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Estudios de Filosofía

Print version ISSN 0121-3628

Estud.filos  no.46 Medellín July/Dec. 2012

 

RESEÑA

 

Vargas Guillén, Germán. Fenomenología, formación y mundo de la vida. Problemas teóricos y metodológicos de la fenomenología. Saarbrücken: Editorial Académica Española, 2012; 136 p.

 

 

Juan Carlos Aguirre García*

* Universidad del Cauca jcaguirre@unicauca.edu.co

 


 

 

El profesor Germán Vargas Guillén ha entregado a la comunidad filosófica su más reciente publicación titulada: Fenomenología, formación y mundo de la vida. Problemas teóricos y metodológicos de la fenomenología. El libro se compone de tres partes, cada una compuesta por ensayos denominados por el autor ''Estudios''.

La primer a parte se titula: ''Fenomenología de la fenomenología'', cuestión presente desde los orígenes mismos de la fenomenología y preocupación constante de su fundador. En esta parte se abordan tres estudios muy diversos, cuyo eje es el interés por contribuir, sin pretensión de sistematicidad, a una meta-fenomenología. En el primer estudio, el autor se aproxima a una de las preguntas más vitales de la fenomenología, esto es, si existe o no un método fenomenológico. Luego de aclarar las dificultades históricas, epistemológicas y metodológicas (estas últimas llamadas por el autor ''procedimentales'') para atreverse a responder a esta pregunta, Vargas Guillén llega a la tesis de su estudio: ''la fenomenología, que esencialmente es método, tiene principios, pero no procedimientos'' (p. 14). De una manera clara, difícil de encontrar en la mayoría de los textos fenomenológicos, y respaldado en didácticos esquemas, el autor se dedica a explicar cada uno de los ''postulados o principios metodológicos de la fenomenología'', cerrando el estudio con unas polémicas sugerencias

En el segundo estudio, titulado ''Las fenomenologías'', el profesor Vargas Guillén se trenza en un debate con el profesor Harry Reeder en torno al sentido en el que el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein utilizó el término ''fenomenología''. En este estudio se defienden dos argumentos: 1) que la expresión fenomenología no puede ser considerada como propiedad exclusiva de los herederos de Husserl; 2) que ''fenomenología'' en Wittgenstein alcanza un sentido particular que desemboca en la fenomenología lingüística de Austin. Para respaldar su primer argumento, Vargas Guillén recurre al supuesto de que el fenomenologizar es ''una actividad intelectual humana, cotidiana, que lleva a que los sujetos 'describan' sus experiencias, puedan hacerse entender de los otros, puedan entender lo que los otros refieren con sus palabras o con sus imágenes o con sus gestos'' (p. 29). El segundo argumento es defendido recurriendo, como marco de referencia, al §1 de las Observaciones filosóficas de Wittgenstein, aunque no se restringe a tal parágrafo, sino que se involucra un buen número de referencias a otros trabajos del filósofo. A partir de esto, Vargas Guillén se dedica a desentrañar el sentido que en el austríaco tiene la expresión: ''la fenomenología es la gramática'', concluyendo que ''la fenomenología de Wittgenstein se puede entender como una descripción idealiter y, por ello mismo, de lo que debe acontecer en el ámbito no de la comprensión de los fenómenos del mundo, sino en el del fenómeno de la comprensión del mundo'' (pp. 30-31). De manera sucinta, el autor reconstruye las nociones de descripción y fenómeno, presentes en la obra de Wittgenstein, las cuales le sirven para aproximarse a tientas al segundo argumento postulado. Si bien en este segundo estudio se notan trazos argumentativos aún por precisar y, de igual manera, el debate con Reeder no está zanjado, el estudio da cuenta de un intento por aproximar corrientes de pensamiento que hasta hace muy poco parecían inconmensurables.

La primera parte concluye con el estudio ''Fenomenología y hermenéutica del texto'', dedicado completamente a la obra del fenomenólogo francés Paul Ricoeur, en especial, a lo que el filósofo toma como ''texto''. Cabe anotar que, si bien la propuesta de Ricoeur puede leerse desde diversas perspectivas, Vargas Guillén recurre a la fenomenológica como hilo conductor de su lectura, es decir, la consideración sobre el texto se hace a partir de la ''estructura intencional'', la cual es extendida gradualmente tanto a ''la estructura intencional del discurso'' (p. 36), como a la ''estructura intencional del sentido'' (p. 39), la ''estructura intencional de la lectura'' (p. 40) y la ''estructura intencional de la interpretación'' (p. 43). El tránsito por cada una de las estructuras, permitió a Vargas Guillén demostrar cuidadosamente cómo el proyecto de Ricoeur permite ''superar'' la ''oposición antinómica y presentar la articulación que haría complementarios el análisis estructural y la hermenéutica'' (p. 45). Sin embargo, en este estudio se percibe mucho más que lo que esta exposición evidencia: se trasluce una alternativa a la clásica dicotomía explicación-comprensión; incluso, se deja ver una salida más radical que el propio ''arco hermenéutico'' propuesto por Ricoeur.

