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Alpha (Osorno)

On-line version ISSN 0718-2201

Alpha  no.22 Osorno July 2006

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012006000100018 

 

ALPHA Nº 22 Julio 2006

RESEÑAS

Teresa GONZÁLEZ ARCE. 2005.
El aprendizaje de la mirada. La experiencia literaria en la obra de Antonio Muñoz Molina. Guadalajara: Universidad de Guadalajara. 425 pp.

Gerardo Cham
Universidad de Guadalajara
Departamento de Estudios deLenguas Indígenas
México

 

Dirección para Correspondencia


Este es un libro que por derecho propio obtendrá un lugar importante dentro del amplio universo de la crítica literaria, pues entra a formar parte de los referentes obligados para acercarse al arte narrativo de uno de los novelistas españoles contemporáneos más destacados. Pero, como todo estudio inteligente, el libro de Teresa González va más allá de su propia circunspección explícita, pues, además del análisis hermenéutico en torno a las cuatro primeras novelas de Muñoz Molina, el lector se encontrará ante un tratado muy fino que disecciona los nervios del género policiaco desde una dimensión teórica interdisciplinaria, que genera vasos comunicantes entre filosofía, hermenéutica, retórica, psicoanálisis e historia, entre otras disciplinas.

El aprendizaje de la mirada puede ser leído como un tratado exhaustivo de autor y de género al mismo tiempo. En ciertos momentos, las cuatro novelas de Muñoz Molina se nos presentan como ciudades donde transita una gran cantidad de dispositivos propios de la novela policial: estrategias dilatorias, composición de héroes solitarios, personajes amnésicos, atormentados por su pasado, estructuras temporales asimétricas, desenmascaramientos, referencias cinematográficas, juegos hipotéticos, elucubraciones, hallazgos. Todo ello en la ruta interior de un autor observado siempre como un ajedrecista que, en vez de alfiles y peones, mueve piezas míticas de su propio pasado. De este modo Teresa González propone un trabajo de reflexión exhaustiva que, por un lado abarca la contextualización personal e histórica de Muñoz Molina como escritor, mientras que, por otro lado, la autora nos invita a reflexionar sobre los distintos niveles técnicos, retóricos y simbólicos implicados en la novela policial.

En este “aprendizaje de la mirada”, el lector encontrará numerosas reflexiones sobre los vínculos ocultos entre la temporalidad histórica y el carácter ficticio de la memoria. Se trata de saber cómo se han articulado en cuatro novelas, distintos discursos de tipo metaficcional, a partir de estrategias propias del género policial, como son la pesquisa, la reflexión explícita, el desdoblamiento de los personajes y la famosa técnica de puesta en abismo. He disfrutado la manera tan inteligente de poner sobre la mesa todos esos mecanismos narrativos que, en ocasiones, es difícil observar con claridad en las novelas policiacas. Por ejemplo, en Beatus Ille Teresa González percibe el hecho de que Jacinto Solana acostumbraba escribir su diario frente al espejo, como un desdoblamiento crucial desde el punto de vista hermenéutico. Por un lado, esa maniobra le permite al personaje concebirse como un demiurgo que abandona su rostro común, con el fin de transformarse en poeta. Pero, también, se trata de una coartada que le permitía ocultar las huellas de un crimen. Falsa óptica transformada en estrategia simbólica de presencia/ausencia capaz de reproducirse hasta el infinito.

Otra de las aportaciones más relevantes encuentro en este estudio consiste en la gran cantidad de reflexiones elaboradas con mucha lucidez, en torno a la dialéctica especular entre relato, personajes y autor. ¿Cuáles son las relaciones miméticas que unen a los personajes con los sucesos interiores de cada novela? ¿De qué manera interviene el autor desde múltiples instancias productoras y cómo hace para revelar aquello que finge ocultar? Afortunadamente, Teresa González no ha intentado responder de manera factual. Creo que ha hecho algo mucho más interesante. Nos permite acceder a los sistemas diagramáticos propios de las paradojas narrativas, las cuales derivan a cada instante en nuevas interrogantes como las que se plantean en la página 56: “¿Quién se esconde tras la figura del narrador? ¿Qué verdad puede encontrarse tras la realidad visible del texto de ficción? ¿De qué rostro el espejo de la escritura nos revela los rasgos?”

