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Veritas

On-line version ISSN 0718-9273

Veritas  no.49 Valparaíso Aug. 2021

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-92732021000200071 

Sección Filosofía

Reflexiones en torno a Metafísica M y N: Consideraciones respecto al lugar, contenido, método y propósito de los últimos dos libros de la Metafísica

Reflections on Metaphysics M and N: Considerations regarding the place, content, method and purpose of the last two books of Metaphysics

Francisco Marambio-Garrido* 

* Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile) f.marambio@uc.cl

Resumen

En el presente artículo se explora la pertenencia de los libros M y N al programa general de la Metafísica de Aristóteles. Los libros XIII (My) y XIV (Ny) han quedado en el trasfondo de la Metafísica, como una suerte de agregado editorial, del cual se puede prescindir para la comprensión de la propuesta aristotélica. En el presente artículo, sin embargo, se asume un punto de partida diferente, que consiste en integrar estos libros al núcleo de la propuesta de la Metafísica, enten diendo que ellos son claves para completar el panorama de la teoría general de la sustancia, o ousiología, que guía todos los libros metafísicos. De este modo, la discusión de M y N sobre números y principios viene a concluir la cuestión de la sustancia como causa y principio, anunciada desde el inicio de la Metafísica y desarrollada en sus libros centrales.

Palabras clave: Metafísica de Aristóteles; sustancia; causa; ousiología; número; principio

Abstract

This article explores the belonging of books M and N to the generalprogram of Aristotle's Metaphysics. Books XIII (My) and XIV (Ny) have remained in the background of Metaphysics, as a kind of editorial aggregate, which can be dispensed with for the understanding of the Aristotelian proposal. In this article, however, a different startingpoint is assumed, which consists in integrating these books into the core of the proposal of Metaphysics, understanding that they are key to completing the panorama of the general theory of substance, or ousiology, which guides all metaphysical books. Thus, the discussion of numbers and principles within M and N concludes the question of substance as cause and principle, announced from the beginning of Metaphysics and developed in its central books.

Key words: Aristotle's Metaphysics; substance; cause; ousiology; number,principle

1. Contexto general2

Sabemos que la Metafísica de Aristóteles no es propiamente un “libro” de filosofía, en el sentido moderno de la expresión (Reale, 1999: 10; Vigo, 2007: 11). Sabemos, además, que buena parte de su composición y ordenación actual se debe al trabajo de otros autores, probablemente seguidores tardíos de Aristóteles, quienes organizaron los textos de acuerdo a criterios que no necesariamente responden a las preocupaciones originales del Estagirita, sino, más bien, a cuestiones que podríamos denominar de “disposición editorial” (Düring, 1990: 78; Ackrill, 1987: 209). De esta consideración extrínseca, sin embargo, no es posible desprender una conclusión intrínseca, respecto a la falta de unidad conceptual de la Metafísica. En otras palabras, de la falta de unidad “textual” de la obra no se puede inferir la carencia de unidad teórica o conceptual, como si el motivo subyacente a la ordenación de los libros metafísicos no fuese más que un azar de el o los editores de la obra. Por el contrario, en este artículo sostendremos que solo afirmando esta unidad conceptual es que los distintos libros metafísicos adquieren su real sentido y exhiben, con claridad, las múltiples conexiones recíprocas que se encuentran en ellos. Esta aproximación al texto, que ha tendido a llamarse “sistemática-unitaria” (Reale, 1980) -a diferencia de la “genética” expuesta de manera brillante por W. Jaeger (por primera vez en 1923)- es la que subyace a nuestra lectura y organiza las reflexiones en torno a los libros finales de la Metafísica.

En concreto, adelantamos que la Metafísica bien puede rotularse como ousiología, es decir, como una teoría general sobre la sustancia (Reale, 1980) y que los libros M y N pueden considerarse, desde esta perspectiva, como una suerte de conclusión, por vía de la refutación dialéctica, de esta ousiología general.

De los catorce libros que componen esta obra aristotélica, los dos úl timos, M y N, han sido los menos estudiados (Annas, 1976: 1)3. Tradicionalmente, se les ha considerado textos oscuros y poco organizados, cuyo fin pareciera ser más el polemizar con la Academia que el exponer las ideas de Aristóteles sobre la sustancia (ousía)4. Sin ir más lejos, M y N quedan fuera de los comentarios de Santo Tomás, quien se limita a culminar su exposición precisamente en el libro anterior, A, pues allí cree encontrar el núcleo de la obra, la sustancia suprasensible, la coronación de la propuesta teológica de Aristóteles 5. Ingemar Düring (1990: 449), sin embargo, considera que estos libros (o al menos una parte de ellos) son un complemento de lo que se expuso, precisamente en Lambda, sobre la sustancia suprasensible6, por lo cual cabría considerarlos dentro del plan general de la Metafísica. En específico, en ellos se completa la discusión ya introducida en B y desarrollada en A, a saber, la cuestión de las “sustancias separadas” (choristai ousíai). En la presente lectura, seguimos esta indicación de Düring, intentando complementarla, a partir del cotejo de textos, para concluir en la afirmación de la unidad conceptual de estos libros con el resto de la obra7.

En lo que sigue proponemos abordar esta cuestión en tres pasos. Por un lado, exponiendo las conclusiones a las que han llegado algunos especialistas respecto a la organización y datación de M y N. Posterior mente, intentaremos evidenciar tanto la estructura interna de estos libros como su método y conexión con el resto de los textos metafísicos. Ya para finalizar, abordaremos la cuestión del método dialéctico que carac teriza a M y N para resaltar la importancia de ellos dentro del esquema general de la Metafísica aristotélica.

2. Datación y propósito de M y N

La conjetura de W. Jaeger (1946: 204-205), ampliamente aceptada por los especialistas, es que esta pareja de libros no son un conjunto, escrito de una vez, sino más bien un agregado tardío de algún editor de la Metafísica quien compiló diferentes notas del Estagirita. M y N, por lo tanto, habrían sido compuestos en momentos diferentes de la vida de Aristóteles y expresarían ideas diferentes. Según Jaeger, M entronca, en términos de contenido, con la problemática que aparece en la llamada “metafísica original”, compuesta por la dupla inicial de libros A y B8, aunque fue escrito con al menos trece años de diferencia de aquellos9. N, por su parte, encajaría también con estos primeros libros (pero por razo nes distintas) y quizá fue escrito con anterioridad a M.