La segunda parte está compuesta por un único estudio titulado: ''Formación y mundo de la vida''. Este escrito tiene como tesis, según las palabras del autor, que el sujeto al formarse se forma a sí mismo y forma la cultura. En el estudio se hallan dos aspectos claramente diferenciados: la tematización del mundo de la vida como ''terreno universal de creencias'' y como ''horizonte de los horizontes''; y una extensa consideración acerca de la psicología fenomenológica. La defensa que se hace de la mencionada tesis se solapa a lo largo del tratamiento dado por el autor, haciéndose un tanto difuso el discurrir de los argumentos y dando la impresión de que el objeto central del estudio no es otro sino dar cuenta de las consideraciones husserlianas acerca de la psicología fenomenológica. Sin embargo, como un plan de lectura, el autor condensa unas conclusiones que, vistas en retrospectiva, dotan de sentido las reflexiones y hacen que un lector atento encaje las piezas del rompecabezas.

La tercera y última parte está compuesta por tres estudios agrupados bajo el acertado título: ''Nuestro mundo de la vida''. Digo acertado, pues en ellos se confrontan situaciones cotidianas que son ilustradas desde nuestra literatura latinoamericana, nuestras realidades sociales o nuestras vivencias más frecuentes. El primer estudio, ''El tiempo en El hombre muerto'', enmarca dos cuestiones profundamente pertinentes para la reflexión filosófica: por un lado, la consideración del tiempo desde nuestro Latinoamericano mundo de la vida, y el tránsito de la ''barbarie a la civilización''. Para este fin, el autor establece un escenario dialógico entre la fenomenología de Husserl y Heidegger y una línea de marxismopsicoanálisis. Por el otro lado, aunque a modo de ''Colofón'', el autor enuncia una conjetura acerca de la primacía de la constitución subjetiva: ¿la constitución subjetiva es un asunto de temporalidad, como ya lo planteara Husserl, o será más bien el habla quien constituye la identidad? Parece que el autor respalda esta segunda opción al sostener que ''una vez entra el sujeto en el habla deviene necesariamente el tiempo'' (p. 97). Se deja entrever en este estudio un sentimiento de agotamiento de la fenomenología en ciertos asuntos prácticos de nuestra realidad o, mejor, la necesidad de ampliar los márgenes conceptuales para una mejor interpretación de los fenómenos que nos circundan.

El segundo estudio de esta tercera parte, en consonancia con lo que se ha dado en llamar el giro teológico de la fenomenología francesa, plantea, a partir de la obra de Jean-Luc Marion, el asunto de la subversión de lo visible por lo invisible; por su parte, el último estudio da cuenta, de un modo preciso, de los modos de cómo llevar a la práctica la propuesta del enfoque fenomenológico como análisis reflexivo lanzada hace aproximadamente una década por el profesor norteamericano Lester Embree. De manera rigurosa, el profesor Vargas Guillén realiza un análisis reflexivo del dolor, concluyendo, entre otras ideas, que ''el dolor del otro es experimentado en la posición de la subjetividad, como tal y en cuanto tal'' (p. 124).

El libro termina con un homenaje al fenomenólogo colombiano Daniel Herrera Restrepo, leído de manera sentida, con la voz entrecortada, en la que ha sido la última participación del Maestro en un acto académico. Fui afortunado de ser testigo del acto de agradecimiento que desbordó todo formalismo y, entre silencios que refrenaban las lágrimas, ver cómo un alumno ahora maestro, homenajeaba al maestro de una generación de prolíficos fenomenólogos; del mismo modo, ver al maestro homenajeado recibir con aparente tranquilidad y con profunda humildad las voces que brotaban del corazón de uno de sus más queridos hijos espirituales

Este libro es, entonces, un aliciente para la discusión académica, un seguro texto de referencia tanto para quienes quieren iniciarse en la fenomenología, como para los que quieren ver modos de articular la fenomenología con la tradición filosófica ajena a la fenomenología, o con los asuntos concretos que reclaman un ver fenomenológico.