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Alpha (Osorno)

On-line version ISSN 0718-2201

Alpha  no.29 Osorno Dec. 2009

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012009002900003 

ALPHA N° 29 Diciembre 2009 (23-40)                               
ISSN 0716-4254

ARTÍCULOS

 

TENSIONES ENTRE LITERATURA, CIENCIA, EXPERIENCIA E HISTORIA EN UN INTELECTUAL DE LA SATTELZEIT HISPANOAMERICANA: LOS PREFACIOS EN LA PROSA CIENTÍFICA DE JUAN IGNACIO MOLINA1

Tensions between literature, science, experience and history in an intellectual of the Sattelzeit in Spanish America: the prefaces in the scientific prose of Juan Ignacio Molina

 

Adolfo de Nordenflycht B. *

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso * Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje Av. Brasil 2950, Valparaíso (Chile). adnorden@ucv.cl


Resumen

Este estudio se propone una revisión de los prefacios de las principales obras de Juan Ignacio Molina (el Compendio anónimo de 1776, el Saggio de 1782 traducido al español como Compendio en 1788 y el Saggio de 1810) a fin de evidenciar cómo ciertos aspectos literarios de su prosa científica -en particular, los problemas del género (ensayo, compendio) la escritura de "historias naturales", el significado del narrar y el sentido de la experiencia del sujeto- ilustran las tensiones inherentes durante el proceso del cambio semántico del concepto de "ciencia" en el marco de la Sattelzeit hispanoamericana.

Palabras clave: Historias naturales, Juan Ignacio Molina, ciencia y experiencia, Sattelzeit en Hispanoamérica.


Abstract

A study which propounds a review of the prefaces of Juan Ignacio Molina's principal works (the anonymous Compendio 1116, the Saggio 1782, translated into Spanish like Compendio in 1788 and the Saggio 1810) in order to demonstrate how certain literary aspects of his scientific prose -in particular, gender issues (essay, compendium), the writing of "Natural History", the meaning of the narrative and the sense of the subject's experience- ¡Ilustrate the tensions inherent in the process of semantic change of the concept of "science" in the frame of the Sattelzeit in Spanish América.

Key words: Natural history, Juan Ignacio Molina, science and experience, Sattelzeit in Spanish America.


INTRODUCCIÓN

Para muchos estudiosos de la historia de las ciencias en Hispanoamérica el abate Juan Ignacio Molina (Huaraculén 1740-Bolonia 1829) sería el primer científico chileno, aunque cronológicamente no es el primero en realizar descripciones sobre la naturaleza y los organismos vivientes de Chile, puesto que ya a fines del siglo XVII se las puede encontrar en autores como Alonso de Ovalle o Diego de Rosales, entre otros. No obstante, como enfatiza Saldivia (en línea) es Molina el primer autor que da cuenta de los exponentes endógenos de la flora y fauna chilenas, aplicando el rigor y la metodología científica. Su taxonomía se basa en las nociones teóricas de los naturalistas Feuillé y Frezier y en la nomenclatura binaria de Linneo. Para ejecutar dicha sistematización utiliza los criterios metodológicos imperantes en la comunidad científica del siglo XVIII, vinculados a los principios teórico-filosóficos de la Ilustración y el Racionalismo. Imbuido de este marco epistémico, logra presentar a la comunidad estudiosa europea un amplio espectro del cuerpo físico de Chile.

En este sentido, Molina es el precursor de los estudios científicos, debiéndose a él las primeras propuestas sistemáticas (fundadas en teorías y taxonomías modernas) referentes a la descripción de la geografía, la mineralogía, fauna, flora, el clima y los hombres del país. Entregó a la comunidad ilustrada de su tiempo lo que constituye una visión científica de la naturaleza chilena que se canalizó a través de una prosa científica en la que predomina la modalidad ensayística y que se cristaliza en Compendio della storia geográfica, naturale et civile del regno de Chile (1776) (texto de autoría discutida, pues se publicó como anónimo) Saggio sulla storia naturale del Chile (1782), Saggio sulla storia civile del Chili (1787).2 La bibliografía científica de Molina se completa con Saggio sulla storia naturale del Chili, edición definitiva de 1810, y Memorie di Storia Naturale de 1821, recopilación de ensayos entre los que se encuentra el polémico Analogía meno obsérvate dei tre regni della Natura, de 1815.

Nos interesa revisar ciertos aspectos de la escritura científica de Molina que la sitúan -y tal vez sea esa la contingencia de los precursores- como testimonio de las tensiones y transformaciones que se despliegan entre los años 1750 y 1850 y configuran la Sattelzeit que, a partir del reconocimiento de R. Koselleck3, para la historia de los países europeos, se ha sostenido igualmente, aunque con énfasis diferentes, respecto de la América Latina. En efecto, Zermeño Padilla (en línea) ha propuesto que el eje de esta "época a caballo" correspondería a los años de las independencias de las naciones iberoamericanas y, más que a los intelectuales, el cambio en los conceptos "proviene principalmente de eventos políticos y sociales más que intelectuales". No obstante, ya se refiera a Europa o Hispanoamérica, se trata de un tiempo en el cual se gesta la disolución del Viejo Mundo y el surgimiento de la modernidad, en cuyo ámbito se revisan los cambios que afectaron a los conceptos debido a las nuevas condiciones de la sociedad que desde la segunda mitad del siglo XVIII habrían abierto el camino hacia la esfera conceptual de la contemporaneidad.