El estudioso alemán sugiere, sin embargo, que, si bien hay una continuidad entre ambos grupos de textos (AB-MN), el fondo del asunto parece completamente diferente. El conjunto AB (propone Jaeger), fue compuesto inmediatamente después de la salida de Aristóteles de la Academia platónica, cuando el Estagirita se encontraba en Asos (en Asia menor, bajo el amparo del tirano Hermias), es decir, entre 347-345, momento en el que el filósofo comienza a distanciarse del círculo académico y a forjar su filosofía independiente (Jaeger, 1946: 199-200). Esto quiere decir que el foco de estos primeros textos es únicamente la crítica a la teoría platónica de las ideas (y la prueba de ello, es el extenso cuerpo de argumentos que se reúnen en A9 y varios de los problemas planteados en B, el libro de las aporías). El libro M, en cambio, se habría compuesto más de una década después, cuando Jenócrates se convirtió en el nuevo jefe de la Escuela, después de suceder a Espeusipo. En conjunto, ambos filósofos habrían llevado el rumbo de la Academia hacia las matemáticas y eso es precisamente lo que Aristóteles quiere discutir en estos libros (Jaeger, 1946: 205-206). Si bien se repite casi al dedillo la crítica de A9 en M4-510, el núcleo de la discusión está en los números y no tanto en las ideas, es decir, a juicio de Jaeger, en Espeusipo y Jenócrates y no tanto en la teoría original de Platón (Jaeger, 1946: 205). Para Jaeger, la inclusión de la teoría de las Ideas en M es solo con el afán de “ser completo” en su examen, pero no porque le resulte de importancia al filósofo en este punto de su vida. W. D. Ross (1958: I, 406), complementa esta tesis y sostiene que dicha teoría ya le parece a Aristóteles “anticuada” (out of date), pues sus esfuerzos se orientan ahora a discutir los Números matemáticos e Ideales, las Magnitudes y sus Principios, cosas que parecieran ser la consecuencia natural de la teoría platónica original. El propósito final de M, por lo tanto, es entrar en polémica con los académicos y con la dirección que éstos le han dado al pensamiento de Platón. Para Aristóteles, la teoría de los números como principios que ahora sostiene la Academia es simplemente una “alucinación” (Jaeger, 1946: 207).

Tanto a Jaeger como a Ross, les parece que N sería la continuación natural del bloque AB (y que por ende sería más antiguo que M), dada la preponderancia de las críticas hechas ahí a la versión de la teoría de Espeusipo (a la sazón el líder de la Academia). La conexión entre M y N es débil y las conjeturas para datar N se basan en los capítulos que le preceden. Así los capítulos 9-10 de M parecen formar parte de un “prólogo antiguo” a la discusión sobre los principios (Jaeger, 1946: 219-221; Ross, 1958: I, 40711). Según la hipótesis de Jaeger, Aristóteles habría escrito los dos últimos capítulos de M durante el mencionado período en Asos, junto con la totalidad del libro N, de ahí la disparidad entre la primera parte y la final de M12.

Otro de los elementos en los que se apoya esta conclusión, es en la manera que tiene el Estagirita de referirse a sus contemporáneos. Y es que mientras en el bloque AB+N el tono hacia Espeusipo es áspero y polémico, “frecuentemente emocional”, en M, el tono de la crítica es “frío y condescendiente”, lo que hace suponer la distancia temporal que separa ambos grupos de textos (Jaeger, 1946: 222). Lo propio ocurre con el trato que se le da a Jenócrates: la mención de este filósofo en N es “breve” y “respetuosa”13 (pues era el colaborador de Aristóteles en Asos), pero al momento de redactar M la situación es distinta y Jenócrates recibe “el trato más rudo; con la menor cortesía posible” (Jaeger, 1946: 22014), debido a que éste es quien sucede a Espeusipo en la Academia y sus opiniones comienzan a ejercer mayor influencia en los círculos platónicos. Pareciera ser, entonces, que el editor de la Metafísica habría juntado una discusión tardía de la teoría de los números (M1-8) con una más temprana, perteneciente al período de Asos, sobre las Ideas y los Principios (M9-10 y N15).

Si bien estos argumentos resultan útiles para dar una fecha aproximada de composición de los libros finales de la Metafísica (la cual en prin cipio compartimos), se basan en un supuesto que no conduce a respon der la cuestión de fondo: ¿por qué Aristóteles quiere discutir en detalle asuntos relativos a la matemática y etiología académica? Es pertinente reconocer que el método de Jaeger para datar los libros metafísicos se basa en una hipótesis plausible, pero problemática: la idea de que Aristóteles habría abandonado ciertas preocupaciones filosóficas iniciales en favor de otras. Y es precisamente este método genético-evolutivo el que el estudioso alemán aplica para dar razón de la fecha de composición de M-N.

Según indicamos arriba, Jaeger se basa en el supuesto de que Metafísica AB y M9-10+N fueron compuestos en un período en que Aristóteles ataca la Teoría de la Ideas “como un platónico entre platónicos” (Jaeger, 1946: 218), mientras que el texto central de M (cc. 1-8) contiene una crítica de un filósofo maduro, una crítica ya pasada por el cedazo de la Teoría de la Sustancia de los libros ZHΘ (ib. 225). Esto supone la convivencia incómoda de dos versiones de la Metafísica (una antigua, más cercana al platonismo, y una moderna, anti-académica, por así decirlo, basada únicamente en la Teoría de la Sustancia). Esta manera de mirar las cosas, lejos de aclarar, nos parece que tiende a ensombrecer algunos puntos.

Siguiendo un principio de economía explicativa (de inspiración aris totélica), es preferible quedarse con la hipótesis que genere menos difi cultades para la interpretación. Por eso es que en esta presentación nos inclinamos por la conclusión de Annas (1976: 87) y suponemos que M-N forman una suerte de “unidad inconexa” (untidy unity), es decir, un conjunto de textos que, si bien fueron compuestos en diversos períodos y de acuerdo a diferentes circunstancias, responden a una idea común y buscan desarrollar un argumento coherente (Robin, 1908: 440 n.351 IV), que pareciera trasuntar todos los libros de la Metafísica. Esta formulación, “unidad inconexa”, contradictoria hasta cierto punto, nos parece clave para responder al fondo del asunto. La particularidad de M-N es que no se trata de dos libros separados, pero tampoco de dos libros perfectamente unidos. No son dos textos completamente separados entre sí ni tampoco separados del resto de la Metafísica. Asimismo, no son textos perfectamente conectados con el resto de la obra ni perfectamente conectados entre sí.

