SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue21Cuentos Completos de Luis Alberto Heiremans author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

Share


Alpha (Osorno)

On-line version ISSN 0718-2201

Alpha  no.21 Osorno Dec. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012005000100022 

 

ALPHA Nº 21 - 2005 (277-278) Diciembre 2005

RESEÑA

Jorge IBARGÜENGOITIA. 2005.
Estas ruinas que ves. Barcelona: Seix-Barral. 189 pp.


Treinta años después de la primera publicación de esta novela de este autor mejicano –fallecido en un accidente aéreo en 1983, el mismo en el que murió el autor peruano Manuel Scorza– la editorial Seix Barral se acuerda de Ibargüengoitia y le dedica un proyecto editorial: la Biblioteca Ibargüengoitia, de manera que a la reedición de Estas ruinas que ves seguirán Los relámpagos de agosto, Las muertas y Dos crímenes.

Estas ruinas que ves es la novela de Cuévano, metáfora literaria de Guanajuato –la ciudad natal de Ibargüengoitia– y de sus habitantes. Las “ruinas” del título no son referencias a sitios arqueológicos precolombinos; son, por un lado, la fuente de la riqueza de la ciudad de antes ("las ruinas: minas inundadas, haciendas de beneficio abandonadas, iglesias destruidas, pueblos fantasma...", 20) y, por otro lado, una metáfora para los habitantes del Cuévano de hoy. En un cuadro –que hace pensar en las pinturas grotescas de Otto Dix– Ibargüengoitia retrata a la burguesía cuevanense, sobre todo, al sector universitario.

El narrador es Francisco Aldebarán, un profesor de literatura que vuelve a Cuévano, su ciudad natal, para enseñar su especialidad. De esta manera entra, en el ambiente académico y presencia múltiples situaciones estrafalarias desde la inauguración del Aula Pascual Requena, con la que se quería festejar al antiguo rector de la universidad –acto académico que tuvo que hacerse sin el festejado, porque se olvidaron de mandarle una invitación y sin ella no le dejan entrar en la universidad– hasta la ceremonia de bienvenida en la estación de Cuévano en honor del ilustre conferenciante, el doctor Rivarolo, quien "saltó (del tren) con agilidad, dio un traspié, se metió una zancadilla a sí mismo, y cayó al piso." (157). A este episodio poco ventajoso para el doctor sigue un viaje en taxi (dos personas con el chofer y cuatro atrás) hasta un hotel que tenga "camas muy anchas" (158). Finalmente, el programa previsto por los anfitriones cuevanenses en homenaje al invitado se hará sin éste (no le interesa) y con una gran borrachera.

Entre las muchas otras situaciones quijotescas quiero destacar los amoríos del narrador. Por un lado le gusta Gloria, una alumna suya, hija del doctor Revirado. Pero como su colega Malagón –el profesor de Historia– le había dicho que Gloria tenía una anomalía del corazón y que la mataría al primer orgasmo, no se atreve hacerla su amante. Por eso se entretiene con Sarita, la mujer de Espinoza, el profesor de Filosofía. Sólo al final, Aldebarán constata que Malagón le había tomado el pelo cuando Rocafuerte, el "novio oficial" de Gloria, le enumera los orgasmos que la chica había tenido con él sin mostrar problemas de salud.

El encanto de la novela reside en el sinnúmero de escenas grotescas; en su aroma "mordaz, divertido, agridulce y melancólico en el justo grado" para citar a José Manuel Fajardo, el autor del prólogo. También, en algunas técnicas narrativas interesantes como el "Catálogo de ideas fijas cuevanenses"; los "Apuntes" del narrador con sus diferentes perspectivas narrativas o la descripción de la génesis de otra novela que el narrador está escribiendo en la misma novela. Olvidada desde 1975, esta novela seguramente tiene lo suyo para enriquecer la escena literaria de 2005.

 

Ewald Weitzdörfer

Faschhoschule Kempten, Immenstädter Str. 69, 87435 Kempten, Alemania, wietzd@web.de

 

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License