DIMENSIÓN LITERARIA DE LA PROSA CIENTÍFICA DIECIOCHESCA: LAS "HISTORIAS NATURALES"

En esta época umbral del siglo XVIII corresponde situar la obra de Molina reconociendo, en primer lugar, que su trabajo se incluye -al momento de su producción- en el espacio de la Literatura y ello no porque haya sido en su primera juventud un cultor de la poesía en versos latinos y haber conservado siempre, como lo señala Hanisch (en línea) esa impronta literaria

La cultura literaria de Molina es un patrimonio que conserva toda la vida. Es lo clásico algo inmarcesible, que no abandona al que lo ha gustado. Molina lo conserva, aunque su cultivo lo hizo con lenguaje neoclásico, pero por su atenta evolución de las escuelas literarias, si hubiera continuado el amable cultivo de las musas al fin habría sido un prerromántico, aún en la grata envoltura latina de sus versos.

Sabido es que el concepto dieciochesco de literatura es el más globalizador que se conoce y comprendía la totalidad de las producciones textuales altamente elaboradas (esto es, conforme al arte de transmitir, que para los enciclopedistas se concreta en el conocimiento de las ciencias del instrumento del discurso, la gramática y la retórica en tanto ciencia de las cualidades del discurso) ya se tratara de textos artísticos, técnicos, científicos y, en general, de todos los ámbitos del saber. De hecho las palabras iniciales de D'Alembert (en línea) en el Discurso preliminar de la Enciclopedia aluden a esta comunidad de los saberes como "letras": "La Enciclopedia que presentamos al público es, como su título indica, obra de una sociedad de hombres de letras" y, más adelante -al referirse al árbol del conocimiento que tiene por modelo el de Bacon, pero modificado- añadirá: "la forma del árbol enciclopédico dependerá del punto de vista donde nos coloquemos para contemplar el universo literario". A modo de ejemplo, en el ámbito ilustrado hispánico recordemos que Jorge Juan, el marino y científico quien -junto a Antonio Ulloa participó en la expedición franco-española destinada a la medición de los meridianos en el Ecuador- reunía, en torno a 1755, a los ilustrados gaditanos para discutir cuestiones de matemáticas, geografía, física, higiene e historia en una institución que tenía por nombre Asamblea Amistosa Literaria de Cádiz. Pero más cerca de Molina, otro abate, Juan Andrés -también jesuíta expulso- publicaba en Parma una gigantesca obra en 7 volúmenes con el ambicioso título de Dell 'Origine, progressi e stato attuale d'ogni letteratura (Stamperia Reale 1782-1798). En su "Prefacio", Juan Andrés advierte sobre lo complejo de la distribución de la materia de su cometido y señala que el tomo tercero de este estudio tratará sólo de las Ciencias Naturales, describiendo filosóficamente los progresos de cada una de ellas en todas sus partes (1995:465-468).4

Si bien la Compañía de Jesús tiene una larga tradición de saber escolástico y de conocimiento aristotélico, no es menos cierto que el interés científico y humanístico tuvo un desarrollo destacado en el régimen educativo de la Ratio Studiorum que ya en 1599, como lo señalan Millones y Ledesma "autorizaba a los profesores de filosofía a adaptar o desviarse del modelo inicial dominado por el neoaristotelismo" permitiendo "que la Compañía adoptara una posición flexible para desarrollar las áreas del conocimiento que le interesaban", lo cual les permitió "aceptar otras formas válidas de indagación de una realidad que se había hecho cada vez más compleja" (9-10) particularmente en quienes desempeñaban funciones misioneras y se enfrentaban con una realidad que excedía a la contemplada por Aristóteles. No es extraño, entonces, que muchos de sus miembros figuren con justicia como antecedentes de la prosa científica de finales del siglo XVIII en América Latina. Un proceso que se realizó no sin esfuerzo y cautela, puesto que el pensamiento oficial de la Compañía seguía siendo neoaristotélico y escolástico. Hanisch (en línea) reconoce que en la época de Molina se separan las ciencias de la naturaleza de la filosofía y esta última se laiciza a partir de los postulados de la filosofía natural que va a conformar un humanismo racionalista que parece ser, parcialmente al menos, aceptado por los espíritus más avanzados en la Compañía. No obstante, en este aspecto Molina "es muy discreto en la crítica, al escribir sus libros", aunque "el gusto de la ciencia moderna con el arribo de libros franceses, comienza también a esparcir algunos rayos de su luz, y la predicación así como también la filosofía van poco a poco reformándose". De aquí que Hanisch concluya que "las causas del descontento de Molina se estrellaban contra una oposición mucho más fuerte, que eran las directivas de la Compañía de Jesús en sus ordenaciones de estudio contrarias a la llamada filosofía moderna". Por otra parte, esta prosa científica que empieza a desarrollarse en Hispanoamérica también se vio beneficiada por el incremento de expediciones científicas fomentadas por razones políticas, en momentos que la corona española se ve en la necesidad de refrenar la presión que ejercían Holanda e Inglaterra sobre las colonias de ultramar. A través de dichas expediciones, se buscaba mejorar la cartografía, hallar nuevos yacimientos minerales, catalogar plantas medicinales y aprovechar los recursos naturales de las colonias en América, articulando así la utilidad práctica económica y política con la estimación ilustrada de la actividad científica.

