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Alpha (Osorno)

On-line version ISSN 0718-2201

Alpha  no.23 Osorno Dec. 2006

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012006000200020 

 

ALPHA Nº 23 Diciembre 2006 (305-308)

RESEÑA

Juan Carlos GARCÍA. 2004. Crimen sin castigo. Neltume, Santiago, Tejas Verdes. Santiago de Chile. Mosquito Editores. 298 pp.


Hacía falta un libro como Crimen sin castigo de Juan Carlos García, en la nómina de textos de testimonio escritos en Chile sobre los episodios de abusos y represiones vividos en nuestro país a partir del Golpe Militar de 1973. Es poco lo que aún sabemos de ese horror. Poco sabemos de lo que realmente pasó en la provincia de Valdivia, en el complejo maderero de Neltume, en las montañas de Panguipulli, en la Universidad Austral y en las cárceles y los sitios de tortura de esta parte del sur de Chile, donde nos tocó vivir la amarga experiencia.

Uno termina entendiéndose a sí mismo tras la lectura de estos textos. Desentrañando poco a poco el complejo sistema de posiciones, ideologías y conductas diversas en que estuvimos y acaso estamos todavía, inmersos en la vorágine de la vida y el misterio de toda la existencia. Porque en la base de este transcurrir están las preguntas fundamentales que regulan el comportamiento de una sociedad y de un grupo humano: ¿Por qué tanta irracionalidad y fanatismo? ¿Será verdad que ese fue el mundo que nosotros construimos? Miedo, terror o simple esquizofrenia desatada e inventada por los mismos que perseguían, encarcelaban y torturaban a sus hermanos, a sus iguales y semejantes. ¿Es que nadie pensaba? ¿Es que todos estábamos locos de remate? El libro de García se inscribe en la ya larga lista de un género literario que legitimó Casa de Las Américas, en Cuba, creando un premio para aquellas obras que sobrepasan la ficción y rescatan la historia, encarnada en la experiencia directa de sus protagonistas. La dura realidad vivida en alguno de los rincones de Latinoamérica. Ya se cita como clásico a uno de los primeros testimonios en este género: Biografía de un Cimarrón, del cubano Miguel Barnet, la historia de la fuga de un esclavo cubano de finales del siglo XIX, quien relata a un antropólogo la peripecia de convertirse en un negro cimarrón –es decir, fugitivo– y la vida casi animal a que estaban condenados los esclavos en la Isla caribeña. Con el paso de los años, el género del testimonio se ha visto enriquecido por valiosísimos textos que son historia y son novela al mismo tiempo. Novela de horror verdadero, ficciones que superan a la ficción, porque son dolorosamente verídicas, dramáticamente reales. Baste recordar el testimonio de Roberta Menchú sobre su vida de pobreza y mortandad familiar en Guatemala o Sangre en el Trópico de Hernán Robledo (1931) y La montaña es más que una estepa verde (1982), de Omar Cabezas, libros referidos a aspectos diferentes de la intervención norteamericana y de la Revolución Sandinista en Nicaragua, que intentaron y lograron dejar huella testimonial (no novelesca, sino real) de episodios vividos por los personajes narradores.

En esta finísima línea de definiciones de géneros es donde se inscribe este Crimen sin castigo de Juan Carlos García. Pariente muy cercano de la autobiografía, el testimonio de García reivindica rasgos de la crónica y de la novela picaresca, que han sido señalados como rasgos distintivos del discurso testimonial. El narrador de este libro lo hace desde su posición marginal: como víctima de un sistema de represión absurdo, rígido y sanguinario.

El libro de García registra la peripecia de su autor a partir de septiembre de 1973 hasta su presidio en el campo de concentración de Tejas Verdes y su liberación y salida hacia Canadá, a fines de abril de 1974. Estos siete largos meses condensan el cúmulo de atrocidades, persecuciones, torturas y vejámenes que un grupo de militares al mando del poder en Chile, cometieron en la más absoluta impunidad, amparados por un régimen de terror que se impuso, a nivel nacional, en todos los rincones de Chile. Crimen sin castigo se mueve en estos dos planos: El del testimonio y el de la autobiografía. Como autobiografía el libro comienza en 1964, año cuando el autor se titula como Profesor Primario en la Escuela Normal de Valdivia y es enviado a una escuela rural, en la época en que la efervescencia política y los ecos de la revolución cubana comenzaban a cambiar el panorama ideológico e histórico de América Latina. En esta perspectiva, el libro termina con un político convertido en profesor universitario en Canadá en la primera década del siglo XXI, con hijos y nietos que –acaso– ya ni recuerdan, ni les concierne, el episodio amargo de esos siete meses que constituyen la médula del libro, periodo durante el cual el protagonista podría fácilmente haber sido fusilado, encarcelado o desaparecido, como muchos de sus compañeros de peripecia. Por supuesto que la parte medular del libro la constituye el testimonio, es decir, la situación de marginación, de lucha y de represión a que es sometido un grupo humano, una clase social y política que constituye una minoría. Por lo mismo, el salto del yo biográfico al rescate de la memoria epocal se realiza al convertirse el libro en homenaje de recuerdo y admiración a los compañeros asesinados y fusilados en el ámbito donde el autor realizaba estudios de Literatura en la Universidad Austral de Chile, en los años previos al golpe de estado. Hay que destacar que la aparición de este libro coincide con un importante recordatorio realizado en mayo de 2006 en los jardines del campus de la Universidad Austral del Chile, donde fue inaugurado un monolito de piedra andina, instalado en el patio de las banderas de la casa universitaria para recordar a nueve de sus estudiantes asesinados y para pedir perdón por los errores cometidos por la Universidad en un trance tan triste y tan cavernario de su historia.

