SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.62 issue1La estructura paradojal de la corporalidad eclesial en las Homilías sobre el Cantar de los Cantares de Gregorio de Nisa author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Teología y vida

Print version ISSN 0049-3449On-line version ISSN 0717-6295

Teol. vida vol.62 no.1 Santiago Mar. 2021

http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492021000100143 

Presentación de Libro

Catalina Vial de Amesti

Anneliese Meis Wörmer1 

1Pontificia Universidad Católica de Chile ameiswor@gmail.com

Catalina, Vial de Amesti. Santo Tomás. El Espíritu Santo y la gracia de Cristo en los comentarios tomistas a las cartas paulinas. Centro de Estudios Tomistas CET, RIL Editores, Santiago: 2020. 446 pp.p. ISBN: 978-956-01-0805-0.,

Santo Tomas. El Espíritu Santo y la gracia de Cristo en los comentarios tomistas a las cartas paulinas, de la profesora Catalina Vial de Amesti, es una oportunidad de ver concretadas ideas, profundizadas con ahínco por medio de la investigación y docencia antropológica teológica durante largos años en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Resulta clave para el acceso a la riqueza extraordinaria de este libro la frase conclusiva de la autora: “[…] he intentado responder una pregunta: cómo el hombre puede ser tocado por un Amor total y, a la vez, corresponder libremente a él. En otras palabras, ¿qué es la gracia de Cristo?” (405). Esta frase, de densidad teológica antropológica compleja, en efecto, me configuró la ágil argumentación de la autora, presentada con claridad cristalina y estilo, para la comprensión de la profundidad inaudita de este libro que evoca la inusual actualidad de la exégesis de Tomás de Aquino en los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir.

La constitución del ser humano a imagen del Señor Resucitado por el Espíritu Santo

Cuando la autora presenta la interpretación de Tomás de Aquino respecto a la predestinación por medio de términos configurados para el designio (154), que el Documento de Puebla suele sintetizar como designio del amor de Dios (214), emerge una detallada explicación del texto paulino 1 Co 15,49 (120), junto con Rm 8,29 (117), que entreteje la imagen y la semejanza con el Señor resucitado en cuanto segundo Adán (119-120).

Con esto, Tomás responde a la difícil pregunta subyacente a Rm 8,29: ¿cuál es la imagen del Hijo de Dios, según la cual somos conformados?, al insistir que más allá del Hijo del Padre y el Verbo encarnado es la imagen originaria del Señor resucitado a la cual nos asemejamos desde toda la eternidad. Respuesta, que una exégesis afinada actual, –junto con otros exégetas antiguos como, por ejemplo, Estius, del Concilio de Trento, de tanta relevancia para la antropología teológica–, logran establecer con gran esfuerzo. Lo que parece un detalle insignificante para muchos se revela, para Tomás, en cuanto importancia del cuerpo a todo nivel, especialmente en su relación con el espíritu y el alma (180s), y con la Iglesia cuerpo de Cristo (189s), como la autora no se cansa de resaltar.

Junto con este valioso esclarecimiento, que plasma el capítulo III del libro (104-204), la interpretación de Tomás, presentada por la profesora Vial, aporta otro detalle significativo: la constitución del ser humano en imagen del Señor resucitado por el Espíritu, que Tomás aborda en el prólogo de la parte I-II de la Suma Teológica, por su análisis detenido de la partícula ad, resaltando el dinamismo de la constitución concreta de la imagen de Dios por parte del ser humano. Estos datos, de gran importancia para el proceso de la divinización del ser humano en el mundo, emergen con una amplitud y hondura asombrosa en la medida en que trascienden a la liberación de la persona subsistente por el Espíritu Santo.

La liberación de la persona subsistente por medio de su in-existir tri-forme en el Espíritu Santo

Una segunda idea destacable, me parece gestarse a lo largo de la intrincada argumentación del presente libro en torno a la persona humana, comprendida en cuanto subsistente, como lo enfatiza magistralmente el autor del prólogo (13-16), resaltando el cambio que Tomás introduce en la definición de persona de Boecio en cuanto sustancia individual de naturaleza racional, sustituyendo el término sustancia por subsistencia (15). Tal reemplazo, de parte de Tomás, revela no solo un decidido tomar distancia de la filosofía aristotélica, sino que clarifica la misteriosa idea de persona (13) a la luz del misterio de Dios. Pues la persona no es cosa –sustancia–, sino relación– subsistencia –, verdades opuestas, en nuestra comprensión, pero que la autora hace confluir ágilmente en la comprensión del ser en cuanto que sustancia es relación (50), lo cual resulta evidente solo si se comprende la persona humana subsistente desde las personas divinas y no al revés (51), como lo explica Tomás, con acierto, según el capítulo IV (105-258). Esto significa que el ser humano, en cuanto persona, tiene su origen en la misma Trinidad en tanto misterio de relaciones subsistentes (50s). Lo que resulta evidente para el Padre y el Hijo, pero no así para el Espíritu Santo, cuya subsistencia una teología poco afinada suele pasar por encima, pero que para Tomás es una verdad incuestionable, como lo explica en STh I 37 con claridad y con amplitud y con creces en sus comentarios de las cartas paulinas, de modo transversal.