En general, la prosa científica dieciochesca en la que se inscriben las Historias Naturales adhiere al modelo provisto por la Enciclopedia que, derivándola de la facultad de la memoria -una de las tres grandes ramas del entendimiento- la constituirá en tanto historia, que son hechos, y entre los que se encuentran los de la Naturaleza. La historia es la que proporciona los elementos para la reflexión filosófica-científica que se orienta a buscar las causas y origen de los hechos aportados por la experiencia y la memoria.

La historia natural es un género "literario" afianzado desde la antigüedad clásica y Plinio el Viejo (23-79 d.C.) siguiendo el afán enciclopédico y moralizante (historia magistra vita) de Catón y Varrón, provee un modelo que funda su narrativa en al menos dos criterios: el primero corresponde a la soberanía incontestable del criterio de autoridad y no de la observación directa o la información de testigos oculares. De ahí que se proponga compilar todo el saber erudito de la época en lo tocante a la naturaleza; el otro criterio que se impone en este historiador es la vinculación de las criaturas descritas con el hombre, su relación y su utilidad respecto a él. En consideración al primer criterio se colige que en su proceder no hay método científico, sino acumulativo, con un afán crítico muy escaso. Más que un naturalista Molina fue un ávido lector, lo cual con el despuntar del espíritu científico en el siglo de las luces, le pasó la cuenta, pues la revisión dieciochesca de su obra fue lapidaria en tacharlo de irracional, charlatán y acientífico. Es cierto que Molina dejó de ser referencia indiscutible, aunque el segundo criterio que tutela su historia natural bien puede percibirse recuperado y remozado en la filosofía práctica de la Enciclopedia y en el progresismo de la modernidad ilustrada, como también ya la asociaba, aunque distinguiéndola con la ciencia de la física, como lo reconoce el citado "Prefacio" de Juan Andrés

La Historia Natural y la Eclesiástica sin duda pertenecen a la Historia, ¿Pero cómo se ha de separar aquélla de la Física y ésta de la Teología? Últimamente bien podrá usar de la división de Verulamio el que haya de examinar la genealogía de las ciencias, pero no el que desee escribir su historia (Andrés, en línea).

Todo ello, sin contar con el fenómeno singular que se produce en el Nuevo Mundo y la variante, o desarrollo, del modelo pliniano de historia natural que deberá incorporar necesariamente en sus narrativas, la formulación de comparaciones con el Viejo Mundo y reflexiones tentativas capaces de integrar tanta novedad de elementos y, sobre todo, combinaciones originales de elementos. De estas historias naturales del Nuevo Mundo, el arquetipo será la del jesuíta José de Acosta (1590) cuyo ejemplo suscitó un modelo reiterado de descripción del mundo americano. Si bien la distinción expresa entre historia natural y moral se dictamina en las Ordenanzas para la formación del libro de las descripciones de Indias decretadas por Felipe II en 1573 -que dan lugar al famoso cuestionario de 50 preguntas del año 1577, obra de López de Velasco-5 a Acosta se debería el esquema discursivo que articula unitariamente la historia natural y la moral (aunque el antecedente puede estar en el aludido segundo criterio de Plinio) y que en Molina, hombre del XVIII, ya es natural y civil. No obstante, y al margen del acierto integrador de Acosta, que es reconocible parcialmente en la prosa científica de Molina -a pesar de la distribución un tanto rigurosa de su materia- ella también hereda y transfigura el talante literario del modelo, como se manifiesta en las estrategias del descriptor "científico", no ya de un Mundo Nuevo (término que escasamente emplea Molina) desbordante de exóticas mirabilias, sino de un

Paese non meno beneficato de la Natura, che trascurato dagli Scritori, si conserva finora quasi del tutto incógnito alie persone, che si dilettano dello studio de la geografía, e della Storia Naturale (1776:3).6

LOS PREFACIOS DE LAS "HISTORIAS NATURALES" DE MOLINA

La tradición de los textos liminares en el discurso histórico, que se remonta a Heródoto y Tucídides, ha establecido que en la "instancia prefacial" se considere normalmente la manifestación de la intención, la justificación del texto y la exposición del método, tópicos a los que Tito Livio -a quien según Genette (2001:140) se debe el término praefatio- incorpora el comentario en primera persona que caracteriza al prefacio moderno.7

