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Teología y vida

Print version ISSN 0049-3449On-line version ISSN 0717-6295

Teol. vida vol.60 no.1 Santiago  2019

http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492019000100185 

Recensiones

Una Chiesa incarnata nella storia

Rodrigo Polanco1 

*Facultad de Teologia Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile.

SALIS, MIGUEL DE. Una Chiesa incarnata nella storia. Elementi per una rilettura della Costituzione Lumen gentium. EDUSC, Roma: 2017. 280 ppp. ISBN: 978-88-8333-658-4.

Como su título lo indica, se trata de un estudio eclesiológico, fruto de años de docencia en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma, acerca de tres grandes claves de lectura de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II. Con ello, el autor, experimentado eclesiólogo, entrega, además, valiosos elementos para leer de manera contextualizada todo el Concilio Vaticano II. No se trata de un comentario a Lumen gentium, sino de algo diferente y muy necesario para una mejor comprensión de la constitución: entregar elementos teológicos e históricos para una adecuada entrada a los textos y, en general, al acontecimiento del Concilio Vaticano II.

Dividido en cuatro capítulos, el texto en italiano se lee con mucha agilidad y se despliega en un esquema de tres momentos que hacen muy ordenada y fácil la lectura. Da gusto leer un texto que, junto con ser profundo y con buenas referencias bibliográficas, se pueda seguir con fluidez.

El capítulo primero, “algunos elementos para comenzar una lectura del Vaticano II en la historia”, una especie de introducción general al tema, se propone con éxito hacer una “hermenéutica del texto del Concilio Vaticano II” y un “análisis de los elementos necesarios para situarlo dentro de la historia de la eclesiología” (p. 14). Este capítulo es especialmente importante en estos últimos años, en donde, a partir de 2005, la discusión ha estado centrada en la disputa entre una hermenéutica de la ruptura o una hermenéutica de la continuidad. El autor, en las conclusiones, considera que el binomio ruptura-continuidad “ha llegado a ser insuficiente para un estudio sereno y profundo” (p. 252) y propone, a lo largo del texto, más bien, una mirada histórica del Concilio que hemos de recibir como don para la Iglesia dentro de un proceso histórico “con sus límites y sus potencialidades” (p. 253). Esto lo fundamenta –el autor– a partir de un estudio sintético sobre los momentos relevantes de la posterior hermenéutica del Concilio.

Los tres siguientes capítulos, como hemos dicho, siguen el esquema de tres momentos: el período precedente al Concilio, el análisis de los temas en el texto de LG y la evolución de los temas en los años posteriores al evento. Esto permite, en la primera parte, situar cada tema estudiado dentro de su contexto histórico y ponderar de mejor manera, tanto los aportes novedosos del Concilio, como su dependencia de la evolución del pensamiento de los años precedentes. A continuación, el estudio de los temas en el texto de LG está llevado a cabo con prolijidad, a pesar de que intenta ser resumido y más esquemático. Aprovecha bien los comentarios y otros instrumentos hermenéuticos hoy a disposición de los investigadores. En tercer lugar, la historia de la recepción la desarrolla, sobre todo, a partir de la reflexión de acontecimientos centrales y de autores relevantes de las últimas décadas. En síntesis, el esquema seguido resulta clarificador para el estudiante que desea conocer con más profundidad los textos conciliares, como también para el investigador que puede encontrar aquí un texto con el cual dialogar.

El capítulo II, “Los paradigmas inspiradores de la eclesiología del siglo XX”, llega a la conclusión de que, siendo la imagen de Pueblo de Dios, “caracterizado trinitariamente y leído en una perspectiva histórico-salvífica”, la preferida por los padres conciliares, la eclesiología debe caminar entonces a partir de una visión “más teocéntrica e histórico-salvífica del misterio eclesial” (p. 250). Esto es muy importante porque se aparta, por una parte, de la idea superficial de elegir una imagen como la única central del Concilio, como por otra parte, del intento por buscar una simple simbiosis de las imágenes eclesiales utilizadas por el Vaticano II. La certera opinión del autor afirma la necesidad de una integración de las imágenes desde su centro teológico.

“El rol del Espíritu Santo en la Iglesia” es el tema del capítulo III. Es el capítulo más extenso y al cual le dedica especial cuidado. Y con razón. Es un argumento muy importante durante el siglo XX y el Concilio mismo. Importante en Occidente, porque se intenta recuperar un tema que ha sido tradicionalmente pobre en nuestra Iglesia latina y, en cambio, muy subrayado en oriente, que por lo demás siempre se ha quejado de esta falencia Occidental. Durante el desarrollo del Concilio esto se hizo evidente a partir de algunas intervenciones de los obispos de las Iglesias de rito oriental. El prof. de Salis presenta de buena manera los distintos aportes a la pneumatología durante el siglo XX, tanto antes como después del Concilio, y subraya los aportes del evento conciliar. Muy interesantes resultan sus conclusiones acerca de la necesidad de avanzar en la comprensión teológica y en las consecuencias canónicas “[d]el origen pneumático de la estructuración de la Iglesia (incluida aquella jerárquica)” (p. 251). Efectivamente aquí está indicado uno de los desafíos más importantes para los años que vienen: sacar las consecuencias prácticas (= estructurales) de una eclesiología más pneumatológica.

Termina el texto con el capítulo titulado “Extra Ecclesiam nulla salus”, en donde reflexiona sobre una de las novedades más importantes del Concilio, como fue la comprensión de la Iglesia como misterio de salvación. Junto con hacer una buena presentación de la historia y del status quaestionis del tema, aporta a una comprensión más equilibrada de la “necesidad de la Iglesia peregrina para la salvación”, que no haga de esto un tema marginal, pero que sí lo haga comprensible en el contexto actual, que es culturalmente plural e histórico. Se nos presenta entonces el inmenso desafío teológico de “profundizar más la relación entre gracia que salva y la Iglesia” (p. 252). El autor está consciente de que el Concilio, aún habiendo abierto la reflexión en este tema, no ha resuelto todos los problemas allí implicados y, sobre todo, no podía prever los nuevos desarrollos teológicos a los que se enfrenta este tema hoy en día: las teologías del pluralismo religioso obligan a entrar en este argumento con mayor fineza. Sin duda, las reflexiones del presente texto, con ser simples y ordenadas, van en la dirección correcta y abren perspectivas para los estudios de los próximos años.

En síntesis, un buen libro, útil para estudiantes y profesores, que se inscribe dentro de la numerosa literatura que ha surgido con ocasión de los 50 años de la culminación del Vaticano II. Después de medio siglo, estamos en un primer gran estadio de recepción que permite una mirada crítica muy necesaria para mantener su perenne actualidad.

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