Por un lado, su estructura literaria es débil y poco amigable; pero, por el otro, su unidad conceptual es notoria. Es por eso que, en cierto sentido, ellos forman una especie de “tratado independiente” sobre el tema de los Números y los Principios (Tricot, 1953: 36). Aunque, insistimos en esto, se trata de un tratado que responde (o que intenta responder) a los problemas básicos de la filosofía primera de Aristóteles, de ahí su importancia. Sostenemos, entonces, que M-N son textos que, si bien denotan una composición desordenada y que pareciera desconectada del resto de los doce libros metafísicos, son fundamentales para a compren der cabalmente la propuesta ousiológica de Aristóteles16.

Para corroborar este punto, revisemos las posibles conexiones entre M-N y algunos de los principales textos metafísicos.

3. El prefacio de M y el plan de análisis de las chōristai ousíai

Dejando al margen consideraciones históricas, relativas a la exégesis que los especialistas han hecho de estos libros, M y N adquieren especial relevancia para el asunto que ahora nos ocupa, a saber, el de la determinación de la ousiología aristotélica. En conjunto, M-N tienen un total de 16 capítulos, 10 en el primer libro y 6 en el segundo. El tema y el recorrido que seguirá la argumentación se presenta con sorprendente claridad en M1, que sirve como prefacio a toda la discusión. Leamos el texto íntegro de Aristóteles para luego analizarlo (en este caso, seguimos la traducción de García Yebra y separamos con corchetes puntos que nos parecen importantes):

Acerca de la substancia de las cosas sensibles, ya quedó dicho cuál es, en el estudio de la Física sobre la materia, y posteriormente cuando hemos tratado de la substancia en acto. Y, puesto que ahora investigamos si, además de las substancias sensibles, hay alguna inmóvil y eterna, o no la hay, y, si la hay, cuál es, debemos considerar primero lo que los demás han dicho, a fin de que, si en algo se han equivocado, no caigamos en los mismos errores, y, si algún punto de doctrina nos es común con ellos, no quedemos disgustados en cuanto a esto. Uno puede, en efecto, estar satisfecho si dice mejor unas cosas y no peor las otras. Pues bien, dos son las opiniones sobre esto. Unos dicen que son substancias las Cosas matemáticas, por ejemplo, los números y las líneas y demás cosas afines, y, por otra parte, las Ideas. Mas, puesto que unos sostienen que estas cosas constituyen dos géneros, las Ideas y los Números matemáticos, mientras que otros consideran una sola la naturaleza de aquéllas y éstos, y otros afirman que sólo existen las substancias matemáticas, [1] conviene tratar primero de las Cosas matemáticas, sin añadirles ninguna otra naturaleza, por ejemplo si son o no Ideas, y si son o no principios y substancias de los entes, sino que debemos considerarlas simplemente como Cosas matemáticas y preguntarnos si existen o no existen, y, si existen, cómo son. [2] A continuación trataremos separadamente de las Ideas mismas, sim plemente y sólo en cuanto nuestro plan lo requiera; pues la mayor parte de lo que se puede decir se ha dicho ya innumerables veces, incluso en las exposiciones exotéricas. [3] Además, debe arrostrarse principalmente tal indagación al investigar si las substancias y. los principios de los entes son Números e Ideas; pues, después [de ocuparnos] de las Ideas, nos queda esta tercera investigación. Necesariamente, si existen las Cosas matemáticas, estarán o bien en las cosas sensibles, según dicen algunos, o separadas de las cosas sensibles (pues también esto lo dicen algunos). Y, si no están en ninguna de las dos situaciones, o no existen en absoluto o existen de otra manera; de suerte que nuestra duda no se referirá a su existencia, sino a su modo de existir. (Metaf. 1076a 8-36)

Este breve capítulo (poco menos de una página en la edición de Bekker) señala esquemáticamente los puntos que se tratarán a continuación. Para algunos comentaristas, el texto denota una cuidada composición (Jaeger, 1946: 209), para otros, en cambio, es algo “áspero” (Annas, 1976: 136). Sin embargo, se coincide en que en este primer capítulo en contramos una clave importante para organizar la lectura de M-N por lo que debemos detenernos en ciertos detalles.

El capítulo comienza colocándonos ante su tema central: la cuestión de la sustancia (ousía), cuáles son sus tipos y más en específico, si es que podemos hablar de alguna sustancia “inmóvil y eterna” (akínētos kaì aídios), es decir, alguna aparte de las sensibles. Esta referencia por sí sola habla en favor de la continuidad de este libro con el bloque ZH0, así como con A1. Hay dos referencias a la ousía al inicio: una primera que refiere a la Física, en la que se habló de la sustancia sensible, y otra muy probablemente a Metafísica Θ y Λ, que tratan sobre el acto en general, por un lado, y la sustancia en acto, por el otro. Esto da la impresión de que M-N arrancan desde un terreno ya conocido por el Estagirita y vienen a complementar una discusión más amplia, hecha con anterioridad (o, cuando menos, supuesta aquí17). Es por este motivo que M1 aparece como un texto atípico: no se comienza, en efecto, como es costumbre en las obras de Aristóteles, pasando revista a las diversas opiniones de los predecesores sobre un asunto, sino que arranca desde una clasificación ya hecha, la que busca ser refutada o afirmada en los capítulos que siguen. El juicio de J. Annas sobre este punto nos parece acertado:

M y N es un conjunto inusual dentro de las obras de Aristóteles, en las cuales normalmente no hay un interés por los problemas que se siguen de las teorías de otros filósofos. Pero el platonismo (...) le parece [a Aristóteles] un punto de vista particularmente perjudicial, el cual es importante combatir en aras de la verdad. (1976: 13618)

Siguiendo esta opinión, Aristóteles decidió abordar en extenso el tema de las chóristai ousíai en los dos últimos libros de su Metafísica, puesto que le pareció un tema de la mayor importancia, ya que concierne a su propia Teoría de la Sustancia. Dado que los platónicos han hablado de sustancias inmóviles, aparte de la sustancia divina, los últimos dos libros de la Metafísica vienen a discutir estas opiniones con el propósito de reafirmar la teoría base de ZHΘ y Λ. Hasta cierto punto se puede pensar en M-N como una suerte de conclusión (sui generis) de la Metafísica.

