En los espacios liminales de la experiencia

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“Aquí y ahora”, art-collage, hecho por Madame Butterfly Collage.”

 

 

Resumen

En esta primera divagación, abordo y archivo algunos conceptos que gravitan en torno a la relación entre la dimensión simbólica y el estatus fenomenológico de la experiencia humana. En este sentido, problematizo la cuestión de la tan controversial descripción filosófica del ser humano junto con otros disparadores desencadenantes; pues considero pertinente el despliegue desde esa cuestión descriptiva hacia una reflexión sobre lo simbólico, la fantasía y el sentido estético de la existencia.

 

Palabras claves: fenomenología liminal, antropología filosófica, fantasía, estética existencial

 

 

Abstract

In this first divagation, I approach and file some concepts that gravitate around the relationship between the symbolic dimension and the phenomenological status of the human experience. In this sense, I problematize the issue of the highly controversial philosophical description of the human being along with other triggers; because I consider pertinent the deployment from that descriptive question towards a reflection on the symbolic, fantasy and the aesthetic sense of existence

Keywords: liminal phenomenology, philosophical anthropology, fantasy, existential aesthetics

 

I don’t believe one reads to escape reality.
A person reads to confirm a reality he knows is there,
but which he has not experienced.

Lawrence Durrell

 

En primer lugar, voy a cotejar algunos aspectos de la demarcación que en principio entreteje Cassirer, para así invitar a una posible elucidación hermenéutica de esta propuesta concerniente a la antropología filosófica. Como es sabido, la demarcación antropológica propugnada por Cassirer se encuentra columpiada desde la noción de círculo funcional (concepto mencionado ya en Uexküll) hasta una supra-instancia simbólica dada en el fenómeno de la experiencia. Recordamos que, el círculo funcional al que se alude desde la concepción de Uexküll hace referencia a un tipo de conceptualización de la supuesta realidad experienciada extensionalmente por los humanos, y por los otros animales no humanos. En un sentido metafórico podemos pensar el círculo funcional como el andamiaje que transcurre funcionalmente toda vivencia en su existir fenomenológico. Para darle un viraje a este sentido, retomemos la pregunta sobre lo distintivo de la experiencia humana. Nuestra primera nota de Cassirer sobre el círculo funcional es la comprensión de dicho fenómeno humano en clave estético-trascendente.

 

A modo de adhesión, para hacer otro viraje, pensemos ahora la cuestión del medio en el cual se encuentra inmersa la vivencia humana. Para eso, tengo en cuenta la postura de Agamben sobre dicho problema. Lo que este filósofo retoma es cierta perspectiva teñida por fundamentos de la biología de Uexküll que colapsa en una explicación de la así llamada Umwelt de cada universo particular de experiencia. Se entiende que en Uexküll lo que se cuestiona es que cada Umwelt está dada gracias al mencionado círculo funcional. A partir de este movimiento dador, el círculo funcional en la realimentación acumula lo necesario para establecer una experiencia particular en la Umwelt.[1]

 

Agamben, en referencia a esta cuestión, asume una co-participación de diversos universos de experiencia de la Umwelt que toma partida en cada especie, en cada mundo. Por eso desde esta concepción que se proyecta sobre la pregunta acerca de ¿qué es el humano? Se abre también la cuestión de la participación ontológica del humano en la dimensión simbólica de la Umwelt. Una dimensión que ahora podríamos conceptualizar co-habitada con los otros universos de otras especies. Aquí se da lo pluri-relacional de las ramificaciones monádicas de la significación, en esta cohabitación de la vivencia en conjunto. Las relaciones se dan en un plano que tiene como huella distintiva la particularidad de ser abierto. El lugar común, prima facie, sería caracterizar esas relaciones como meras relaciones temporales de respuesta directa dadas en el círculo funcional. Sin embargo y, no obstante, defiendo la idea que es una relación más compleja, y que así en su complejidad toda, se da la abertura. Es como la grieta de la locura para lo estético, el arte, y lo ficcional de las fantasías gnoseológicas que se pierden en los correderos liminales. Peculiaridad esquiva, de rodeo sobre lo real. En una órbita no tan lejana, Agamben nos brinda una muestra de otro ejemplo de Uexküll que le funciona como una intención para habilitar la cuestión del centro de relevancia de cada Umwelt. En este caso ejemplar, se presenta un estudio sobre el medio de operación de la experiencia de un mundo específico. En saber cómo desde este universo particular se está jugando todo el sentido de la experiencia, y aparentemente no desde el primado de una experiencia relegada a cierta teleología clásicamente repercutida por la noción de supervivencia. La tendencia entonces asume una convergencia de formas en la que se vivencia la existencia de los fenómenos en conjunto. Considero oportuno especular en nuestra divagación hermenéutica, que la cuestión simbólica es una actividad que no está circunscrita únicamente a la constelación humana. Para usar otro presupuesto que se archive al tema aquí presentado, se puede considerar que sería una apuesta sumamente arriesgada entregarse a la certeza de que la cuestión simbólica es propiedad única de la experiencia humana.[2]