Aceptando la clasificación de los destinadores prefaciales desarrollada por Genette (151-165) los prefacios del Compendio de 1776, del Saggio de 1782 (traducido en 1788) y el Saggio de 1810, constituyen prefacios originales autógrafos, si bien los de los "ensayos" son auténticos y el del Compendio, por su condición autorial anónima, se trataría de un autógrafo apócrifo, en la medida que su atribución no puede confirmarse por otra persona real contemporánea y los índices paratextuales. Sabidas son las circunstancias en que la traducción alemana hizo pensar que el autor fuera Gómez de Vidaurre y no Molina (Stuardo 2007:107). No voy a discutir aquí este asunto, sin embargo, creo que el propio prefacio del Saggio de 1782, al reconocer la relevancia del Compendio entre las relaciones más destacadas sobre Chile8 (entre las que no nombra la Historia Natural y Civil de Felipe Gómez de Vidaurre, que sí conocía Molina, al menos en manuscrito) del cual el Saggio de 1782 se reclama ser "un riggualglio (balance, informe) piú disteso e piú circostanziato" un balance (informe) más extenso y más circunstanciado (7) ya orienta hacia el reconocimiento autorial que la crítica le atribuye oficialmente. Por otra parte, considerando que el Saggio de 1810 es una ampliación "Después de varias reflexiones me decidí a rehacerla (se refiere a la edición de 1782) totalmente insertando en los lugares respectivos aquellas observaciones"... "Al recomponerlo he seguido el mismo método" (1810:4) su prefacio -lo cual resulta evidente al lector- es un caso típico de sustitución, que permite, al leer el conjunto de estos tres textos histórico-naturalísticos percibir de qué modo con el paso del tiempo y con los desarrollos de la ciencia, el Prefacio de 1782 -el más extenso y circunstanciado de los tres que consideramos- pierde, en las lecturas críticas posteriores, su función pragmática de origen y se "textualiza", obrándose una suerte de integración del paratexto a la obra.

LA ESTRATEGIA DEL SUPLEMENTO EN EL COMPENDIO

La autodesignación del anónimo de 1776 como "compendio" emplaza a un destinador que se presenta indirectamente como un escritor que vendría a subsanar descuidos, para lo cual requiere desarrollar estrategias discursivas tendientes a generar un tono adecuado de comunicación que persuadía a sus "deleitantes" (diletantes) lectores (el pacto de lectura) de la veracidad de la Historia. (Veracidad que, observada desde la actualidad, acaso no sea más que un grado exacerbante de lo verosímil). Se asume que se trata de una exposición sumaria de una materia expuesta anteriormente con mayor latitud, lo que instala en sus destinatarios, calificados como "gli amatori della cognizione" (los aficionados al conocimiento) la propuesta de una síntesis que vendría a suplementar de manera más detallada la historia geográfica, natural y civil de Chile descuidada por los escritores en su descripción, señalando que las que se han hecho están plagadas de errores y contradicciones (no lo han podido hacer los naturales por la lejanía de Europa, ni los europeos que se han limitado a conocer los puertos o a internarse sólo guiados por sus intereses puntuales). Exceptúa las obras de Sanfone D'Abbeville y del Abate Giovanni Domenico Coletti, a pesar de que también en ellos este autor anónimo reconoce algunos pequeños errores, a los cuales se exponen los que "non osservano per se stessi le cose" o "le videro di passaggio" (no observan por sí mismos las cosas / las ven de pasada) pero como tales descripciones -obligadas a contenerse en estrechos términos- no sacian la curiosidad de las personas que "cercano di conoceré un poco piú a fondo le qualita e prodotti de un Paese" (buscan conocer un poco más a fondo la calidad y los productos de un país) lleva al anónimo autor a pensar en un compendio más detallado, para que pueda destruirse la falsa impresión que se tiene. Más adelante -y tras pedir benevolencia por los defectos lingüísticos que son inevitables en un forastero, pero que ha disimulado prudentemente en su "opúsculo" (así lo llama, correspondiendo a la brevedad de que una obra sea de carácter científico o literario)- recupera el término "compendio" para aludir a lo restringido de su trabajo exigido que "non ecceda i limiti di un rigoroso compendio" (no exceda los límites de un riguroso compendio) cuya finalidad es aportar "in alcun modo alia perfezione de la Geografía e Della Storia Naturale" (en alguna forma al perfeccionamiento de la Geografía y de la Historia Natural). Concluye el Prefacio, alegando que -a diferencia de los otros autores que mejor han escrito de Chile- "lo vidi ed esaminai per me stesso la maggior parte delle cose che descrivo" (Yo vi y examiné por mí mismo la mayor parte de las cosas que describo) y, para el caso de aquellas que no ha podido observar, se valdrá del testimonio de personas sabias que lo vieron y examinaron diligentemente pero que sólo se valdrá "delle loro informazioni se non quando le trovai interamente concordi" (de su [de ellos] información si no cuando la encontré enteramente concordante). En resumen, el Prefacio establece con claridad sus destinatarios y, por ende, el carácter o límites de su propósito que, como bien señala Saldivia (en línea) es "concordante con las ideas de su tiempo y con una noción de ciencia más ilustrativa y verbalizante, que con la noción de una ciencia operativa y utilitarista". Por otra parte, puede reconocerse la estrategia derrideana del suplemento (Derrida, 1971:191-200) puesto que se propone que el Compendio, efectivamente, colma (es una plenitud que enriquece otra plenitud) pero también suple (se insinúa en lugar de) y suple toda la escritura naturalística anterior sobre Chile que -por no ser fundada en la observación y en el testimonio concorde- no resultaría más que una confusa generalidad o un espacio vacío. Para Molina

Gli Autori, che inmediatamente dopo le conquiste degli Spagnuoli nelP América, pubblicarono le loro Geografie universali, trattarono veramente di questo Regno, ma come le notizie, che allora ne venivano, erano generali, e confiase, cosi tutto quello, che cene dicono, é si scarso, e si pieno di errori, e di contradizioni (1776:3).9

En buenas cuentas, el Prefacio en referencia tiene un doble carácter programático. Por una parte, expone el principio de las historias naturales modernas -al que ya nos hemos referido- si he visto, sé y la autoridad concedida a los testigos está fundada en el mismo principio y en el examen de la concordancia de su información. Por otra parte, en él ya se encuentra perfilado someramente el plan y distribución de la materia que mantendrá Molina en sus posteriores ensayos de historia natural, más allá de las adiciones complementarias, el desarrollo de sus conocimientos y los cambios en las estrategias de su prosa.