La cuestión que se intenta resolver en estos dos libros es clara según este primer capítulo: ¿son sustancias (i) las Cosas Matemáticas (tá mathēmatiká) y (ii) las Ideas? Ya se ha planteado este problema en el texto introductorio de Λ1, donde se ha afirmado el carácter problemático de aceptar sustancias inmóviles (=sustancias sin materia) y algunas de las opiniones que se han dado al respecto (Metaf. 1069a 30-b1). De acuerdo con esto, M y N vienen a responder a las últimas cuatro aporías planteadas en B, en especial a la última, que conviene leer en paralelo con este texto de M1, pues reproduce muy de cerca lo planteado aquí. En B1 se dice:

Y además ¿los números, las longitudes, las figuras y los puntos son sustancias [ousíai] o no? Y en caso que lo sean, ¿se dan separadas de las cosas sensibles o son inherentes a éstas? (996a 13-14)

Sabemos por los textos de Platón que este tema ha sido particularmente importante para la Academia (Ross, 1986) y ahora, en M-N, Aristóteles propone entrar en polémica con las diversas teorías académicas sobre las chóristai ousíai. El foco del estudio no será, por lo tanto, todas aquellas teorías acerca de los números que se han dado (por ejemplo, las de algún matemático o geómetra de la época o incluso las de los pitagóri cos), sino solo aquellas que atañen, de algún modo, al círculo académico y en la medida en que éstas representan alguna versión de las chóristai ousíai expresadas anteriormente.

El trazado metodológico que se propone para esto es también claro: (1) se partirá analizando los objetos matemáticos (números, puntos y líneas) primero en sí mismos, solo analizando su modo de ser (o de existir), sin añadir ninguna otra consideración, si acaso son principios o sustancia de algún ente. (2) En segundo lugar, se hará lo propio con las Ideas o Formas (aunque solo en la medida en que lo requiera el estudio). (3) Ya para finalizar, se procederá a completar el estudio con lo propuesto: se responderá a la cuestión de si números e Ideas pueden ser sustancias y en qué sentido. Un breve esquema de los capítulos de M y N nos será de utilidad para corroborar la precisión de este prefacio de M1 y orientarnos dentro de lo que viene:

A) Introducción general (M1, 1076a 5-35).

B) Crítica a las teorías sobre la existencia de los números y objetos matemáticos (M2,1076b-1077b 16).

C) Propuesta aristotélica sobre la existencia de los números (M3, 1077b 17-1078b5).

D) Exposición y crítica de la teoría platónica de las Formas (M4-5, 1078b 6-1080a 1019).

d.1) Origen de la teoría (1078b 10-1078b 30).

d.2) Objeciones (1078b 30-1080a 7).

E) Exposición y crítica a las teorías sobre los números matemáticos y números ideales (M6-9, 1080a 10-1086a 20).

e.1) Exposición de las teorías (1080a 15-1080b 30).

e.2) Objeciones (1081a 5-1086a 2020).

F) Comienza el tratamiento de los principios (M9-N 2, 1086a 21- 1090a).

f.1) Nuevo prefacio (segunda parte de M9, 1086a 21-1086b 12).

f.2) Aporía sobre la universalidad de los principios (M10, 1086b15-1087a25).

f.3) Teoría académica de los primeros principios (N1)21.

f.3.1) Exposición de la teoría (1087b 5-31). f.3.2) f.3.2)Objeciones (1087b 35-1090a22).

G) Crítica a la teoría de los números matemáticos (final de N2 y N3, 1090a 5- 1091a 28).

g.1) Exposición de la teoría (1087b 5-31).

g.2) Objeciones (1090a 16-1091a 10).

g.3) Breve digresión sobre la imposibilidad de generar los números (1091a 14-29).

H) El bien como principio (N4 y comienzo de N5, 1091a 30-1092a 20).

I) Se retoma la pregunta: los números, ¿pueden ser causas? (N5-6, 1092a 20-1093b 30).

i.1) Nueva digresión sobre la generación de los números (1091a 21-1092b 7).

i.2) Objeciones y conclusión: los números no pueden ser causas (1092b 8- 1093b 30).

Una rápida mirada este conjunto de libros, nos indica que, de los problemas planteados en M1: el primer problema (1) es tratado princi palmente en los capítulos 2 y 3 del libro XIII; el (2) corresponde a los cc. 4 y 5 del mismo libro, mientras que (3) pareciera responder al resto del tratado (es decir, desde M6, junto con todo N), aunque esto ha sido objeto de discusión entre los especialistas.

J. Annas, señala que el tercer problema propuesto en M1 (en qué sentido los números pueden ser causas), es abordado recién desde M9 en adelante, pues representa una especie de corolario del problema de las Formas de los cc. 6-8 de M (Annas, 1976: 80-81). Para propósitos de este análisis, sin embargo, supondremos que los capítulos que van desde M6 en adelante, más la totalidad de N, se ocupan de resolver este último problema, que pareciera ser, por cierto, el problema central de estos li bros23.

Prueba de ello es mirar el esquema propuesto arriba. Mirado como un todo, el grueso de los capítulos de M-N se ocupan de los números y de si estos pueden o no ser principios (6 capítulos en M y 4 en N). La organización de estos capítulos responde con cierto detalle a lo que se propuso en el prólogo de M1, a pesar de que la composición literaria parece ser algo desprolija. Se comenzará por exponer diversas teorías sobre el modo de ser de los números y luego se verá si corresponde o no hablar de ellos como principios.

Extensos pasajes denotan que el objetivo de M-N es la profundidad en la discusión de los temas por sobre la estilística del texto. Largos fragmentos, por ejemplo, de M 4, 5 y 8, solo se limitan a conectar los argumentos con un “además” que poco o nada contribuye a la estética de la redacción, esto ha llevado a más de algún especialista a cuestionar la autenticidad de M y N, principalmente sobre bases estilísticas24. En ambos libros, es común el procedimiento de exponer la teoría que se criticará y luego elaborar una serie de objeciones, en ocasiones largas y abstrusas, que, decíamos, reflejan un conocimiento de los pormenores de las discusiones al interior de la Academia y que presuponen, además, al resto de la Metafísica para hacerse comprensibles.

En cuanto a la teoría platónica de las Formas, una rápida mirada al esquema propuesto nos muestra que ella queda relegada a un segundo plano y solo se le dedican dos capítulos del tratado (quizá porque en el libro A se le ha enfrentado en detalle). Se aprecia, por lo tanto, que lo que quiere Aristóteles es poner en entredicho no tanto a Platón cuanto a los platónicos que han propuesto teorías heterodoxas sobre las matemá ticas y los principios. Queda por ver, sin embargo, cuál es el propósito de Aristóteles para incluir esta crítica en el libro M, pues no pareciera ser una cuestión meramente accidental.

