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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.54 no.131 Bogotá Aug. 2006

 

La liberté humaine devant le mal de Adelino Braz. En: Praxis Filosófica, Universidad del Valle, Cali No. 21, julio-diciembre 2005: 63-78.

 

HUMAN FREEDOM BEFORE EVIL

 

Jorge Aurelio Díaz

Universidad Nacional de Colombia, E-mail: jadiaz9@cable.net.co


El artículo expone en forma muy clara y condensada las doctrinas de Spinoza, Leibniz y Kant con respecto al mal, y comienza distinguiendo con gran acierto entre malum y pravum, es decir, entre mal y perversión, para dejar en claro que el problema se encuentra en realidad en esta última: ¿cómo es posible que la voluntad humana escoja el mal en lugar del bien? Se queda sin embargo corto en cuanto al examen de la crítica spinocista al libre albedrío, al no descubrir en la posición kantiana el supuesto tácito, y no probado, de la existencia del pecado, en el sentido de una voluntad capaz de obrar al margen de los dictados de la razón. Con el subtítulo "el mal como valor", Braz examina la doctrina de Spinoza, y cómo ésta viene a reducir el mal a lo dañino, a lo que causa perjuicio a alguien. Y de allí surge la primera pregunta: "A partir de esa argumentación que muestra que el mal no se halla inscrito en ninguna esencia ¿cómo es posible definir lo que es propiamente malo?" (67). Ahora bien, si cada ser busca conservarse mediante su conatus, cabe así mismo preguntar:

¿cómo sostener que el autor de un tal acto es responsable de un mal, si por una parte se halla determinado por su conatus a conservar su relación, y si, por la otra, el mal no tiene ser alguno? […] ¿Cómo, en este orden de ideas, acusar al sujeto de maldad, o, dicho de otro modo, considerarlo como causa activa, animada por una intención dañina, con el propósito de que pueda responder por sus actos? (67-68).

Luego, bajo la caracterización de "limitación y existencia", nos presenta, en forma sucinta y clara, la doctrina de Leibniz con su fuerte determinismo; y de nuevo surge la cuestión del mal moral: "En estas condiciones –escribe–, sólo una reflexión que llegue a mostrar que la libertad reside igualmente en una elección por el mal, hace al hombre plenamente responsable, porque, lejos de ser una privación, el mal sería un principio afirmativo del carácter que cada uno elige para sí" (73). Y esto lo lleva a considerar la doctrina kantiana, bajo el subtítulo muy significativo de "la elección por el mal", ya que, a los ojos del autor, es Kant quien parece tener la clave para resolver el problema. Sólo que, como sucede con los textos kantianos, parece que allí el asunto, en lugar de esclarecerse, termina por enmarañarse hasta lo increíble, con conceptos tan extraños, y muy kantianos, como el de elección libre: "elección intemporal que no puede ser deducida de algún acto primero del libre arbitrio realizado en el tiempo" (76). A mí siempre me ha parecido que tal definición tiene un extraño parentesco con la doctrina de la pre-determinación defendida por Calvino: desde la eternidad se han decidido nuestros pecados y nuestra condenación. El artículo, en una muestra también muy kantiana de honradez intelectual, termina confesando la imposibilidad de resolver el enigma:

¿cómo una libertad que en su pura noción es una determinación de la voluntad por la razón, puede hacerse responsable de un mal? Si resulta posible reconocer allí una manifestación de la libertad, la razón profunda de la elección sigue siendo inconocible para el hombre, porque esa elección intemporal no es un objeto de la experiencia: el mal sigue siendo un enigma en el uso que hace de la libertad (78).

¿Y qué tal que el famoso enigma en realidad no existiera? ¿O, peor aún, que no pudiera existir? Estaríamos entonces no sólo tratando de resolver un problema ficticio, sino de racionalizar lo irrazonable. Y ésta es precisamente la propuesta de Spinoza, que nuestro autor no ha sabido descifrar. Porque, si partimos de la premisa no demostrada de que existe el "pecado", de que existe la "elección por el mal", tendremos que confesar, como lo hace Braz, que nos hallamos ante un enigma insoluble. Pero el término mismo de "elegir el mal" es, como lo mostró Spinoza hasta la saciedad, una contradictio in adjecto, como decían los escolásticos, una contradicción flagrante. Se trataría de una voluntad que elige lo inelegible, que desea lo indeseable. Ahora bien, si creemos, como parece creerlo Braz siguiendo a Kant, que sin este concepto contradictorio no habría manera de salvar la responsabilidad personal, estaremos condenados al enigma. Porque la acción "buena" es perfectamente comprensible, ya que en ella la voluntad sigue y es movida por el bien que le presenta el entendimiento. Pero no así la acción "mala". Sólo que en esta última la voluntad en realidad no actúa, sino que se halla sometida a una fuerza extraña. No se trata de una actio, sino de una passio. Lo que no tiene por qué descartar la responsabilidad, si ésta la colocamos, no en la voluntad "malvada" como tal, sino en el ejercicio reflexivo: quien obra de manera dañina para los demás, o para sí mismo, debe ser llevado a reflexionar, y, en caso de que ello no pueda ser logrado, deberá ser segregado de la sociedad para que no cause daño a los demás. Esto, sin embargo, implicaría profundizar un poco más en la doctrina de Spinoza, lo que no corresponde a este comentario, y renunciar a la búsqueda obsesiva de culpables, lo que no es tarea fácil.

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