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Alpha (Osorno)

On-line version ISSN 0718-2201

Alpha  no.40 Osorno July 2015

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012015000100017 

TRADUCCIÓN

UNA VEZ MÁS EN LA BRECHA: LA RESPUESTA DE KANT A HUME, PARA VARIAR. Lewis White Beck (1913-1997)1

Once More unto the Breach: Kant’s Answer to Hume, Again. Lewis White Beck (1913-1997)

 

David Rojas Lizama*
Traductor

Universidad de Santiago de Chile*, Departamento de Filosofía, Santiago, Chile.

Dirección para correspondencia


Ha sido un permanente escándalo de la filosofía académica que después de casi dos centurias la cuestión todavía deba ser debatida ¿En qué consistió la réplica de Kant a Hume? A menos que haya convención al respecto, habrá escasas razones para esperar que el problema filosófico de la adecuación de una teoría como la de Kant, para responder problemas emergentes de una teoría como la de Hume, pueda ser resuelto.

Dos contribuciones recientes2 atribuyen a Kant casi la misma respuesta. Mrs. Schipper (73) sostiene que la existencia de la ciencia física objetivamente válida es una hipótesis fundamental de Kant y que esta ciencia presupone la ley de la causalidad; desde aquí, ella deriva mediante un magnífico non sequitur, que “nosotros podemos tener conocimiento de una secuencia necesaria, porque lo presuponemos en nuestras leyes o ‘legislación de la naturaleza’” (74). Fuerza recordar la aguda llamada de atención de Lord Russell, acerca de que el presuponer tiene las mismas ventajas respecto de la demostración que el robar tiene en el trabajo honesto.

El segundo autor critica el artículo de Mrs. Schipper por no entregar ni “una respuesta al problema de Hume ni… la solución definitiva de Kant” (71); pero siete páginas más tarde concluye que “Kant ha mostrado que la mente humana, si esto es tener cierto conocimiento, debe emplear las categorías como presuposiciones a priori de la experiencia” (77-78, itálicas añadidas). Claramente, si nosotros vamos a decir que tenemos cierto tipo de conocimiento, tendremos que derribar los argumentos o premisas del escéptico que se esfuerza por mostrar que esto no es posible. No hay nada en la lógica de estos artículos a lo que Kant pueda alegremente adherir, habiéndose divorciado ya de aquellos que “suponían concedido lo que él [Hume] precisamente dudaba, y ponían, por el contrario, en duda, con vehemencia, y muchas veces con gran inmodestia, aquello de lo que jamás se le había ocurrido dudar”3.

El reciente libro del profesor Robert Wolff ha tratado el problema de la respuesta de Kant a Hume con extensión y admirable sutileza4. Debido a que el profesor Wolff me hizo el cumplido de tomar una de mis notas al pie con suma seriedad, y ha escrito una extensa crítica del argumento que esta contiene en forma concentrada, de hecho disecada [inspissated], me gustaría comentar este argumento y, de manera más extensa y dando las gracias por su análisis tan cuidadoso, tratar de hacer de mi argumento algo aún más fuerte. Wolff resume mi argumento en las siguientes palabras:



Un análisis regresivo, comenzando desde las matemáticas y las ciencias, no refutará a Hume, porque la matemática y la ciencia es [sic] precisamente sobre lo que Hume profesa dudar. Pero si exactamente los mismos principios (premisas) que producen (implican) la ciencia y la matemática, además, incluso implican la distinción entre aparente objetividad y subjetividad, etc., etc., luego Hume habrá sido convincentemente replicado, y ni siquiera él podría negarlo5.


 

 



Así vista la crítica de Wolff hacia mí es como la mía hacia Schipper y Williams: el método regresivo no provee de verdad a las premisas, incluso si la verdad de la conclusión es asumida. Tal argumento meramente afirma un consecuente.  Y ya que alerté bastante acerca del peligro de esta falacia, sostuve también, quizás demasiado brevemente, que las condiciones suficientes para establecer la verdad de las proposiciones de las que Hume dudó son necesarias para las proposiciones que aceptó. El profesor Wolff aparentemente me interpretó como diciendo meramente que las premisas de Kant son también las premisas de Hume, cuando en realidad dije lo siguiente:



La justificación de los principios no es meramente que producen el tipo de conocimiento del que Hume dudó; más bien, ellos también son —como lo sostuvo Kant— las condiciones necesarias para cualquier experiencia enlazada en el tiempo… lo que cualquier hombre sano, incluyendo a Hume, debería conceder6.


 



Hay una importante diferencia lógica aquí, al afirmar que un consecuente es válido si el antecedente es una condición necesaria.