 

En esta divagación hago una defensa de/desde la vivencia como una adherencia a su propia estética existencial, acrisolada, en la creación de este alejamiento mediatizado. En dicha distancia se encuentra lo originario de la dimensión simbólica. Desde ese espacio liminal, se respiran las imágenes fantásticas, y digamos, todo lo que engloba el nivel de los artificios humanos. Mi intención con este merodeo no es indagar tanto en el sentido de cómo, esa distancia prima lo esencial de la caracterización del ser humano, sino más bien problematizar a través de eso. Ramificar los sentidos. Entonces decimos que estamos en algo así como un nivel de análisis estético-fenomenológico, siempre filosófico, y es por eso que tenemos en mente el rol del símbolo como un estadio crucial para la estructuración de la experiencia humana, aunque también vemos la posibilidad de ampliar dicha extensionalidad. Sin embargo, ¿qué presupone esto?, ¿qué significa que lo simbólico pueda estructurar la experiencia? La estructuración en parte tiene su sentido desde el enrutamiento simbólico que se efectúa bajo la descripción de su propio misterio abstracto. Aquí está el primer espacio liminal crucial, nuestro primer bucle. Aunque no intentamos des-velar ese misterio, solo sugerimos eso para nuevos interrogantes desde esta topología liminal. Si buscáramos el sentido de esta manera de ir dando vueltas en bucles a lo real en el propio experienciar humano, sabríamos que dicha cuestión ha llevado a muchos pensadores a plantearse si en dicha experiencia de la vivencia entra en juego un telos ulterior, o la deseosa resolución en una suerte de soteriología como respuesta a ese misterio. Algo que resulta atento para esta comprensión es el hecho de considerar esta especial cualidad de distancia en conjunto con la de los procesos simbólicos. Entonces se daría como este juego conceptual entre el tiempo del así llamado círculo funcional y la vivencia que se rehabilita en el ser humano, mediatizando todo el conjunto de procesos simbólicos a través de esa distancia. De este modo, cuestiono lo siguiente, a saber; que si el ser humano experiencia una modificación sucinta de ese círculo funcional, entonces eso abre la brecha para pensar(se) en esa vivencia como una trascendencia fenomenológica. Recordamos que al principio hicimos un llamado a figurar un vaivén entre una instancia funcional y el merodeo simbólico que, de alguna forma, retarda la experiencia. Es por eso por lo que lo que se presenta busca ver en este salto inmanente una especie de trascendencia en la que se abanican nuevas perspectivas sobre este tipo particular de vinculación con lo real. Vale aquí una consideración de la llamada vida simple para continuar con la divagación. La vida simple es esta noción tan comentada desde los tiempos largos de la filosofía como una etapa previa a toda secularización cultural. No obstante, traigamos de nuevo a la mente el concepto de círculo funcional. El círculo funcional parece ser como una representación por la cual las otras especies que no son humanas también estructuran parte de su existencia en una relación de reacción orgánica al medio vivencial. Podría ahondar desde esta línea sobre los mundos particulares de otras especies. Hay toda una problemática en torno a las peculiaridades de cada mundo, en cada especie. Como el presupuesto brindado por Cassirer sobre cada universo-mundo. Para ramificar un poco, pensemos una analogía con lo monádico de la experiencia. Imaginemos cada mónada en su experiencia, en su respectivo espacio-mundo de sentido, y este a su vez, nadando en las corrientes simbólicas que ella misma produce desde ese mundo. A raíz de esta especie de analogía, puede plantearse dicha experiencia monádica[3] como una encrucijada del espacio liminal; o estamos en discusión con el asunto, porque, ¿qué quedaría en el espacio de la vivencia si esas monadas de este universo ficticio (enrutado simbólicamente) no se conectaran por alguna vía desde todos esos mundos monádicos? Si así se encuentran estos mundos recubiertos desde la actividad abstracta tan evaporada por sus propias ficciones, ¿cuál sería el puente que conecta los universos de sentido de cada mundo que a su vez habita la dimensión simbólica en este telar de sentidos? ¿Hay algún primado esencial en esta estética de sentido? Pensemos en la dimensión simbólica como una intersección abstracta, en donde se entreteje parte del conocimiento de sí, y al mismo tiempo, hagamos referencia a esa dimensión como un espacio en la urdimbre de las producciones proyectadas desde la experiencia. Ahora vayamos hacia otro bucle.