En verdad, el libro es la historia de estos jóvenes idealistas –muchos de ellos profesores– entre los cuales pudo haber estado el autor, al igual que René Barrientos, por el solo hecho de haber sido militantes del Movimiento de Izquierda revolucionario (MIR) cuyo grito partidario lo decía todo: “Pueblo, Conciencia y Fusil: MIR”. Grupo político con el que Allende nunca tuvo buenas relaciones y al que culpaba, en parte, del caos existente.

Por primera vez, este libro recoge la historia de la creación del MIR en Valdivia, por un grupo muy pequeño de estudiantes universitarios que imponían un modelo ya probado por los estudiantes de la Universidad de Concepción, entre quienes se contaban, Miguel Henríquez, Juan Bautista von Shouwen y Luciano Cruz, verdaderas figuras legendarias en los años 70, que deslumbraron a gran parte de la juventud universitaria de todos los ámbitos sociales y encendieron las más álgidas revueltas políticas y las más enconadas discusiones acerca de lo que debía ser un gobierno popular y, específicamente, el gobierno de Salvador Allende.

No en vano el libro de García trae en su portada el mapa de la zona geográfica más conflictiva a partir del golpe militar: la zona del complejo maderero Neltume, tal vez el único lugar en Chile donde el MIR trató de organizar una resistencia armada decidida a enfrentarse y resistir el embate de las fuerzas militares. El libro es un homenaje a estos mártires: José Gregorio Liendo, el “Comandante Pepe”; Pedro Purísimo Barrientos, un lisiado; René Barrientos Warner, un violinista, y Fernando Krause, estudiante de sociología, todos dirigentes del MIR y ligados a la vida universitaria de la ciudad. Todos ellos fueron fusilados entre el 3 y 4 de octubre de 1973, días fatídicos cuando el coronel Sergio Arellano Stark y su “Caravana de la muerte” posan su helicóptero en la ciudad de Valdivia, ordenando ejecuciones sumarias.

Este testimonio se estructura en grandes secuencias históricas marcadas por años decisivos: 1964-1966, son los años de formación de primeras experiencias con la pobreza y con las necesidades del mundo rural. Otro bloque lo constituye el período que va desde 1966 a 1973. Lo conforman los preparativos para la creación del MIR en Valdivia, las reuniones con la directiva central instalada en la Universidad de Concepción bajo la égida de Miguel Henríquez y los otros ya nombrados, todos ellos muertos. Henríquez y Von Shouwen ultimados por las armas de la dictadura y Luciano muerto accidentalmente por una fuga de gas en su departamento. El bloque central del testimonio lo constituye el periplo que va desde la detención y el encarcelamiento hasta la obtención de la libertad condicional en febrero de 1974. La peripecia continúa con otra detención en Santiago para ser enviado al campo de concentración de Tejas Verdes por otros dos meses. Lo interesante del testimonio carcelario es la mirada de primera fuente sobre un grupo de prisioneros que estuvieron en la mira de los golpistas desde mucho antes del golpe de estado: eran ellos los militantes del MIR –sin excepción– y los dirigentes y pobladores del complejo maderero de Neltume, en la cordillera de Panguipulli, que venían realizando una transformación muy significativa y revolucionaria en un sector productivo y estratégico. Es en esta línea donde se inscriben los relatos de los fusilamientos de Gregorio Liendo, alias el “Comandante Pepe”, de Pedro Barría, un profesor lisiado que usaba muletas en plena cordillera; René Barrientos Wagner, alias el Cabecita, y de Fernando Krause, todos ellos alumnos de la Universidad Austral de Chile, acusados de ser los autores materiales e intelectuales del asalto al retén de Neltume. Los fusilamientos de los días 3 y 4 de octubre de 1974, así como los episodios de experiencias previas y conversaciones entre el narrador y los protagonistas, son relatados mediante el recurso del flash back, resaltado por la letra cursiva, que permite al narrador abrir episodios del pasado y vivencias personales autobiográficas, algunas humorísticas, otras trágicas. Se incluye, también, a lo largo de todo el texto un interesante material literario, sobre todo, poético, de textos que se refieren a los hechos narrados, donde se incluyen poemas de Omar Lara, escritos algunos de ellos en la misma cárcel de Valdivia; de Germán Weztfalt, de Enrique Valdés y de Juan Armando Epple. Crimen sin castigo se incorpora a una importante lista de libros sobre estos largos años de horror en Chile. Se echa de menos, sin embargo, una reflexión más profunda sobre el significado del Movimiento de Izquierda Revolucionaria como doctrina política en una época de crisis y como conducta revolucionaria en un gobierno que lo único que deseaba, precisamente, era ser un gobierno revolucionario. El tema se insinúa en varias oportunidades, pero nunca se le toma en serio: está en las conversaciones con Carlos Olivares, el anarquista-nihilista, está en las dubitaciones de Gregorio Liendo y, principalmente, en las interesantes conversaciones que se transcriben en el episodio del Campo de Concentración de Tejas Verdes durante el encuentro que se produce entre el narrador y Hernán Valdés –escritor radicado actualmente en Alemania– autor precisamente de Tejas Verdes, un testimonio clásico sobre el tema.

Enrique Valdés Gajardo

Universidad de Los Lagos, Departamento de Humanidades y Arte, Casilla 933, Osorno - Chile, evaldes@ulagos.cl

 

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