De vuelta al texto de M1, se establece una nueva clasificación dentro de las teorías que ahora se discutirán y que servirá como punto de partida para todo lo tratado en M y N. De quienes establecen sustancias separa das tenemos: (i) los que separan entre números matemáticos e Ideas; (ii) los que dicen que ambas cosas son solo “una sola naturaleza” (mían physin) y (iii) quienes suprimen las Ideas y postulan solo realidades matemáticas como sustancias25. La primera alternativa corresponde a Platón (o al menos a la visión del platonismo que se desprende de los diálogos, como veremos a continuación). La segunda es la postura de Jenócrates (la menos afortunada a juicio de Aristóteles) y la tercera es la de Espeusipo (que en cierto sentido se acerca a la de los pitagóricos, ver Ross, 1958: II, 408). Todas ellas comparten sin embargo una base común: consideran que los números (y cosas matemáticas en general) son “realidades subsistentes”, o sustancias, lo que justifica incorporarlas dentro de una crítica general por parte de Aristóteles.

4. El método de M y N: La crítica a la Academia en clave dialéctica

Si pensamos en la filosofía aristotélica como una propuesta con pretensiones de sistema (Barnes, 1982: 22), es pertinente la pregunta por el valor que damos las críticas de Aristóteles a sus predecesores, en especial en lo que respecta a Platón y la Academia dentro de Metafísica M y N.

Respecto a esto buena parte de los especialistas dividen sus opiniones en dos posturas: como informante de la filosofía que lo antecedió, Aristóteles es, o bien un comentarista digno de confianza, o uno del cual debemos desconfiar, pues no es objetivo con sus juicios26. En el caso de su recepción de la filosofía académica, esto parece especialmente relevante, ya que sus análisis son amplios y detallados, tal como se deja ver por las numerosas referencias a la Academia que hay en M-N. Como observa adecuadamente Gail Fine (1993: 28), al estudiar los libros finales de la Metafísica, se nos coloca ante un dilema: Aristóteles habría entendido adecuadamente la filosofía platónica y nos la habría transmitido con fidelidad, o bien su comentario se basa en una mala comprensión (intencionada) del asunto, lo cual le resta validez. De la primera alternativa resulta una consecuencia indeseada para el especialista en Platón: si lo que Aristóteles dice en M-N es cierto, la ontología platónica tiene serios fallos que el maestro nunca logró resolver, lo que es peor, que parecen agravarse con la introducción de la doctrina de las Ideas-número y los principios Uno/Díada. La segunda resulta problemática para entender a Aristóteles, ya que supone que, o bien no comprendió del todo la doctrina académica o decidió, deliberadamente, deformarla con el fin de ponerla en entredicho27. En este segundo caso, podría acusarse a Aristóteles de cometer falacia, pues habría creado un hombre de paja con los argumentos de la Academia para resaltar su propia filosofía.

Una alternativa para resolver este dilema es, quizá, menos atractiva, pero parece ser la más acertada: tanto Aristóteles como Platón están en lo cierto, cada uno a su manera, porque sus propuestas filosóficas no se pueden reducir, sin más, la una a la otra. Es erróneo suponer que Platón simplemente “no comprendió” ciertas cuestiones relativas a su propia teoría (la primera sección del Parménides podría aducirse como prueba de ello), pero también es impreciso decir que Aristóteles malinterpretó, irreflexivamente, las ideas de su maestro. Quizá lo correcto sea decir que en Metafísica M-N hay un verdadero diálogo filosófico, donde se encuentran las posturas y donde los matices resultan fundamentales. Podemos suponer, entonces, que Aristóteles no tiene una intención de simple polémica al momento de recoger la doctrina académica de las Ideas y los Números, sino un espíritu genuinamente filosófico. Quizá el término adecuado para esto sea el de una “reconstrucción conceptual”: Aristóteles pretende re construir la filosofía de Platón y la Academia (es decir, pensarla a fondo) con el fin de entablar un diálogo filosófico con ella.

Esto resulta especialmente claro si miramos las cosas desde el método según el cual se analizan las teorías platónicas en Metafísica M y N, que se puede relacionar con el método dialéctico presentado en los Tópicos (Irwin 1988). La observación de Enrico Berti al respecto resulta pertinente: Aristóteles, en los libros finales de la Metafísica, hace uso de la llamada peirástica, esto es, del análisis crítico de las opiniones de sus predecesores, con el objeto de mostrar las fortalezas y debilidades de sus argumentos (Berti, 2008: 11328). En Tópicos (100a 30 y ss.), por su parte, Aristóteles caracteriza al tipo de razonamiento dialéctico (dialektikos) como aquel que se construye desde las opiniones reputadas o generalmente aceptadas (ex endóxón) y en el cual lo que se pretende es confirmar o refutar una opinión a partir de un análisis de los diferentes puntos de vista (ib.101a 30-35).

Aristóteles precisa que este tipo de razonamiento (syllogismos) es útil, entre otras cosas, para el uso privado y público de la razón, pero lo es, sobre todo, en lo que respecta a la adquisición de conocimiento, es decir, en lo concerniente a las ciencias filosóficas (katá philosophían epistēmas, Tóp. 101a 34). En efecto, puesto que el dialéctico es un tipo de razonamiento inquisitivo o examinador (exetasiké), es que podemos recorrer una dificultad en ambos sentidos, llegando de esta forma a discernir entre lo verdadero y lo falso. El razonamiento dialéctico supone una situación hipotética de diálogo, en la que dos interlocutores se enfrentan, a partir de preguntas y respuestas, con las cuales intentan afianzar sus puntos de vista (Vigo, 2007: 51-52). En dicha situación, el que pregunta y el que responde jue gan diferentes roles y cumplen diferentes objetivos, pues uno (el que pregunta) debe desbaratar la tesis del rival (mostrando que la opinión de este no es razonable), mientras que el otro se compromete a defenderla, tratando de no conceder terreno a su rival (Tóp. 159a 15-24). Para que el diálogo resulte fructífero, ambos contendores deben partir desde ciertas premisas fundamentales u opiniones plausibles (éndoxa), que serán como el punto de referencia del diálogo (Tóp. 100b 22-25). La tarea de los interlocutores en un diálogo es, por decirlo así, “conducirse” a través de las éndoxa, intentando aferrarse a ellas o alejar al rival de allí.

En concreto, pareciera que el procedimiento que caracteriza a los libros M y N (y que tal vez también se encuentra en A), es el que se ha denominado peirástico (peirástikoi), que bien puede traducirse como “tentativo” y que cabría entender como una subespecie del razonamiento dialéctico. En las Refutaciones sofísticas (165a 36 y ss.), Aristóteles aclara que este silogismo consiste en argumentar “a partir de las opiniones (dokoúntōn) del que responde”, es decir, a partir de la tesis sostenida por la contraparte, con el fin de reforzar la postura propia. Dicho de otra manera, se trataría de un diálogo en el que, el que quiere defender un punto, argumenta “como si fuera el otro” para develar las inconsistencias de este punto de vista. Es un discurso similar al de un investigador, que examina las pruebas para encontrar los lugares débiles de la argumentación.