Llamemos K a un conjunto de proposiciones aceptadas por Kant y puestas en duda o rechazadas por Hume; H a un conjunto de proposiciones aceptadas por Hume (e, incidentalmente, por Kant); finalmente, establezcamos un conjunto P de proposiciones suficientes para sostener K (por tanto, P implica K). La respuesta de Kant a Hume busca mostrar que P es necesario para H y que, por lo tanto, H implica K.

En mi nota al pie mencioné las proposiciones necesarias para la distinción entre percepción errónea y verídica, como presuposiciones cruciales que Hume tuvo que hacer, en orden de sostener los argumentos inductivos que necesitaba, incluso para sus truncas explicaciones causales. No obstante, ahora deseo dirigir la atención a un pasaje en el que Kant discute la causación conforme al patrón lógico recién dicho;  y a pesar de que Hume no aparece mencionado, sostengo que este pasaje constituye “la respuesta a Hume” de Kant. El pasaje aludido (A195-96/B240-41) aparece en las discusiones en torno a la tercera prueba de la “Segunda analogía de la experiencia”, y nosotros, en orden de comprenderlo, debemos verlo dentro del contexto de dicha sección.

Kant sostuvo que la aprehensión de un evento objetivo, en contraposición a la de un estado de cosas permanente, requiere el reconocimiento de que la representación, que nosotros llamamos representación de un evento, debe aparecer en una posición determinada en el orden de nuestras representaciones. De manera contraria, no seríamos capaces de distinguir la serialidad de nuestras representaciones de estados de cosas de la serialidad de nuestras representaciones de una secuencia objetiva de estados de cosas, o la transición de un estado a otro que constituye un evento. El orden en el que aprehendo las representaciones de eventos es fijado por los eventos, mientras el orden en el que aprehendo representaciones de estados de cosas permanentes es fijado por mí, a discreción o accidentalmente. Pero un orden en las apariencias (objetos y eventos) es donde una apariencia aparece antes que otra o junto con esta, y este orden tiene un estatus diferente del orden de las representaciones, ya que siempre una representación ocurre antes que otra incluso cuando estamos representándonos un estado de cosas en donde un ingrediente no puede “tomar su lugar” antes que otro. Nosotros somos capaces de decidir que una secuencia de representaciones es evidencia de una secuencia de eventos solo si el orden de las representaciones es tal que nosotros creemos (correcta o equivocadamente) que una de las representaciones debe ocurrir antes que otra. Porque en este caso interpretamos la primera representación, llamada Ra, como evidencia para el evento A, y si Ra no puede (según nosotros) ocurrir después de Rb, nosotros pensamos (correcta o equivocadamente) que no puede ocurrir B antes que A. Ahora, una condición donde un evento B no puede ocurrir después que A es que A es una causa de B. Por tanto, la decisión de que una representación dada Rn es una representación de un evento, es independiente de la creencia (la que puede estar equivocada o en lo correcto) de que lo que Rn representa ocurre después de lo que es representado por Rm y no puede ocurrir antes. Por lo tanto, Kant concluye:



La experiencia de algo en sucesión es posible solo sobre la asunción de que las apariencias en su sucesión —es decir, las apariencias tal como ocurren (=eventos)— están determinadas por el estado precedente7.






Para la aplicación de este análisis, volvámonos sobre los puntos de vista de los predecesores de Kant —presumiblemente Hume—. Se asume generalmente, dice Kant, (1) que nosotros descubrimos que A es la causa de B por inducción, mediante la observación de la regularidad de que A precede a B; y (2) que “esto es lo que primero nos da ocasión de formarnos el concepto de causa”8. Hume sostuvo estas dos proposiciones, y nosotros podemos hablar de (1) la “Enquiry-tesis” y (2) la “Treatise-tesis”, debido a los trabajos en los que estas posiciones fueron satisfactoria y característicamente elaboradas.

Kant acepta completamente (1). Está en total acuerdo con Hume de que nuestro conocimiento de conexiones causales entre eventos específicos es a posteriori y no a priori, sintético y no analítico, inductivo y no lógico, probable y no cierto. Sus métodos para encontrar la causa de B son exactamente aquellos que el propio Hume prescribe, e incluso la oportunidad de tener éxito en esta empresa, estimado por Kant y Hume, es exactamente el mismo. Lo primero que Kant responde a Hume es, por tanto, que está de acuerdo con él, y en pleno desacuerdo con los racionalistas, quienes pensaron que la investigación lógica dentro de las conexiones causales era posible. Pero Kant rechaza (2). Porque nosotros podemos hacer “lógicamente clara” la concepción de la relación de causa y efecto solo después de haber “empleado en la experiencia” (tal como en [1]) la regla general —es decir, que para que B fuera un evento, tuvo que hacer acaecido algún otro evento como condición para su posición dentro de un orden serial y temporal— podemos sostener que “cierta consideración por ella [la regla general], como condición de la unidad sintética de los fenómenos en el tiempo, fue el fundamento de la experiencia [de la sucesión  A, luego B] en sí”9.