Teresa González interroga la escritura de ficción como práctica hermenéutica deconstructora del pasado. Al mismo tiempo, nos interroga como lectores-intérpretes y constructores de sentido, incluyéndonos de manera activa en los llamados “secretos de la narración policiaca”. Después de todo, los lectores, igual que los personajes de Muñoz Molina también podemos ver sin ser vistos por los demás. Podemos leer un texto policiaco igual que un espía, filtrando nuestras propias historias sin revelar nunca nuestro verdadero nombre. Podemos traspasar umbrales y colocarnos en niveles temporales anteriores o posteriores a los sucesos referidos. Podemos privilegiar nuestra perspectiva, a fin de observar y escuchar de manera subrepticia sólo aquello que nos conviene. Podemos, también, colocarnos en el vértice de otras miradas. Podemos inquirir, refutar, solapar, obviar. Podemos desprendernos de nuestra identidad y transformarnos en testigos omniscientes de objetos, cuya cifra es un enigma que debe resolverse. Estos juegos de mediación y descubrimiento se inscriben circularmente en el mismo artificio de la creación literaria pues, en efecto, para Teresa González creación y recepción de una obra literaria son constituyentes de un mismo problema hermenéutico, entendido, en sus propias palabras, como un “proceso mediante el cual el hombre trata de reanudar lazos con una tradición que ya no le es familiar”. (94).

Este sentido de ruptura dentro de la tradición, cobra especial importancia en la obra de Muñoz Molina, ya que el proceso hermenéutico —desde el cual se han concebido las cuatro novelas analizadas— nos confronta, como lectores, con una alteridad que al mismo tiempo es ajena y familiar, tal y como ocurre también entre el detective y su objeto de búsqueda. El otro es entonces el objeto mítico por alcanzar. Se trata de la conciencia desplazada que incesantemente lucha por resolver uno de los problemas más oscuros y delirantes que todo ser humano debe afrontar. Me refiero a la comprensión del otro y de lo otro. Este dilema existencial es recuperado por Teresa González, a través de los valores simbólicos del espejo en la obra de Muñoz Molina, recordándonos que —más allá de las mitificaciones concebidas desde las tradiciones místicas, filosóficas y literarias— el espejo no cesa de remitirnos al eterno conflicto entre el yo que se constituye de una manera conflictiva, sólo a partir de la imagen reflejada en el otro. Efectivamente, el espejo extiende, amplifica, ensancha nuestra percepción visual, pero también perpetúa engaños y simulacros. Al mismo tiempo, Teresa González observa que los artificios de la simbología especular, también atañen al lenguaje en sí mismo. Ya decía Gottlob Frege, precursor de la filosofía analítica, que una estructura verbal en un enunciado puede ser tomada como imagen del pensamiento. Es vastísimo el reduccionismo epistemológico que ha querido ver en el lenguaje un isomorfismo especular entre mundo y pensamiento.

Pero, El aprendizaje de la mirada va mucho más allá de las tramas especulares. En distintas partes del libro se abordan problemas por demás complejos, desde el punto de vista hermenéutico. Por ejemplo, los conflictos que surgen ante las obsesiones de la memoria, entendida como pulsión de recuerdos que fluyen incontroladamente. La construcción mítica del “héroe moderno”, transformado en ídolo y en ícono. El cúmulo de fuerzas inconscientes que manipulan la experiencia para convertirla en ficción. Los múltiples artilugios que el novelista desarrolla al construir sus propias conexiones entre sueños y realidad. El problema de la construcción metafórica, los desvíos estilísticos, la causalidad argumentativa. Los vínculos posibles entre lo visible y lo invisible. En fin, problemas planteados, aquí, como enigmas heurísticos encaminados a suscitar en el lector esa experiencia singular de quien se adentra en el conocimiento de un novelista, tal y como ocurre en los viajes iniciáticos, donde la revelación de indicios y de ciertos elementos, en apariencia insignificantes, terminan por convertirse en piezas fundamentales para comprender el fantástico mundo enigmático y fragmentario de Antonio Muñoz Molina.


Correspondencia a:

Juan de Mena 279. Arcos Vallarta, Guadalajara
Jalisco, México, C.P. 45070
gcham535@yahoo.com.mx

 

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