Berti, observa que este procedimiento se refiere, en parte, a aquel practicado por Sócrates, la denominada refutación socrática (élenchos), la cual, por cierto, no resultaba ajena a Aristóteles (Berti, 2008: 46). Sócrates, era conocido por usar esta forma de argumentación que usualmente acompañaba de ironía y causaba exasperación en sus rivales. En Gorgias (482c- 483a), por ejemplo, el sofista Calicles acusa a Sócrates porque lleva a sus interlocutores a contradecirse y lo tacha de “demagogo” al usar semejante método. Sin embargo, como bien observa Vlastos, la finalidad del élenchos socrático no es la simple destrucción de la contraparte, sino, más bien, la construcción de una postura propia. La refutación tiene por propósito proveer una especie de “soporte racional” a la tesis que el filósofo quiere defender (Vlastos, 1982: 713-14). Por lo tanto, el élenchos socrático es un genuino método filosófico, o, como diría Aristóteles, un tipo de razonamiento necesario para la adquisición de conocimiento (Berti, 2004: I, 259). Un conocido pasaje de la Ética Eudemia refleja el parecer del Estagirita respecto a las opiniones que se expresan en un diálogo y bien puede servir para ilustrar lo que venimos diciendo:

Todo hombre, pues, tiene algo propio en relación con la verdad, y partiendo de esto, debemos aportar alguna especie de prueba sobre estas materias. Partiendo, pues, de juicios verdaderos, pero oscuros, y avanzando, llegaremos a otros claros, si reemplazamos las afirmaciones confusas habituales por otras más conocidas. (E.E. 1216b 30-34)

El método peirástico que Aristóteles intenta en Metafísica M y N resulta de un espíritu similar al que aparece en esta cita, es decir, surge de la idea de entablar una contienda honesta con la contraparte no con un afán de simple destrucción, sino con la idea de encontrar, en el análisis, puntos verdaderos que permitan avanzar en la búsqueda filosófica29. Miradas las cosas de esta forma, podemos entender la particular forma que M y N tiene de presentar los argumentos platónicos. Aristóteles no estaría interesado tanto en la exposición “histórica” de las ideas académicas, cuanto en su valor filosófico, por lo que su testimonio debe entenderse y valorarse desde esta perspectiva. Dado que el interés no es histórico, no ha de esperarse una excesiva precisión terminológica (en M y N abundan las frases breves y hasta en ocasiones crípticas), pero tampoco una completa deformación de los argumentos ajenos (Ackrill, 1987: 27). El objetivo de estos libros, entonces, consiste en presentar las tesis de los platónicos e intentar deducir si ellas coinciden o no con las éndoxa planteadas anteriormente (en los libros centrales de la Metafísica y acordadas como punto de partida de la conversación). A tal respecto, las palabras de John Cleary parecen ser las adecuadas:

La diferencia entre estos [libros] y el tratamiento de cuestiones similares en Metafísica III puede ser expresada nuevamente en términos forenses, diciendo que Aristóteles [en M y N] ya no actúa como un árbitro que escucha a ambas partes, puesto que ahora él se ha convertido en uno de los litigantes que argumenta para ganar su caso. (1995: 28130)

Esto último reafirma nuestra convicción inicial de que M y N no se pueden comprender adecuadamente sino es a la luz de los textos centra les de la Metafísica, que es donde se presentan las pruebas que en cierto modo conducen la postura aristotélica a los éndoxa. Lo que encontramos en M y N es, por lo tanto, el momento dialéctico (o mejor peirástico) de la ousiología aristotélica.

Este es precisamente el sentido original de “crítica”, deudora del verbo krínó, separar, distinguir, diferenciar (Liddell & Scott, 1996: 996-7). Lo que se pretende en la Metafísica es, en consecuencia, una suerte de “depuración conceptual” de las opiniones precedentes para alcanzar conclusiones sólidas. Acusar a Aristóteles de crear una especie de “hombre de paja” con los argumentos platónicos, es simplemente pasar por alto el procedimiento peirástico que se halla presente en la Metafísica y que orienta la reflexión de sus libros finales31.

5. Conclusiones: M y N como parte de una teoría general de la sustancia

La conclusión más amplia de este artículo, es que la controversia en tre Aristóteles, Platón y la Academia, se reduce a la clarificación, por vía de la negación, del estatuto ontológico de las chóristai ousíai. Aristóteles quiere resolver la clasificación de las sustancias que ha propuesto en otros varios lugares de la Metafísica y confirmar la imposibilidad de otras sustancias separadas (a excepción de la sustancia primera, sensible, y de la sustancia divina), para ello es que discute y objeta las opiniones de los filósofos académicos. Es este el contexto en el que nos parece se deben leer los textos críticos de M y N, es decir, no como libros excluidos, añadidos por un editor que no supo dónde más colocarlos, sino como una parte esencial del programa de la filosofía primera del Estagirita. No como un momento “inicial” o “arcaico” del pensamiento aristotélico, sino más bien como el hilo conductor de su propuesta general sobre la sustancia. Esta suposición se confirma cuando leemos en paralelo las primeras cuatro aporías de B, junto con los capítulos iniciales de Z, A y M. Aquí encontramos una continuidad de conceptos que habla en favor de lo que ahora decimos, esto es, en favor de la unidad de los libros metafísicos sobre la base de la crítica a las sustancias separadas, en el marco de una teoría general de la sustancia. Las primeras dos aporías de B, se preguntan por la posibilidad de una sola ciencia sobre las causas y principios; una ciencia que trate sobre los principios de la sustancia y los principios de las demostraciones (Metaf. 995b 5-9). La tercera aporía pregunta si es una y la misma ciencia la que trata sobre la sustancia en general y si acaso es posible tal conocimiento. En conjunto, estas primeras tres aporías se responden, sobre todo, en T1, 2 y 3, en donde se llega a la conclusión de que la ciencia primera, la ciencia “buscada”, es la ciencia de sustancia, llamada simplemente “sabiduría”. La cuarta aporía de B asume esta conclusión y se pregunta:

Entre lo que ha de investigarse necesariamente está también esto: si ha de afirmarse que existen solamente las sustancias [ousíai] sensibles o también otras además de éstas, y si hay un género de sustancias o más de uno como afirman los que, además de las Formas, ponen, entre éstas y las sensibles, las Realidades Matemáticas. (995b 14-17, las cursivas son nuestras)

Mientras que al inicio de Z se repite casi la misma idea, pero se pro fundiza más en su sentido:

