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MUERTE, LIBERTAD, SUICIDIO (I):
«LA FILOSOFÚV COMO PREPARACIÓN PARA LA MUERTE»
EN AGRADECIMIENTO A D. VICENTE ROMÁN FUENTES
INTRODUCCIÓN La muerte, como el nacimiento, constituyen las dos experiencias humanas más universales. Lo que se puede decir del ser humano con total certeza es que una vez nacido del seno de una mujer su proceso biológico Ie encamina inexorablemente a Ia muerte. Las religiones han ofrecido distintas explicaciones de Ia realidad mortal del hombre e igualmente expresan anhelos y certidumbres de diverso género sobre el «más allá» de nuestra vida. No es extraño, pues, que el impacto de Ia muerte también esté presente en el origen del pensar filosófico. Los continuos cambios y transformaciones de Ia naturaleza, así como Ia mutabilidad, fin5tud y mortalidad de los seres humanos, pueden ser interpretados como las raíces del pensar filosófico y por ende, su impulso y acicate. Escribió Schopenhauer: «La muerte es e¡ genio inspirado, el Muságetas de ¡a filosofía... Sin ¡a muerte difícilmente se hubiera filosofado» 1. Los primeros filósofos, en sus reflexiones cosmológicas, se referían al hombre como «mortal», resaltando Io que consideraron su calificativo antropológico más específico. Y encontramos en los fragmentos que nos han llegado hasta hoy algunas afirmaciones sobre Io
1 A. Schopenhauer, Ei amor, las mujeres y Ia muerte, Edaf, Madrid 1979, p. 81. En otro texto resulta aún más claro: «Es el conocimiento de Ia muerte junto con Ia visión del dolor y Ia miseria de esta vida Io que, sin duda, ha dado el impulso más fuerte a Ia reflexión filosófica y a las explicaciones metafísicas del mundo. Si nuesíra uida no tuuiese fin ni dolor a nadie probablemente se Ie ocurriría preguntarse por qué existe el mundo o por qué está hecho así, sino que todo eso sería algo obvio» (texto recogido y traducido por D. Sánchez Meca en el estudio preliminar de A. Schopenhauer, El dolor del mundo y el consuelo de Ia religión, Alderabán, Madrid 1998, p. 10).
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