 

Para continuar nuestra divagación hay que dar cuenta de que hay ciertas condiciones del estado simbólico. O esto: existe una realidad fenomenológica, dada por supuesta como tal (real), para luego asumir que las estructuras entretejidas a través del proceso simbólico generan una brecha gnoseológica con lo real. ¿Qué significa este disparador? Trataré de hilar un poco en este sentido. Parece ser que hay un primer momento del estatuto de lo real, que luego se despliega hacia la dimensión simbólica. El espacio de convivencia y distancia con lo real posibilita/condiciona esa experiencia, y al mismo tiempo se da como cierta ontología del alejamiento. En la misma red de instancias de todo el aglomerado arquitectónico que conlleva la actividad simbólica. Este alejamiento incisivo por el cual se crea una vía de acceso gnoseológico es lo que permite generar una apertura hacia nuevas corrientes de lo extraño. Aquí otro bucle liminal. El actor de la vivencia está extranjerizado desde su propia gnosis.

 

El alejamiento retarda la grieta, pero le habilita en su viaje gnoseológico como esta salvación con respecto a lo que es extraño, dentro de sí. En lo que se refiere al plano del ser humano y a la pluralidad de los cursos simbólicos que se entrelazan en sus procesos de actuación, se puede hablar de un delineamiento que aporta inconmensurabilidad comunicativa entre las partes que forman los conjuntos de experiencia, y que no deja de ser una inconmensurabilidad que marca la distancia con lo real. En esta abertura en la que se germina esta comunicación simbólica con la realidad, se da también una vía de escape por los derroteros de la fantasía. Para decirlo en otras palabras literarias, esto puede pensarse como una vía de figuración ficcional. Una huida fantástica necesaria para verse y encontrarse, en una búsqueda que da cuenta del especial ingenio estético del humano en sus propios tejidos simbólicos.

 

Si se conoce desde una distancia y hay una revuelta de la experiencia en los símbolos, el sujeto de la vivencia inmerso sobre este telar de relaciones hace lo suyo para mantener un diálogo abierto con las cosas. Lo que se nos presenta una y otra vez en esta divagación, es el hecho de preguntarnos el sentido, aquello que aviva dicha tendencia hacia la huida fantástica. ¿Qué podríamos apreciar desde este espacio liminal? Resuena la noción de cierto andamiaje peculiar que la especie humana experiencia con amplia competencia.

 

En sumatoria a esto, es como cuando se señala el ejemplo de la locura. Un sujeto que es partícipe de la locura se ve identificado simbólicamente con una cualidad estéticamente trágica o con el escrutinio de la melancolía. Es así como va creando una imbricación especial, una relación mediatizada desde este pensamiento para con un tipo de objeto simbólico en el plano/espacio relegado por la distancia. En este caso de la locura, se acude a mostrar la vivencia psicodélica del tiempo por el cual se experimenta fantasiosamente un curso de vivencias relativo al pasado y se crea una yuxtaposición de tiempos. Esto nos permite reflexionar que las cualidades simbólicas de una vivencia, como las del sujeto que participa de la locura, están fundadas desde la mediatización con lo real desde un aspecto de la fantasía. Husserl mismo presentó una oportunidad para considerar esta huida fenomenológica dada en la aprehensión de la realidad como un modo de intuición fundado en meros datos de la fantasía. O como él mismo dice, en la libre ficción de la fantasía. El trato con las esencias del fenómeno de la experiencia se puede dar desde este modo especial de la fantasía. El sujeto existencial que merodea ansiado de sentido a través de la fantasía, en el plano simbólico, desde una abertura fenomenológica. La percepción de la experiencia hipostasiada en los vaivenes de este juego libre, o tal vez infinito de la dimensión simbólica así sumergida en los arroyos del sentido.