Cuando demuestra que el Espíritu Santo es el amor subsistente, aporta una verdad profundísima, que la autora resalta con entusiasmo, al dejar claro que el ser del Espíritu Santo no se agota en su relación con el Padre y el Hijo (244s), sino que es alguien a quien el Credo niceno confiesa con fe, del mismo modo que al Padre y al Hijo, siendo de la categoría de Señor, el Amor por excelencia. Si bien el Espíritu Santo inclina al Hijo, a modo del peso (240), pero, por ser reconocible solo en sus efectos –al modo del viento y la luz– se personaliza en María (175) y en los cristianos (259s). Este detalle, al parecer insignificante y de difícil explicación, cuenta, sin embargo, con la experiencia del fenómeno del amor y del conocimiento humanos. Pues como lo conocido está en el cognoscente (238), así “está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, como el Amado en el Amante” (256).

Tal in-existir de uno en el otro se realiza en Dios no en cuanto sustancia divina que es común a las tres personas, sino en cuanto relación del Padre, con el Hijo en el Espíritu, pero como oppositio relatonis dice el Concilio de Florencia (DH 1330), es decir, el Espíritu Santo es espíritu como el Padre es padre y el Hijo, hijo, pero siendo opuesto al Padre y al Hijo el Espíritu no tiene nada propio, excepto el gozo de que el Padre sea padre y el Hijo sea hijo, dice Ricardo de San Víctor (cf. 257). Esta verdad, un tanto descuidada hoy, significa perderse a sí mismo para ganarse plenamente en su ser relación, por medio de aquella libertad que Tomás celebra como ningún otro teólogo en cuanto causa sui (241).

Si bien este ser “causa de sí mismo” puede ser entendido mal en la mera perspectiva aristotélica, para el doctor dominico el autoposeerse y automoverse, no están dados de una vez por todas, sino desafiados por la liberación (360) de su persona subsistente, única e inefable, por medio del Espíritu Santo. Quien es la gracia de Cristo (177), gracia originada en Cristo y orientada hacia él como a su consumación. Así lo sintetiza Ga 5,1 cuando afirma “para la libertad nos liberó Cristo”, una liberación que se concreta en Ga 5,13, donde Pablo insiste en “hacerse esclavo unos de otros” (361). Esta liberación, de la persona subsistente, por el Espíritu Santo y a modo del ser propio de él, adquiere sus formas visibles por la institucionalización en la Iglesia, gracias a la anticipación de nuestro espíritu encarnado por el Espíritu SLa institucionalización del Espíritu Santo por medio del espíritu humano encarnado en la Iglesia

Si bien el fenómeno de la institucionalización está actualmente sumergido en una profunda crisis, la profesora Vial saca a la luz su relevancia indiscutible, al enfatizar el genitivo objetivo junto con el genitivo subjetivo (266), que origina este fenómeno en el espíritu humano. Pues cuando este espíritu se hace lúcido a sí mismo, acogiendo lo otro en su interioridad, busca expresarse desde temprana edad en múltiples formas concretas, estructurando sus necesidades, de modo coherente, para conseguir sus metas en la medida en que se experimenta anticipado por el Espíritu trascendente, al modo de la sonrisa de la madre.

Esta anticipación involucra, según Tomás, al Espíritu Santo creador y su autonomía, es decir, crea de la nada (282) pero impregna a lo creado con aquella autonomía relativa. Da así curso a la fecundidad cultural creacional, vigente hasta hoy, cuyo pálido reflejo es el proceder del artista (227), que explica de modo análogo la presencia actuante del Espíritu Santo en las estructuras visibles de la Iglesia, cuerpo de Cristo, sobre todo por medio de los sacramentos (190). Esto invalida la crítica hecha al concilio Vaticano II respecto a la ausencia del Espíritu Santo, pues este mismo Espíritu está omnipresente solo que su descubrimiento requiere de una mirada penetrante hasta la interioridad, ligada a la fe, esperanza y caridad, según Tomás, y resaltado siempre de nuevo por el adjetivo interior (356s).

Debido a que la institucionalización del Espíritu Santo en la Iglesia siempre es limitada y sujeta a la recepción libre del espíritu humano, a su lenguaje y los desafíos del contexto, se requiere un permanente sumergirse en la interioridad de su misterioso origen en cuanto nexo entre la dimensión individual y colectiva. Solo tomando contacto con las raíces internas, –el proceso histórico, a través del cual se gesta toda institucionalización– ella se renueva como muestra Tomás al abordar la historia de la gracia de Cristo, no sólo en STh I-II 106-108, sino sobre todo en los comentarios a las cartas paulinas. Al respecto resulta clarificadora la precisión del concepto historicidad (53), que produce aquellos nudos, que solo el Espíritu Santo “puede disolver”, según el Papa Francisco (Laudato si’ 80).

En síntesis, el ser humano puede ser tocado por un Amor total y, a la vez, corresponder libremente a él en cuanto constituido a imagen del Señor resucitado por el Espíritu Santo, en la medida en que, gustosamente, elige la gracia de Cristo para la cual ha sido elegido, de tal modo que su persona subsistente se libera para un in-existir triforme en el Espíritu Santo, quien siendo la gracia de Cristo, se institucionaliza mediante el espíritu encarnado desde la interioridad humana para la visibilidad de la Iglesia. Disfrutar esta verdad insondable, en la cual Tomás de Aquino nos adentra por su magistral exégesis de las cartas paulinas, del todo desconocida y rescatada por este libro excepcional de la profesora Catalina Vial de Amesti en su gran relevancia hoy.

Creative Commons License This is an Open Access article distributed under the terms of the Creative Commons Attribution Non-Commercial License, which permits unrestricted non-commercial use, distribution, and reproduction in any medium, provided the original work is properly cited.