Ahora bien, hemos de examinar si son éstas las únicas sustancias o hay también otras, o si lo son sólo algunas de ellas, o también (algunas) de las otras, o si ninguna de ellas, pero sí algunas otras. Los hay [los pitagóricos] que opinan que son sustancias los límites del cuerpo como la superficie, la línea, el punto y la unidad, y que lo son en mayor grado que el cuerpo y el sólido. Además, unos no admiten que haya nada fuera de las cosas sensibles, mientras que otros (admiten) realidades eternas, que las hay en mayor número y que son en mayor grado: así. Platón (admite) las Ideas y las Realidades Matemáticas como dos tipos de sustancias, y la tercera, la sustancia de los cuerpos sensibles; Espeusipo, por su parte, partiendo de lo Uno, pone más sustancias y principios de cada sustancia: un principio de los números, otro de las magnitudes y a continuación, el del alma, y de este modo amplía (el número de) las sustancias. Otros [Jenócrates], sin embargo, afirman que las Ideas y los Números poseen la misma naturaleza y que de ellos derivan las demás cosas, las líneas y las superficies, hasta llegar a la sustancia del firmamento y a las cosas sensibles. (1028b 14-28, las cursivas son nuestras)

En el complejo Z-Θ dicho estudio se lleva a cabo con preferencia en lo que respecta a la sustancia sensible, por lo que el tratamiento de las sustancias separadas se reserva para Λ, M y N. Desde el punto de vista argumentativo, entonces, estos libros vienen a representar el momento refutatorio, los contraargumentos, que afianzan la convicción inicial de Aristóteles. En Λ1 se vuelve a plantear la cuestión de la sustancia separada y se concluye (Λ6-9) con la existencia de un tipo particular, la sustancia primera o en acto. Al comienzo de M (como vimos en el tercer apartado) se reitera esta clasificación de las sustancias y hacia el final de ese libro (M9) se precisa que el objetivo de estos análisis es clarificar por qué las sustancias de la Academia (Números e Ideas) no pueden ser principios y causas de los entes (1086 21-35). En otras palabras, las críticas dirigidas contra los académicos dan por supuestas, tanto la Teoría de la Sustancia desarrollada en el conjunto Z-Θ, así como los argumentos y las aporías de A, B, Γ y Λ. En ningún caso esto quiere decir que M y N sean posteriores a los libros mencionados (la evidencia textual pareciera decir lo contrario, según se dijo al inicio de este artículo), pero sí es razonable suponer que existe una continuidad y homogeneidad conceptual entre los distintos libros metafísicos.

En cuanto al tratamiento específico de las Formas platónicas, podemos ver (de acuerdo a lo que acabamos de decir), que ésta también depende estructuralmente de la crítica general a las entidades matemáticas. Si bien al comienzo de M (1076a 27), se establece que el tratamiento de las Ideas se hará “por separado” (chōrìs), el estudio de los argumentos posteriores (M4-5) revela la íntima conexión que Aristóteles dibuja en las posturas de los académicos (y de Platón) entre las Ideas, los Números y sus Principios. Esta conexión, se encuentra presente ya desde A6 (987b 15-21) y se refleja también en buena parte de las críti cas de A932, lo que hace suponer que se trata de una discrepancia que se arrastra desde el inicio entre Aristóteles y la Academia. Por consiguiente, no es posible analizar correctamente la crítica a teoría platónica de las Ideas, sin abordar la cuestión de los Números y Magnitudes ideales, así como la cuestión de los elementos primeros, Uno y Díada, presentes en los capítulos centrales de M y N. Esté o no en lo correcto Aristóteles, lo cierto es que en sus análisis de las teorías académicas todos estos conceptos se entrelazan y buena parte de sus críticas apuntan precisamente a develar estas conexiones, así como sus incómodos resultados. La eficacia de la crítica aristotélica a la teoría platónica depende, en última instancia, de mostrar, no solo que las Ideas no pueden darse separadas de los sentibles, sino, además, que no son Números y que no se componen de los Elementos del número, el Uno y la Díada (Peramatzis, 2011: 89).

De acuerdo a estos antecedentes es que sostenemos que solo podemos interpretar adecuadamente estos textos finales de la Metafísica teniendo en cuenta el trasfondo de la sustancia aristotélica como arché, es decir, como causa y principio. De aquí se sigue que no podemos leer el bloque M-N al margen del resto de la obra y de la ousiología allí desarrollada. Por consiguiente, podemos establecer que M y N son parte integral del texto de la Metafísica, considerada ahora como una teoría general de la sustancia. Esto los coloca en una condición especial: son libros independientes, pero a la vez dependientes de la Metafísica en un doble sentido, ya que son necesarios para entender la obra y necesitan de ella para ser entendidos.

Referencias

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2Todas las citas de la Metafísica de Aristóteles se harán de acuerdo a la versión de T. Calvo (Aristóteles, 1994), a excepción de una de V. G. Yebra (al inicio del tercer apartado, señalada debidamente) (Aristóteles, 1998). La única enmienda que se hará al texto de Calvo es el uso de “sustancia” en vez de “entidad”, para seguir el uso tradicional dentro de los estudios clásicos. En el caso de los textos en inglés, he optado por traducirlos personalmente y colocar el original al pie de página para facilitar el cotejo. En cuanto a la transliteración de términos griegos, sigo las indicaciones de Berenguer Amenós (1999).

3Esto no significa que no se les haya estudiado en absoluto. Podemos mencionar los espléndidos trabajos de Annas (1976), Cleary (1995) o Pritchard (1995) al respecto. otra fuente importante de comentario de estos libros dice relación con la reconstrucción de la llamada “Doctrina no escrita” de Platón. Aquí, los estudios de Cherniss (1944/1962), IKramer (1959), Geiser (1963), Findlay (1974), Reale (1984) y Fine (1993) han resultado claves. Ninguno de los autores citados, sin embargo (a excepción quizá de Annas), ha abordado M y N desde una aproximación sistemático- unitaria dentro de la Metafísica.

4La lectura de M y N como un lugar de polémica con la Academia pareciera ser el motivo del comentario de Siriano a estos libros (Dillon & O’Meara, 2006: 3).

5Berti (2011: 160) conjetura que el motivo de esta omisión por parte de los comentaristas medievales se debe a que A afirma la existencia de una sola sustancia inmóvil (Dios), mientras que M y N vuelve a plantear la pregunta por las sustancias inmóviles (en plural). Pareciera, entonces, que Aristóteles está más interesado en indagar sobre las sustancias en general que en describir la naturaleza de Dios.

6J. Owens (1978: 421), tiene una opinión similar a esta, aunque, a su juicio, M y N serían más bien la continuación de ZH y no de A.

