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Revista de filosofía

On-line version ISSN 0718-4360

Rev. filos. vol.77  Santiago Dec. 2020

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-43602020000100225 

Documentos

Ceremonia de otorgamiento de la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque 2019. Galardonado en 2018, presenta a Marcos García de la Huerta

Luis Merino1 

1Universidad de Chile, Santiago

De acuerdo a los criterios que rigen la entrega oficial y pública de la distinción Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque, me corresponde presentar al profesor Marcos García de la Huerta Izquierdo, quien ha obtenido esta distinción el presente año en la mención Artes, Letras y Humanidades.

He organizado esta presentación en las siguientes secciones: una breve biografía, un somero análisis del contenido de su actividad académica y una aproximación a sus contribuciones más relevantes.

El profesor García de la Huerta obtuvo en la Universidad de Chile dos grados académicos, el de licenciado en Economía y Ciencias Sociales en 1960, y el de licenciado en Filosofía en 1961. Como parte de sus estudios conducentes al primero de estos grados, prosiguió cursos en comercio internacional y teoría monetaria, por una parte, pero también de derecho del trabajo y desarrollo del país por la otra. En esa época la teoría monetaria se constituyó en materia de su incumbencia. A los veintidós años escribió su tesis sobre Los factores políticos sociales de la inflación chilena (1960), y surgieron también sus dudas sobre la pertinencia del monetarismo, que subyace en la ulterior teoría neoliberal, dentro de la comprensión del fenómeno inflacionario chileno.

En el recordado Instituto Pedagógico prosiguió sus estudios de Filosofía, donde tomó contacto con figuras célebres como Jorge Millas (Filosofía Moderna), Luis Oyarzún (Estética), Francisco Soler (Filosofía Contemporánea), Cástor Narvarte (Filosofía Antigua), Bogumil Jasinowsky (Filosofía Medieval), Gerold Stahl (Lógica) y Desiderio Papp (Historia y Teoría de la Ciencia). La tesis para obtener el grado versó sobre La crisis histórica según la razón vital. Fue entonces que inició su labor académica como ayudante de las cátedras de Filosofía Moderna y de Filosofía Contemporánea, en la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile.

De este modo estableció las bases de su ulterior quehacer académico, el que se caracteriza por una amplia mirada interdisciplinaria, basada en lo que él mismo formula como “los cruces, entrelazamientos y requerimientos mutuos entre los saberes”, lo que no significa “superposición ni imposición”, sino “más bien fecundación”.

El profesor Patrice Vermeren ha hecho una completa relación de los estudios de postgrado realizados en Europa por el profesor García de la Huerta. Entre 1961 y 1962 en París sigue los cursos de Paul Ricoeur, de Jean Wahl y de Henri Gouhier, con quien realiza su tesis de doctorado titulada De la razón suficiente a la razón histórica, rindiendo su examen de grado en 1964.

Entre 1963 y 1964 realiza estudios en la Universidad Ludwig Maximilian de Munich. El profesor Vermeren señala que “sigue las enseñanzas de Max Müller, un buen conocedor de Nietzsche y discípulo de Heidegger; de Ernesto Grassi, que había enseñado en Chile, confrontando su experiencia europea con los modos de vida latinoamericana para interrogar mejor los conceptos de historicidad, de objetividad científica y dominio técnico de la naturaleza; y de Wolfgang Stegmüller, cuya especialidad es la filosofía analítica y la teoría del conocimiento”.

A su regreso a Chile ingresa a la Universidad Católica de Valparaíso y enseña además en Playa Ancha, cuando era sede de la Universidad de Chile. Al respecto, el profesor García de la Huerta evoca que “fue en el Valparaíso de entonces donde hice algunas de mis mejores amistades y donde conocí a mi mujer [María Elena], que es porteña. Eso fue antes del 73; después, todo eso se derrumbó, literalmente, de golpe: se desintegraron los grupos de trabajo, se dispersaron los amigos, muchos partieron al exilio, a los cuatro puntos cardinales, a mí me exoneraron, como se decía cuando a uno lo despedían sin motivo ni explicación”.