EL ENSAYO Y LOS DESTINATARIOS DE MOLINA

El Prefacio del mal denominado Compendio por el traductor Arquellada -aunque se trata del Saggio sulla storia naturale del Chili publicado en italiano en 1782- es el más extenso de los prefacios de Molina y puede considerarse un prefacio programático. Nos excusamos tratar en toda su complejidad las materias aludidas en él, para centrarnos en aquellos aspectos que dicen relación con la escritura, la historia y las historias naturales, según se lo propone el autor. En tal sentido, parece primordial referirse al título y al tipo discursivo de este texto, sobre todo, considerando los problemas de su traducción como Compendio.

Stuardo (2007:86)10 ha reparado con perspicacia en la naturaleza ensayística de este texto (aunque sus intenciones hayan sido abogar por la autoría de Vidaurre para el Compendio anónimo). No obstante, no se extiende en lo que denomina el "significado preciso" de ensayo ni las consecuencias que ello arrastra. En primer lugar, es preciso distinguir que el Saggio no obedece a la estrategia de suplementariedad del compendio. Por el contrario, ahora la prosa científica de Molina se instala en una architextualidad histórica y relativamente descrita y caracterizada, al menos desde Montaigne y Bacon (cada uno en su peculiar tendencia). Como se sabe, el ensayo en tanto tipo discursivo con forma móvil ha recibido diferentes definiciones, pero -si como sentenciaba Ortega y Gasset "el ensayo es la ciencia, menos la prueba" (Gómez-Martínez, 1992:179)- ello no releva al ensayista de la acción de sopesar, examinar, inspeccionar, reconocer, manifestando sus propios puntos de vista (el yo autorial, que puede rastrearse con precisión en los prefacios de Molina: "Yo vi y examiné por mí mismo"). Y a lo largo de toda su obra, el ensayista es un sujeto autorial ilustrado que observa, conoce, testimonia, juzga, concluye y expone sobre el asunto que problematiza a fin de incitar a que en y para el destinatario signifique. Destinatario, que en el caso de los prefacios de Molina es objeto de variaciones -debidas al posicionamiento paratópico del sujeto autorial que, desde el anonimato inicial, ha alcanzado en 1810 una relevante autoridad científica- y, también, a los cambios acaecidos respecto de la especificidad de la "literatura" naturalista durante estos años de la "época montura". En efecto, en 1776 el Compendio se destinaba a personas que se deleitan con el estudio, a los amantes del conocimiento; a unos lectores en cuya "comodidad" se piensa al distribuir la materia, un destinatario culto prototípico del género ensayístico. En 1782, el colectivo singular "Europa" (atenta y erudita, curiosa y razonante) engloba un destinatario colectivo y simbólico para el cual, si bien se trata de personas de inteligencia común que no se hallan iniciadas en el estudio de la historia natural (de ahí la adecuación del sistema lineano de descripción) sin duda perciben el sentido de la comparación de Chile con Italia y de los Andes con los Alpes y con los Apeninos. Un público culto que sabe de las teorías de la influencia del clima, que exige referencias de naturalistas (Feuillé) e historiadores (Figueroa, Olivares, Vidaurre, Ovalle, Tesillo, etc.) de descripciones sistemáticas fundadas en las recientes teorías científicas -que, eventualmente, conoce de Paw y de Carli- que gustan de lenguas extrañas; en fin, un destinatario que redescubre América y un destinador que se propone instalar la nación chilena como una más en el concierto de las naciones liderado por Europa; instalación que realiza desde la perspectiva de un ensayista y naturalista que, como sostiene Saldivia (en línea) "desea insertar lo viviente autóctono de su país, en al ámbito de la cultura y el saber del europeo bien informado". En este ensayo de 1810, el destinatario -un lector privilegiado- lo conforman los amantes de las producciones de la naturaleza (que acogieron favorablemente el ensayo de 1782) pero, directamente, son los naturalistas que examinaron críticamente su obra anterior y los filólogos, esto es, los científicos; de ahí la relevancia que adquiere la sucinta mención al método seguido y el sistema taxonómico utilizado (que sigue siendo el de Linneo, pero ya sin prevenciones ni comentarios) como también justifica la desaparición de la extensa disquisición en contra de Paw que ocupaba un lugar destacado en el Saggio de 1782. En 1810, las ideas de Buffon y de Paw sobre la naturaleza americana ya no resistían el menor análisis. Molina da por solventada la "disputa del Nuevo Mundo" con su argumentación de 1782.