 

Sería interesante dejar abierta la cuestión sobre si la dimensión simbólica es una especie de hipóstasis en el estatuto fenomenológico del ser humano y así delinear futuras implicaciones. En este sentido, la urdimbre sobre la que opera este proceso es una especie de brecha por la cual el sujeto establece un alejamiento singular digno de consideración. Tal vez sea la percepción de estas nuevas corrientes que habitan en el fenómeno la manera de ir encontrando una salida hacia esos interrogantes. La distancia del alejamiento, el volver a dar sentido a la vivencia. La distancia creada en la mediación de los bordes liminales habitados existencialmente. Lo que es real, por un lado, y lo que no, por otro, resuelto como una situación paradójica. Propongamos esto: si lo real, es lo que no podemos conocer dado cierto alejamiento que se ralentiza, ya que se nos presenta desde esta capa-temporal-ficcional, tal vez se nos abra una nueva cuestión; y es la de su condición como una especie de aprehensión ansiada por los pretextos de la verdad, ¿podemos conocer lo esencialmente verdadero de eso que llamamos real o más bien estamos en la condición de solo preguntarnos por esa posibilidad? La intención en esta divagación no es relatar mucho sobre la problemática de si la aprehensión es aprehensión de qué cosa, de qué objeto, o incluso en una complejidad mayor; de si solamente es aprehensión de ella misma como pura relación biyectiva de sí. Aunque estímulo la idea de que la aprehensión de los fenómenos opera desde la dimensión simbólica y sus ineludibles significaciones. El significado en la grieta. En esa abertura por donde también acceden las corrientes extrañas. Así como cuando Lévinas nos recordó que el sujeto tiene como esta tarea de crear alguna especie de ventaja sobre su propia materialidad. Atinado es decir entonces que, desde esta perspectiva, el hecho de ser sujeto simbólico se expresa en el nivel del propio trascender. ¿Pero por qué? A modo soteriológico, ¿podemos preguntarnos por qué esa trascendencia es una especie de salvación? Porque si así lo es, debería ser como cuando Lévinas concluyó que dicha ventaja es como una salvación de las ataduras de la vida, de la vida así encadenada materialmente, desde esa salida de su contrapeso hacia sí misma. Es en dicha salida en dónde se agitan las intenciones más profundas del ser humano y su ansiado deseo de salvación.

 

Agradezco también, las inspiradoras clases de Gnoseología de Pablo Dreizik.

 

 

Bibliografía

 

  1. Agamben, Giorgio, Lo abierto, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2006.
  2. Cassirer, Ernst Alfred, Antropología Filosófica, FCE, México, 1968.
  3. Deleuze, Gilles, Lógica del Sentido, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, Santiago de Chile, 1994.
  4. Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica I, UNAM/ FCE, México, 2013.
  5. Leibniz, Gottfried Wilhelm, Escritos Filosóficos, Editorial Charcas, Buenos Aires, 1982.
  6. Levinas, Emmanuel, El tiempo y el Otro, Barcelona, Ediciones Paidós, 1993.
  7. Ostachuk, Agustin, “The Umwelt of Uexküll and Merleau-Ponty”, en Ludus Vitalis, Vol. 21, Núm. 39, 2013, pp. 45-65. https://philpapers.org/archive/OSTTUO.pdf Consultado el 11 de septiembre de 2023.
  8. Ribeiro Sidarta et al, “Symbols are not uniquely human”, en Biosystems, Vol. 90, Núm. 1, 2006, pp. 263-272. https://www.researchgate.net/publication/6696802_Symbols_are_not_uniquely_human Consultado el 11 de septiembre de 2023.

 

 

Notas

 

  1. Agustín Ostachuk, Ludus Vitalis, “The Umwelt of Uexküll and Merleau-Ponty”, ed. cit., pp. 45-65.
  2. Sidarta Ribeiro et al., Biosystems, “Symbols are not uniquely human”, ed. cit., pp. 263-272.
  3. Cf. incluso recordando un poco de Leibniz y la suposición monádica en la monadología. Gottfried Leibniz, Escritos Filosóficos, pp. 607-626.