En 1964, el profesor García de la Huerta había además ingresado al entonces Departamento de Estudios Humanísticos en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Uno de sus fundadores fue Enrique d’Etigny junto con los filósofos Roberto Torretti, Carla Cordua y José Echeverría. A raíz de la intervención militar de la universidad que afectó, entre otras áreas del saber, a la Filosofía, se vio forzado a cultivar intramuros la disciplina. No obstante, su contacto con el Departamento de Filosofía de la Universidad de París 8, cuyo primer director fue Michel Foucault, y el que según el profesor Jorge Vergara “ha tenido especial relevancia para los investigadores latinoamericanos”, le permitió participar en una red nacional e internacional de estudiosos que hicieron un impulso renovador al cultivo de la filosofía en el país.

En 1998 ingresó como profesor del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Además de sus labores académicas, es integrante desde 2008 de la Comisión de Evaluación Académica de esta facultad. Desde 2010 se ha desempeñado como director de la Revista de Filosofía, la que se encuentra actualmente disponible en línea y que ha alcanzado indexación internacional ISI y Scopus. Esto último constituye un importante logro para la Filosofía y las Humanidades en general, habida consideración de la primacía de las así denominadas Ciencias Exactas en esta métrica de indexación.

Desde 1980, el profesor García de la Huerta ha desarrollado alrededor de diecisiete proyectos de investigación asignados mediante concurso por el Departamento Técnico de Investigación (DTI), en la actualidad el Departamento de Investigación y Desarrollo (DID) de la Universidad de Chile, además de Fondecyt y CONICYT. En el marco de los lazos internacionales de esta última agencia, el profesor García de la Huerta ha llevado adelante proyectos con el Ministerio de la Cultura de Francia y con el Consejo Superior de Investigación Científica (CSIC) de España. En varios de ellos ha contado con la colaboración del profesor Carlos Ruiz, y en uno participó el recordado filósofo Humberto Giannini. Los resultados de sus trabajos se han comunicado en catorce libros de su autoría, cuatro libros cuya edición le ha correspondido dirigir, treinta y seis capítulos de libros y numerosos artículos en revistas de circulación nacional e internacional. Tres de sus libros han sido premiados por el Consejo Nacional del Libro y otros cuatro fueron galardonados por el Fondo Juvenal Hernández.

El centro de su fecunda actividad académica ha sido la filosofía. De acuerdo con Patrice Vermeren “la filosofía ha sido, por de pronto, una elección de vida”. Y agrega que “le volvió insoportable también, como a los antiguos marinos, la idea de una filosofía que se nutre de ella misma y se marchita en querellas de escuela. El viaje a Europa le estimula la inquietud filosófica de hacer materia de la filosofía de aquello que no es ella misma”.

Esta se podría considerar como una primera dimensión de su quehacer filosófico. Una segunda dimensión es el carácter dialógico. Según lo señala el profesor Jorge Vergara, la obra filosófica del profesor García de la Huerta se realiza y plasma “en una conversación crítica con otros autores”. En similar tenor, el profesor Xabier Insausti comenta que el profesor García de la Huerta “ha logrado algo difícil y poco común en filosofía: hacer que los colegas de su país discutan sus ideas, intercambien opiniones y tematicen sus divergencias sobre asuntos de interés común”. En este sentido reviste un gran provecho la lectura de libros como Reflexiones sobre política y cultura en Latinoamérica (2016), editado por los profesores Marcos Aguirre y María Cecilia Sánchez, y Relecturas de la técnica y la cuestión del cuidado del mundo (2019), en los que aparece un contrapunto (por usar un término de la música) entre trabajos escritos por filósofos y especialistas de otras disciplinas acerca de tópicos de la obra del profesor García de la Huerta, y las réplicas del autor. Estas últimas permiten entender mejor los planteamientos que nuestro homenajeado desarrolla en mayor profundidad y extensión en otras de sus publicaciones.

Una tercera dimensión se podría denominar como integrativa, y se evidencia en el abordar la Historia, la Política, la Tecnocracia, la Ética y las Identidades, desde la perspectiva de la Filosofía. Según ya se ha señalado, esto no significa ni superposición, ni imposición de los saberes, sino que una fecundación entre ellos.