¿Qué es lo que necesita Hume para concluir que A es causa de B? Pues, a pesar de pensar en desafiar la interpretación común y metafísica de “causa”, ciertamente conoce cómo se emplea en la experiencia, y nos habla de cómo lo hacemos y cómo la usaríamos para evitar resbalones que pudieran perjudicar nuestra vida práctica.

Él necesita (a) conocer que una impresión I, es una impresión de (o evidencia para) un evento y no de un estado de cosas (como el lado de una casa); y (b) hallar alguna otra impresión I’ la que regularmente precede a I, y es, de la misma forma, una impresión de un evento10. La tarea (b) es la tarea inductiva, y Kant adhiere a los argumentos de Hume en relación con los procedimientos y limitaciones que esta supone. Pero para lograr (a) Hume tiene que ser capaz de decidir cuáles de las variadas impresiones son impresiones de eventos objetivos. Él nunca discutió este problema; en rigor, nadie antes de Kant siquiera imaginó que esto fuera un problema. La tesis de Kant es que (a) no puede ser logrado a menos que nosotros aceptemos la regla de que las representaciones pueden ser tomadas como representaciones de eventos, solo si las representaciones son ya pensadas en tenencia de un orden fijado por los eventos, los que en sí mismos se encuentran bajo un orden temporal fijo —incluso si nuestro pensamiento acerca de este orden específico es de hecho el incorrecto, por algo la sección “Analogías de la experiencia” establece principios regulativos, no constitutivos; nos dice dónde y cuándo ver causas y substancias, pero no garantizan que nosotros las descubramos en casos específicos—.

Volvamos ahora sobre nuestro patrón lógico:



K. “Todo lo que sucede, es decir, comienza a ser, presupone algo a lo cual sigue conforme a una regla” (Segunda analogía de Kant)
P. Los eventos pueden ser distinguidos de estados de cosas objetivos y permanentes, aun cuando nuestra aprehensión de tales sea serial (el objetivo de la tarea [a] de Hume).
H. Entre los eventos, nosotros encontramos empíricamente ciertos pares, algunos de ellos similares, los cuales tienden a repetirse; sobre ellos nosotros podemos hacer juicios inductivos: los eventos parecidos al primer miembro de los pares son causas de los eventos parecidos al segundo miembro (el objetivo de la tarea [b] de Hume).


 

 



P implica K, por los argumentos de la Segunda analogía, los que dan una razón suficiente a K. H implica P, porque si los eventos no son discernibles, no pueden ser hallados pares de eventos, y por tanto, P es condición necesaria de H. En conclusión: H implica P y P implica K, por tanto H implica K. Esta es la respuesta de Kant a Hume.

NOTAS

1 El texto fue obtenido de: Lewis White Beck, “Once More unto the Breach: Kant’s Answer to Hume, Again”, en Enssays on Kant and Hume, Yale University Press, 1978, pp. 130-135. Como lo consigna el propio autor, el artículo apareció originalmente en la revista Ratio, 9 (1967), pp. 33-37, editada por Stephan Körner, comentarista de Kant [N. del T.].

2 E. W. Schipper, “Kant’s Answer to Hume’s Problem”. Kant-Studien 53 (1961) 68-74; M. E. Williams, “Kant’s Reply to Hume”, ibid. 55 (1965), 71-78.

3 Prolegomena, Ak. IV, 258 [traducción de García Morente; N. del T.].

4 Robert Paul Wolff, Kant’s Theory of Mental Activity (Cambridge, Harvard University Press, 1963).

5 Wolff, Kant’s Theory, 49.

6 De mi “Introduction” en: Kant’s Prolegomena (New York, Liberal Arts Press, 1951), p. xix, note. La palabra “necesaria” no fue italizada en el texto original.

7 Paráfrasis de parte de la última sentencia del parágrafo que comienza en A195/B240.

8 A195/B241 (traducción de M. Caimi) [N. del T.]

9 A196/B241 (traducción modificada de M. Caimi) [N. del T.]

10 Este es uno de los méritos del artículo de Mrs. Schipper: sostiene que Hume y Kant no están usando ‘experiencia’ en el mismo sentido. Mas, ella, en mi opinión, lleva esta conjetura demasiado lejos, al sostener que el análisis de Kant sólo se aplica a la experiencia científica y no a “la experiencia familiar”. Podría haber sido mejor para ella sostener que Hume todavía no ha alcanzado “la experiencia familiar”, en la cual podría distinguir eventos de estados de cosas permanentes tan sólo sobre la base de la (subjetiva) asociación de ideas.

Correspondencia a:

Av. Libertador Bernardo O'Higgins 3363, Santiago (Chile)
david.rojasl@usach.cl

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