Por otra parte, no es difícil aceptar que el significado de "intento" -implícito en el concepto de ensayo- ha motivado su carácter fragmentario, en tanto no puede darse por acabado. El ensayista, y así se percibe en Molina, reacciona ante el discurso axiológico que le impone el conocimiento tradicional y se orienta a una revaluación y a una interpretación novedosa de su materia. Esta es una peculiaridad del género, cuya función es abrir nuevos caminos e incitar a la meditación del lector; actitud que se apoya en otro rasgo propio de la escritura ensayística, como lo es el tratar sobre algo ya existente en discursos anteriores por sobre lo que ofrece una mirada acerca de los que otros han descuidado y en un lenguaje que no requiere especialización, pues se dirige a la generalidad de quienes puedan, a su vez, sopesar los aspectos que la subjetividad ha percibido en los fenómenos. Esta subjetividad, que en Molina ha ido perdiendo la relevancia que tenía en los historiadores anteriores -en tanto que se acrecienta el reclamo de objetividad científica- nunca desaparece del todo en sus escritos y se encamina a hacer más suyo lo comunicado al momento de comunicarlo (así el exiliado Molina va apropiándose de esa patria ausente y, al comprenderla, comprenderse) en la medida que el valor ensayístico está fundado en lo que es producto de la propia experiencia. Molina rompe con la estructura del "tratado" científico, el de la "historia natural" que nunca fue su propósito escribir, al reconocer expresamente que su obra es un ensayo: "me dediqué a formar el presente ensayo de mis interrumpidas tareas sobre la historia natural de aquella parte de América" (Molina, 1788: IX). Y contentarse "con exponer sencillamente las cosas, sin internarme en la investigación de sus causas, ni difundirme en reflexiones que tendrían su lugar oportuno en el plan de una historia natural, circunstanciada y completa, pero contradecirían el título de mi obra" (Molina, 1788:XIII). Y se propone una lógica más orgánica, procedente de la experiencia del yo que se siente reaccionar ante lo otro (la materia zoológica, botánica, mineralógica, geográfica, climática, antropológica) en el ámbito del sujeto en sí.

No obstante, el ensayista se sabe en una doble función de escritor y de científico y que, como tal, debe ajustarse a los hechos, a los mismos datos que son el material del investigador de la historia y de la naturaleza pero, también, sabe que la proyección subjetiva permite trascender lo concreto del dato y más que probar puede influir en sus lectores. Resumiendo, las características esenciales del ensayista y que determinan las propiedades de la prosa científica de Molina pueden sustanciarse en: ser un pensador que se expone, guiado por su propia razón y consideración de los fenómenos, que se nutre de la tradición, pero no para encerrarse en ella sino para superarla, que escribe en un estilo personal, pues tan importante como lo que se dice es cómo se lo dice. Como puede apreciarse estas características no son más que el despliegue de la experiencia.

EXPERIENCIA Y NARRACIÓN

Entre las numerosas alusiones a la escritura ("historias", "relaciones", "compendio", "ensayo", "escribo", "describo", "mis palabras", "literatos", "obras impresas", "inverosímil novela" (la de Paw) "obra", "divulgar", etc.) manifiestas en el Prefacio del Saggio de 1782 y la traducción de 1788 hay dos momentos en que Molina indica que su texto corresponde a narrativas. Así, al exponer la división del texto, remarca que dará cuenta de lo "que he podido observar" en los diferentes reinos de la naturaleza, y señala: "concluyendo mi narrativa, formando una idea ligera del hombre, considerado como habitante de Chile" (1788:X). Y, también, al referirse a que, en lugar de las divisiones de Linneo, "me he valido de otras familiares y más acomodadas al corto número de objetos que yo describo y que no sirven para otra cosa que para dar algún orden a mi narración" (1788:XI). De modo que para el autor del prefacio autógrafo, no parece quedar dudas de que su texto es una narración, pero ¿Qué implica esto?

La narración como actividad humana tiene como constituyentes (además del tiempo y del espacio) la experiencia, la memoria y la ficción. Vista, así, de la actividad científica caracterizada, al menos de modo orientativo, como hallazgo de principios que de forma universal se tienen que aplicar a toda la realidad en forma obligatoria y que por ello tiene una propiedad explicativa y que se puede verificar, experimentar y comunicar. El problema es, en cambio, cómo trasladar a otros la experiencia. Y esto sólo resulta posible narrando, expresando la memoria que guardamos de lo que ha sido nuestra experiencia.

Benjamín sostiene que "el narrador toma lo que narra de la experiencia; (de) la suya propia o la referida. Y la convierte a su vez en experiencia de aquellos que escuchan su historia" (2008:65). Por ello, narrar no es sólo un arte; acaba siendo sabiduría que se transmite y queda en la memoria adquiriendo consistencia de verdad (no como exactitud informativa o científica) sino por la cualidad de hacerse transmisible eternamente. La transmisión es el meollo de la narración en tanto relata no sólo la historia sino, también, el "rumor" que la acompaña hace posible la memoria. En cambio, la información, científica o no científica, sólo aporta datos desprovistos de connotaciones subjetivas. Señala Benjamín, en la narración

Lo extraordinario, lo maravilloso, se narran con la mayor exactitud y no se le impone al lector la conexión psicológica del acontecer. Queda a su arbitrio explicarse el asunto tal como lo comprende, y con ello alcanza lo narrado una amplitud que a la información le falta (2008:68)

En definitiva, para Benjamin la narración es comunicación de sabiduría (sapientia), no de ciencia. Sabiduría que se transmite por la memoria colectiva de la comunidad y que es respuesta concreta a las cuestiones que se plantea el hombre en el mundo.