Intentaremos una breve profundización en la tercera dimensión señalada en lo que se refiere a la Historia. En su libro Chile 1891: la gran crisis y su historiografía. Los lugares comunes de nuestra conciencia histórica (Santiago, 1981) formula la siguiente pregunta acerca de “la índole o naturaleza del conocimiento histórico”: ¿Consiste la historia “solo en contar y describir ‘el pasado’ como un copista reproduce un original; o es más bien construcción, hipótesis, teoría?”. Para llegar a esto último no basta un enfoque meramente descriptivo resultado de una actitud “perfectamente acrítica y prerreflexiva”. Es necesario recurrir a investigaciones de la Sociología, Economía y de otras disciplinas, además de la histórica propiamente tal, para elaborar un método que sirva de base pare reinterpretar “ese importante momento de la historia germinal del siglo XX como fue la Guerra Civil de 1891”.

Esta reinterpretación crítica y reflexiva la realiza el profesor García de la Huerta en el caso de otros momentos de la historia de Chile, lo que permite al lector tener una visión amplia y abarcadora desde el presente, de algunos rasgos y eventos centrales que se han decantado durante los más de cinco siglos de existencia del país. En la primera parte de su libro Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia (Santiago, 1999) entrega un conjunto de pensamientos surgidos al tenor de los numerosos actos recordatorios del Quinto Centenario”. El término “intra-historia” proviene de Unamuno, y alude “a esas zonas invisibles de la realidad humana hasta donde no suele llegar la disciplina histórica”. Representa “un descenso al subsuelo cultural, una exploración de la historia recóndita del continente, tomando como punto de orientación las proyecciones que ahora pueden avizorarse, después del medio milenio de choques e interacciones entre dos mundos de tan abrupta asimetría como eran el peninsular y el indiano”.

De ahí identifica un rasgo central, presente hasta el día de hoy en “las instituciones y las prácticas”: la violencia, que ha llevado, entre otros efectos, a “la exclusión de lo aborigen que caracteriza a la cultura nacional chilena”, aspecto que ha subrayado el profesor Carlos Ruiz entre las preguntas que ha formulado el profesor García de la Huerta. Por otra parte, en el libro Identidades culturales y reclamos de minorías (Santiago, 2010), identifica otro rasgo central: la cultura del barroco como “la única síntesis cultural auténtica en la historia latinoamericana”. Permanece vigente hasta el día de hoy “en la religiosidad, porque el contacto más significativo y profundo de las culturas amerindias con el mundo europeo se produjo a través del mito, del imaginario mítico-religioso”. Vinculado con los dos rasgos anteriores, y en parte como un corolario, está la tensión constitutiva de América Latina, “que deriva de su singular relación con Europa y Occidente. Se trata de una constante, un conflicto secular entre una cultura vernácula o tradicional y un proyecto modernizador que plantea la necesidad de reformar aquella”.

Desde esta tensión constitutiva examina la república como “el pasaje mayor, el gran punto de encuentro entre Europa y América en el siglo XIX”, como “el referente que enlaza dos siglos, dos continentes, dos mundos”. Como parte de este proceso, la creación de los estados nacionales decimonónicos resultaron ser “un ensayo relativamente fallido, en la medida en que reproducen la misma tensión fundamental entre una cultura vernácula y un proyecto transformador impulsado desde arriba”. El subsecuente papel del Estado en Chile, desde su fundación hasta la privatización de que fuera objeto dentro del modelo neoliberal actualmente vigente en el país, con la consiguiente fragmentación social, es otra de sus múltiples líneas de investigación, y remite a la importancia de la creación de un espacio público compartido, que permita desarrollar una actividad política que sea verdaderamente ciudadana en una sociedad compleja, diversa y plural como es la chilena en la actualidad. El tratamiento de estos y muchos otros tópicos, que no se detallarán en aras de la brevedad, remiten al valor de la reinterpretación de la historia que ha hecho el profesor García de la Huerta desde la filosofía para comprender mejor el Chile profundo. De acuerdo con la profesora Carolina Pizarro, se trata de “levantar una mirada que supere el estrato del mero acontecer para ingresar en zonas de sentido más profundas”.

