ya no es el mundo moderno, sino un nuevo mundo, un proyecto de futuro en el que se supera la época moderna, y se llega a una especie de "tercer estadio" o estadio final del proceso. Aunque se trata de una interpretación interesante, en cuanto que intenta extraer de los textos mismos sobre lo trágico la manera como Hölderlin entendió su propia época y algunas de las preguntas que lo obsesionaron (su responsabilidad como poeta-profeta, su comprensión de la historia y de los problemas de la modernidad, su noción de temporalidad), creo que se queda corta en el análisis, y que corre el peligro de terminar interpretando a Hölderlin a la luz de un proyecto teleológico y de una filosofía de la historia que no corresponden del todo con la mirada del poeta, sobre todo en sus últimos textos sobre lo trágico. Hölderlin no intentará llevar a término una superación definitiva de la modernidad. A lo largo de sus reflexiones se lleva a cabo un proceso en el que la nostalgia se irá transformando en una lectura profunda y comprensiva de la condición moderna, ya no en un sentido estrictamente negativo, sino valorada de manera positiva: esto, creo yo, y más allá de la propuesta de Másmela, es lo hespérico. En efecto, aquella nostalgia inicialmente concentrada en el mundo griego y en la unidad que éste representa, aquella que traía consigo una propuesta concentrada en una recuperación de la Antigüedad, en la instauración nuevamente de una unidad (el hen kai pan tan popular en las discusiones panteístas de finales del siglo XVIII en Alemania), se transformará en una comprensión profunda de la naturaleza propia de la modernidad, y de las posibilidades (distintas, pero valiosas) que esta última trae consigo. El anhelo de unidad se reformula entonces en una propuesta distinta: ya no es el hen kai pan, sino el heracliteano en diapheron eautoi, el "uno en sí mismo diferenciado", el que regirá la propuesta de Hölderlin. No es la armonía de las diferencias, la reconciliación de las dualidades, sino la armonía en la diferencia: el "ilimitado hacerse uno" que "se purifica en la ilimitada escisión", como lo describirá el poeta en sus apuntes sobre Edipo. Lo hespérico no es, pues, la superación de la modernidad, sino una nueva comprensión de la misma. No es la reconciliación con lo griego, sino el entender que el presente debe buscar sus propias posibilidades de resolución. Es la valoración de una época en la que se vive en la diferencia, en el abismo; una época en la que sólo en la más infinita distancia se revela lo divino, en la que la única salida es la aceptación de la finitud. Es ese quedarse a gusto en aquella penumbra de la que ya habla Hölderlin en una de sus versiones previas del Hiperión. Esta segunda interpretación de lo hespérico parece incluso sugerida por el mismo Másmela en algunos de los pasajes de su análisis. Pero queda claro que lo que pretende el autor no es rescatar en el pensamiento de Hölderlin esta aceptación y comprensión profundas de la condición moderna (de la "genuina tragedia moderna", como le escribirá Hölderlin a Böhlendorf en la famosa carta de diciembre de 1801), sino destacar una interpretación que rescate, bajo las reflexiones sobre la tragedia, una propuesta de superación de la modernidad en una "nueva época" y un "nuevo mundo" que debe transformarse en un eterno presente: "Hölderlin no busca en la tragedia un retorno al presente de los dioses griegos, ni imitar su forma de vida, sino la presentificación de Zeus como hespérico […] distingue no sólo el tiempo de los dioses griegos del de los hespéricos, sino también el tiempo sin dioses. éste no es otro que el tiempo sin destino, en que el hombre se afirma a sí mismo como subjetividad" (206). Tal vez, a la larga, todo es cuestión de matices. Tal vez la propuesta de Másmela no sea tan distinta de la que otros autores han intentado defender recientemente. Lo hespérico en Másmela podría terminar siendo, en todo caso, una comprensión nueva de la modernidad, que en su "novedad" es destacada por el autor como un "nuevo mundo", en lugar de ser descrita como una comprensión novedosa y distinta de lo mismo que antes se valoraba negativamente. Lo cierto es que ése no parece ser el énfasis del autor, y que al final no queda claro, al menos no del todo, la pertinencia del análisis realizado. Quizás un lenguaje más sencillo (menos hölderliniano), y una contextualización histórica básica, habrían aclarado en qué sentido y con qué propósito la reflexión sobre lo trágico en Hölderlin lo hace un autor interesante para nosotros hoy.

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