Los ensayos de Molina (mis narraciones) dan cuenta de la sabiduría de un narrador que describe y narra (mimesis y diégesis, showing y telling) más que orientarse a explicar y a argumentar, desde la paratopía del "criollo ilustrado y jesuíta expulso", primeramente, ante la academia y los ilustrados de Europa, aunque también dirigiéndose a sus compatriotas americanos

Con esta mira me había dedicado desde mi juventud a observar sus riquezas naturales y a instruirme en sus acaecimientos, con intención de publicar sus resultados para beneficio común de mis compatriotas (1788:VIII).

En efecto, la escritura de Molina, aunque se proponga explicar, resulta traspasada por un repertorio de experiencias del que no se puede prescindir para ser lo que somos. En esta escritura se hace presente la tensión entre el espacio de la experiencia y el horizonte de expectativas que trae aparejado el cambio en el concepto de hacer ciencia y de hacer y escribir historia. Ejemplo de ello es la conocida discusión sobre el fijismo o transformismo —incluso pre-evolucionismo, de Molina— que apunta a determinar en qué estadio del desarrollo científico se instala su pensamiento, si moderno o pre-moderno y que, tal vez, más valdría calificar como "en transición", considerando la hipótesis de Koselleck para esa época.

La hipótesis de Koselleck (334-6) es que la Sattelzeit está signada por la interrelación de dos categorías trascendentales: el "espacio de experiencia" (Erfahrungsraum) y el "horizonte de expectativa" (Erwartungsraum). Si en el mundo premoderno, las experiencias de los antepasados sustentaban las expectativas de las generaciones siguientes, de modo que el futuro se afianzaba en el pasado (de ahí la relevancia de la narración, como lo ha destacado Benjamin, 2008:70) con la experiencia del progreso, el horizonte de expectativa alcanzó una propiedad históricamente inédita: la de estar animado a una incesante expansión utópica. Así, la experiencia (recuerdo) del pasado y la expectativa (esperanza) del futuro que establecen las condiciones de posibilidad de las historias, terminarán por no corresponderse. En la medida que se apartan cada vez más las expectativas de las experiencias, es que se puede hablar de modernidad.

Durante la Sattelzeit se va gestando la modificación de los conceptos conformadores de la modernidad. Emergen nuevas referencias y sentidos para términos antiguos, como también nuevos vocablos que comportaron el cambio transformador de la cultura y de la sociedad, guiadas por nuevas expectativas de futuro. Los conceptos de ese período, entre los que está el de ciencia, presentan dos caras: por una parte, se asocian aún a correlaciones que ya no entendemos sin una explicación filológica; pero, por otra, adquieren un sentido que entendemos como habitual desde la modernidad en que estamos situados.

HACIA UNA CONCLUSIÓN

En el extenso arco que va desde las formulaciones de la geometría analítica, de las funciones algebraicas y del desarrollo del cálculo de Newton y Leibniz en el siglo XVII hasta después de Darwin, a fines del XIX y a comienzos del XX, se ha ido distinguiendo lo que C. P. Snow (2000) denominó las "dos culturas" (humanística y científica) y que puede sustanciarse en un despliegue incontrastable de la matematización en todas las disciplinas que se ocupan de los hechos que ahora entendemos como científicos, a tal grado que ello fue determinando un retraimiento del lenguaje natural de la experiencia que ya resultaba, como postula Steiner (1982:37) incapaz de "traducir" esos lenguajes altamente matematizados y articulados, que ya no tienen equivalencia en la construcción y las pautas discursivas del lenguaje natural. Tal hecho vino a dividir "la experiencia y la percepción de la realidad en dominios separados", más aún a establecer que una determinada rama del conocimiento pasa del estado pre-científico a constituirse como ciencia cuando se organiza matemáticamente. Tras un somero resumen de lo ocurrido en la física y la química, Steiner llama la atención sobre el caso de la biología que, en cierto modo, es heredera de la historia natural

La biología ocupa una posición intermedia fascinante. En su período clásico era una ciencia descriptiva, basada en una utilización precisa y cautivadora del lenguaje. La fuerza de las hipótesis biológicas y zoológicas de Darwin se basaba, en parte, en el poder de convicción de su estilo. En la biología postdarwiniana las matemáticas desempeñan un papel cada vez más preponderante. (...) Cuando la biología se vuelve hacia la química, y la bioquímica está actualmente en primerísimo plano, tiende a prescindir de lo descriptivo a favor de lo enumerativo. Abandona la palabra por la cifra (1982:39).

Si todavía Darwin fortalece sus hipótesis en una narrativa retórica (que es inseparable de la narrativa poético-literaria) Molina construye un ensayo de "historia natural" como narrativa "científica" (en el sentido metamórfico que el concepto experimentaría durante la Sattelzeit) cuyos destinatarios son, en primera instancia, personas no iniciadas en las ciencias de la naturaleza (a diferencia de los destinatarios propiamente científicos, "naturalistas" del Saggiode 1810)

Por esto mismo he usado parcamente de términos técnicos o facultativos en las descripciones, que quiero sean entendidas de aquellas personas que no se hallen iniciadas en el estudio de la historia natural" (1788: XII).