Una aproximación similar a la esbozada en esta ocasión con la Historia, se podría tratar en el caso de las otras grandes áreas que se han señalado como parte del universo intelectual del profesor García de la Huerta: la Ética, la Política, la Tecnocracia y la cuestión de las Identidades culturales, entre algunas de las principales. No se intentará en esta ocasión en aras de la brevedad.

Quisiera concluir evocando mi primer contacto con el profesor García de la Huerta durante el período comprendido entre 1990 y 1993 que me correspondió ejercer el cargo de Vicerrector Académico y Estudiantil de la Universidad, gracias al honroso encargo del entonces rector Dr. Jaime Lavados. Una de las líneas de trabajo que se desarrollara entonces en la Vicerrectoría estuvo a cargo del profesor César González, director del Departamento de Postgrado, y consistió en el fomento a la creación de programas interdisciplinarios, interfacultades e interinstitucionales de postgrado, de vinculación tanto nacional como internacional. El propósito era superar el ensimismamiento disciplinario, la falta de vinculación entre las facultades, y el aislamiento institucional tanto a nivel de país como internacional de la Universidad de Chile, después del largo período de la intervención a que fue sometida durante la dictadura.

Dentro de este contexto, el profesor García de la Huerta, junto a un grupo de académicos, propuso a la Vicerrectoría a mi cargo, la creación de un programa de Doctorado en Filosofía con menciones en Epistemología de las Ciencias Sociales, Ética y Filosofía Política, que apuntaba justamente al cumplimiento de este propósito, y que fue aprobado por el Consejo Universitario en 1994, siendo Vicerrector el Dr. Fernando Lolas Stepke. El programa quedó a cargo de las Facultades de Filosofía y Humanidades y la de Ciencias Sociales, y contó con la colaboración del Departamento de Estudios Humanísticos. Además de profesores de estos organismos, el claustro académico inicial contemplaba la participación de académicos de la Facultad de Artes, los Institutos de Ciencias Políticas y de Estudios Internacionales y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, además de la Universidad de Humanismo Cristiano. En un plano internacional, participaron en este claustro profesores de las universidades de Reims y de París I, V, VII, VIII y X, además de otras instituciones francesas. La elección de las menciones obedeció al siguiente propósito:

“Consiste en abrir la filosofía a problemas y preguntas que se suscitan en otras áreas del saber y en la práctica social, o, más exactamente, en hacerse cargo de las intersecciones de la filosofía con aquellas. La necesidad del juicio reflexivo que permita conectar disciplinas diferentes se ha generado en buena medida por la actual fragmentación del saber. La formación rigurosa en cuestiones de este orden, donde el conocimiento de la ciencia exacta no es posible, resulta imprescindible”.

Decenas de estudiosos han cursado este programa, entre ellos el profesor Carlos Peña. Entre aquellos que escribieron sus tesis de doctorado bajo la guía del profesor García de la Huerta, se puede señalar a Constanza Symes, actualmente residente en Alemania y a Rodrigo Karmy, quien después se incorporó al Centro de Estudios Árabes, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Humanidades.

De este modo fue posible entonces integrar a una praxis institucional la fecundación de los saberes que ha constituido la tónica central del quehacer académico del profesor Marcos García de la Huerta.

Señoras y señores. El otorgamiento de la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque al profesor Marcos García de la Huerta Izquierdo, es un reconocimiento a una labor académica de estudio y enseñanza del más alto nivel de excelencia y reconocimiento, que se ha realizado con una firme e insobornable posición ética, y que se ha proyectado más allá de la Universidad de Chile al conjunto del país. Se podría hablar de un filósofo ciudadano, tomando como un referente el término artista ciudadano, formulado por el reconocido artista visual José Balmes, Premio Nacional de Artes 1999. Las ideas y planteamientos que ha formulado el profesor de la Huerta tienen una particular relevancia como referentes orientadores de la necesaria acción política que se deberá desarrollar para hacer de Chile un país más justo y solidario. Es por ello que resulta tan oportuno y merecido el otorgamiento del Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2019, con posterioridad, debo agregar, al discernimiento de la distinción que hoy día nos congrega.

Muchas gracias por su atención

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