7Lo cual no quiere decir que sean un conjunto homogéneo de textos, compuesto de manera continua por Aristóteles. La opinión de los especialistas (Annas, 1976: 79; Jaeger, 1946: 208-209) coincide en decir que estos libros parecen un conjunto de notas más que un escrito perfectamente armado, a diferencia de lo que encontramos en otros lugares como el conjunto ZH0.

8Jaeger (1946: 197) excluye deliberadamente a que considera un resumen de A agregado tardíamente.

9Con la salvedad de los capítulos 9-10 de M, que Jaeger fecha junto con la “metafísica original” (1946: 218).

10Decimos “casi” porque es conocida la diferencia de estilo entre ambos textos que hace notar Jaeger y que justifica su datación de temprana de A y tardía de M. En el primero de estos textos, Aristóteles utiliza siempre la primera persona del plural (phámen, Metaf. 990b 17, 24, 991b 7; légomen, 992a 25, 997b 3), lo que señalaría su cercanía aún con el círculo platónico y más especialmente con la teoría de las ideas (de hecho, en el pasaje de 990b 24 se dice: “nosotros afirmamos la existencia de las ideas”). La omisión consistente de la primera persona plural en M4 y su reemplazo por la tercera persona (phesantes/phasin, 1078b 12, ver 1078b 31, 1079a 20, 1080a 6; légontes, 1079a 15), es prueba, en opinión de Jaeger, de la distancia que ahora separa a Aristóteles de los académicos que sucedieron a Platón (Jaeger, 1946: 227-228). J. Annas (1976: 83-84) discute esta tesis, señalando la debilidad de este punto de vista (apoyada en parte en los argumentos de Cherniss, 1944). En M 4, en efecto, el principio de pasar de la primera a la tercera persona no es del todo consistente, pues hay al menos un argumento (que va desde 1079b 3-11), donde se usa el “nosotros” para hablar de una teoría platónica. En opinión de Annas, Aristóteles utiliza indistintamente la primera y tercera persona del plural en varios de sus textos, usando “nosotros” incluso cuando quiere rechazar argumentos ajenos. Desde nuestro punto de vista (como hemos defendido desde el inicio de este artículo y como se explicará a continuación), el problema es secundario si se observan las cosas desde la continuidad temática de los libros metafísicos.

11Algunos comentaristas antiguos, como por ejemplo Siriano (In Arist. Métaph. 160 6-10; Dillon & O’Meara, 2006: 137) consideran que M termina precisamente en el capítulo 9 y desde ahí comienza N.

12Düring (1990: 398-400) comparte esta opinión y agrega que el “contenido, estilo y tono” de M 9-10+N denotan una cierta “arrogancia juvenil” que indicarían la pertenencia de Aristóteles todavía al círculo de la Academia.

13Ver Metaf. 1090b 21 y ss.

14Ver Metaf. 1083b 1. Annas (1976: 85-86) replica a estos argumentos de Jaeger, señalando, no sin razón a nuestro juicio, que en M y N el asunto es discutir las teorías y no atacar ad hominem.

15W. Jaeger (1946: 219) resalta también como argumento un pasaje de N (1091a 30 32) donde Aristóteles vuelve a la primera persona del plural para referirse a una teoría platónica, lo que probaría su datación temprana. Sin embargo, como se explicó en una nota anterior (supra n.9), apelar a criterios estilísticos para probar la fecha de composición no es una prueba concluyente, dado el carácter de los textos aristotélicos. Siguiendo la misma hipótesis de Jaeger, hemos de suponer que los textos de Aristóteles en realidad son notas de uso para la Escuela, lo que indica un estilo disparejo y sujeto a constantes modificaciones.

16Usamos la expresión ousiología para referirnos a la teoría general de la sustancia, entendiendo con ello la definición de filosofía primera que Aristóteles intenta defender en los libros metafísicos. Tomamos esta expresión de Reale (1980) y suponemos que se refiere a una clasificación general de los distintos tipos de sustancias.

17Opinión compartida por Ross (1958 I) y Cleary (1995: 269), entre otros.

18“M-N is unusual among Aristotle's Works in that normally is not much interested in problems created entirely by the theories of others philosophers. But Platonism (...) strikes him as a particularly pernicious view which it is important to combat in interest of the truth.”

19Estos dos capítulos son una reproducción, casi sin alteraciones, de A6 y 9.

20Estas críticas se extienden hasta la primera parte de M 9.

21Se refiere a los principios académicos de Uno y Díada, expuestos al comienzo de la Metafísica, A6, 987b 19-21.

22Este punto se extiende hasta el final de N2.

23Reale (1993: 730), en su versión de la Metafísica, comparte parcialmente nuestra opinión.

24Así, por ejemplo, Robin (1908: 199 n.211) o Rose (1854: 157). Incluso algún especialista, Zürcher (citado por Reale, 1980; 337 n.171), ha considerado que estos libros serían obra íntegra de Teofrasto y no de Aristóteles.

25Recordemos que la misma clasificación aparece en A1 (1069a 33-36), como se mencionó al comienzo de este apartado.

26Una indicación general de este tema puede encontrarse en Stevenson (1974: 138 43) y Di Camillo (2016: 61-73).

27La primera alternativa parece estar contenida, por ejemplo, en G.E.L. Owen (1975), la segunda usualmente es defendida por Cherniss (1944) y hasta cierto punto por Ross (1958 I).

28Recordemos que el verbo dialégó tiene dentro de sus acepciones la de “examinar” o “comparar” (Liddell & Scott, 1996: 400).

29Ver la opinion de Irwin (1998: 26): “Dialectical inquiry begins from common beliefs, proceeds by raising and solving puzzles, and tests theories against common beliefs.”

30“The difference between this and his treatment of similar questions in Metaphysics III can be expressed once again in forensic terms by saying that Aristotle is no longer acting as an arbitrator who listens to both sides, since he has now become one of the plaintiffs who argues to win his case.”

31Aclaramos que esta conclusión vale sobre todo para los libros señalados de la Metafísica (M, N y también A), pues Aristóteles se vale de otros procedimientos (como el examen semántico o el diaporético) en otras partes de la obra; véase Berti, 2008: 87-102.

32Por ejemplo: Metaf. 990b 20; 992a 30-35; 992b1-4; 992b 14-24

1 Doctor en Filosofía. Profesor asistente en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Este trabajo es fruto de una investigación doctoral gracias al financiamiento de una Beca de doctorado Conicyt (N°21100558). Mis agradecimientos al profesor Manuel Correia, del Instituto de Filosofía de la PUC, cuya confianza, enmiendas y consejos contribuyeron a la gestación de buena parte de este estudio.

Received: February 04, 2020; Accepted: September 02, 2020

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