En 1782, Molina no se propone ofrecer explicaciones científicas, sino "contentarme con exponer sencillamente las cosas, sin internarme en la investigación de sus causas, ni difundirme en reflexiones" (1788:XII) esto es, describir para articular una argumentación que valida al "Reino de Chile" en el ámbito de las naciones y también ofrece un "saber" de su naturaleza a los naturales.

 

NOTAS

1     Trabajo realizado en el marco del proyecto Fondecyt N° 1085194 "Literatura y narrativa en las Historias naturales hispanoamericanas del siglo XVIII".

2     Estos dos textos fueron traducidos al español con el título conjunto de Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile, editándose en dos tomos. El primero, correspondiente a la "Historia geográfica y natural" fue traducido por Domingo de Arquellada y publicado en 1788. El segundo, que corresponde a la "Historia civil" fue traducido por Nicolás de la Cruz y Bahamonde y editado en 1795.

3     Sattelzeit es el término propuesto por Koselleck para referirse al gran cambio que afectó a los conceptos debido a las nuevas condiciones de la sociedad en las últimas décadas del siglo XVIII y que habría dado paso al mundo conceptual contemporáneo. Cabe destacar que en las diversas soluciones adoptadas para traducir el término ("época de la silla", "época a horcajadas", "época montura", "época a caballo") se pierde un significado que el propio Koselleck se ha encargado de recordar en entrevista realizada por Fernández y Fuentes (en línea). "Uno de sus significados (de Satteí) se refiere a los caballos, al ámbito ecuestre, y el otro significado alude a la situación que se produce cuando usted asciende a la cumbre de una montaña y desde allí se le ofrece la posibilidad de contemplar un amplio paisaje".

4     Se verán crecer sucesivamente, aunque con algún intervalo, desde su origen hasta el estado en que ahora se encuentran, las Matemáticas puras y mixtas, la Física Experimental, la Química, la Historia Natural, la Botánica, la Medicina, la Cirugía, la Filosofía, la Jurisprudencia y en suma toda clase de ciencias naturales (Andrés, en línea).

5     De los 27 largos capítulos de interrogatorios, el 17 y 18 tratan de la historia natural y moral. La primera debe estudiar: "las naciones de hombres que hay, y las naturalezas y calidades de ellos, animales de la tierra, pescados de las aguas... insectos y serpientes... árboles... hierbas silvestres... mineros...". La segunda: "las naciones de los naturales que las habitaron y habitan, los reinos y señoríos que hubo en cada caso, y los límites... y las diferencias de lenguas que tenían, la forma de república... la religión y adoración que tenían...", en Francisco Solano. Proceso histórico al conquistador. Madrid: Alianza, 1988:81-83. Citado por Del Pino (en línea).

6     "País no menos beneficiado de la Naturaleza, que descuidado por los Escritores, se conserva hasta ahora casi del todo desconocido para las personas aficionadas al estudio de la geografía y de la Historia Natural". (Las traducciones corresponden al autor de este artículo).

7     Esta tradición sigue en los textos didácticos, filosóficos y de divulgación de conocimientos "científicos", en cuyos prefacios cobra especial relevancia la función orientadora que se ejerce sobre el destinatario del texto.

8     "Ed un Compendio anónimo, che si pubblico in lingua Italiana nel 1776, il quale in certo modo da una noticia piú compiuta del Chili di quella, que danno le altre opera stampate, particularmente intorno alia Geografía, e alia storia Natural" (Molina, 1782:7). "Y un Compendio anónimo, que se publicó en lengua italiana en 1776, el cual en cierto modo da una noticia más completa de Chile que aquellas que dan las otras obras impresas, particularmente en torno a la Geografía y la Historia Natural".

9     Los Autores, que inmediatamente después de la conquista de los españoles en América publicaron sus Geografías universales, realmente trataron de este Reino, pero como las noticias que entonces llegaban eran generales y confusas, todo lo que se ha dicho es escaso, lleno de errores y de contradicciones.

10     Stuardo comenta respecto de la traducción de Arquellada: "¿Por qué tradujo la palabra Saggio por Compendio, y no tradujo el verdadero título? ¿Descriterio o mala fe? ¡Y nadie ha reclamado sobre esto! ¿Pensaba Don Domingo, al igual que algunos otros en esa época, refrendar así que la obra anónima había sido escrita también por el Abate Molina. En italiano existe la palabra compendio, al igual que en español y ése es, exactamente, el sentido que el autor le asigna al título de la obra anónima publicada sobre nuestro país en el año 1776, a la que ya nos hemos referido. Saggio en italiano tiene también un significado preciso en español que es el de ensayo. Para evitar la confusión (si no mala fe) resultante de la traducción de Arquellada Mendoza, la primera obra cuya paternidad es reconocida por Molina debió, en consecuencia, haberse traducido como Ensayo sobre la historia natural de Chile, un título más acorde con el espíritu con que Molina lo escribió" (2007:86-7).

 

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