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Teología y vida

Print version ISSN 0049-3449

Teol. vida vol.54 no.1 Santiago  2013

http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492013000100002 

 

Estudios

 

La salvación de la carne según Ireneo en ADV. HAER. V, 1-14.

Breve presentación de conjunto. «Fructus autem operis spiritus est carnis salus» (V, 12, 4, 77s)

 

Sergio Zañartu, s.j.

FACULTAD DE TEOLOGÍA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.


Resumen: El autor analiza el texto de Adversus Haereses V, 1-14, que forma una unidad determinada y presenta su contenido agrupando por los tópicos senalados con letra versales, como Las manos del Padre, El Espiritu y la debilidad de la carne, etc. Trata que resuene el texto de Ireneo, siendo lo más fiel posible a él, aunque constantemente repita, como repite Ireneo. En la economia, que se extiende desde la creación hasta la consumación final, el Espiritu es la salvación de la carne, gracias a la encarnación de Cristo. En polémica antiherética, son los carnales, y no la carne, los que no heredarán el reino.

Palabras clave: Ireneo, imagen y semejanza, carne y Espiritu, encarnación, economia trinitaria, resurrección.


Abstract: The author analyzes the text of Adversus Haereses V, 1-14, a particular unit, and presents its content grouping by capitalized topics, like the Hands of the Father, the Spirit and the weakness of the flesh, etc. He attempts to resonate the text of Irenaeus, being as faithful as possible to him, but constantly repeating, as Irenaeus repeats. In the economy, extending from the creation to the final consummation, the Spirit is the salvation of the flesh through the incarnation of Christ. In antiheretical polemics, it is the men of flesh, not the flesh, who will not inherit the kingdom.

Keywords: Irenaeus, image and likeness, flesh and Spirit, incarnation, trinitarian economy, resurrection


 

INTRODUCClÓN

Ireneo en los libros III y IV ha demostrado, contra los herejes, la verdad de lo transmitido por la Iglesia con variedad de pruebas de la Escritura. Esto lo prosigue en el libro V, donde se esforzará en traer pruebas a partir de las restantes ensenanzas del Senor y de las epistolas del Apóstol (Praef, 18s). Adv. Haer. V, 1-14, según A. Rousseau1, formaria una unidad temática sobre la salvación de la carne, comenzando por su fundamento en la Encarnación. El tratadito de Ireneo se cierra al terminar el capitulo 14 recomendando que se usen pruebas de las Escrituras, que destruyen con facilidad todas las sentencias inventadas por los herejes, como él mismo lo ha demostrado (14, 4, 95-98)2. No pretendo tanto una profundización del tema3, cuanto una presentación de él en cierto orden, siguiendo muy de cerca, para no perder su riqueza, las propias expresiones de Ireneo, y terminando con una brevisima conclusión.

Ireneo es un autor de pensamiento muy rico y con el frescor de múltiples referencias al texto de la Escritura. En su polémica contra las afirmaciones de los herejes que remecen el fundamento de nuestra fe, y contra sus argumentos, a veces muy burdos, nuestro autor repite y remacha por todas partes la verdad apostólica, en defensa de la salvación de la carne. Con todo, hay ciertos desplazamientos, aún en las alusiones biblicas a las que recurre. Por eso el avance en la lectura del texto siempre resulta interesante y complementario de lo anterior. El pensamiento de Ireneo tiende a ser complexivo, unitario. Por ejemplo si está tratando de la creación, fácilmente alude a la encarnación redentora y a su culminación, y viceversa. Igualmente, algunas citas de la Escritura pueden englobar más referencias que las solicitadas directamente por ese punto de la polémica. De esto resulta una riqueza grande de material y una mayor dificultad para procesarlo conceptualmente4. Además que en ese procesamiento se puede perder en buena parte el encanto de este autor. Por eso, en las lineas teológicas que vienen a continuación, me esforzaré, en cuanto parezca conveniente, en no destruir los párrafos del autor, en dejarlo hablar a él, siguiendo el texto muy de cerca, aunque entrevere los pasajes. En este tipo de ensayo que apunta a exponer lineas de su pensamiento, es imposible evitar las repeticiones en un autor controversista tan repetitivo y cuyos temas tienden a implicarse mutuamente. Muchas de las referencias numéricas al texto de Ireneo las puse en notas al pie de página, por ejemplo los sitios exactos de muchas citas en latin, para que ellas no distraigan al lector y este asi, por las referencias numéricas que quedan en mi texto, pueda orientarse mejor sobre párrafos más amplios de Ireneo a los que estoy refiriéndome. En esta aproximación al texto, que puede llegar a parecer una simple traducción, normalmente no usaré las clásicas comillas para no atiborrar de ellas el texto de este articulo. Esto me permitirá tomarme a veces alguna libertad. Cuando se trate de un comentario mio o de otros autores, lo haré notar. Siguiendo a Orbe5, me centraré en la versión latina, aunque haya cotejado el texto con sus fragmentos griegos y tenido en cuenta, siguiendo a los especialistas, los aportes de la versión armenia. Asi el latin, que ayuda para confrontar con otras partes de la obra de Ireneo, se utilizará para destacar citas explicitas de Ireneo y para todas las citas biblicas. Sigo el texto latino presentado por Sources Chrétiennes, salvo expresa advertencia. Se trata, pues, de una modesta contribución introductoria al estudio de Ireneo referente a una parte de su obra, que presenta un tema básico en el pensamiento de nuestro autor.

En el final del Prefacio al libro V terminaba Ireneo con la verdad salvifica de la Encarnación de nuestro firme y verdadero maestro, Verbo de Dios, Jesucristo6, «qui propter immensam suam dilectionem factus est quod sumus nos, uti nos perficeret esse quod est ipse» (Praef. 37-39)7. Correspondientemente, en el capitulo 1° comienza con la Encarnación, que será el fundamento de la salvación de la carne. Al término del primer párrafo referente a ella declara que con ella perecieron todas las doctrinas de los herejes. Después aplica esto más particularmente a diversas herejias, como la de los discipulos de Valentin (docetas), los ebionitas, los marcionitas.

ALGUNAS LÍNEAS TEOLÓGICAS

LAS MANOS DEL PADRE8. A IMAGEN Y SEMEJANZA

Uno de los pilares de la teologia del Adversus Haereses es afirmar, contra los herejes, que Dios, el Dios bueno, el Padre, es el Creador del universo. Y, por tanto, podrá salvar la carne (cuerpo, plasma)9. Asi lo reafirma en V, 4, 1ss. Porque el poder de la bondad no tiene limite. Pero creó por medio de sus dos manos: el Hijo y el Espiritu10. El Hijo, su ministro11, va a ser llamado «fabricator»12, y existia antes de toda creación13. El Espiritu es el que mantiene cohesionado el universo14. Y Adán, plasmado del limo de la tierra, nunca escapará de estas manos de Dios15. Mediante ambas manos, el Padre realiza la Encarnación del Verbo para salvar al hombre que habia sucumbido a la muerte. Igualmente, mediante ambas será el paso a la incorrupción16, para gloria del Padre17. Afirma Ireneo: «Glorificabitur autem Deus in suo plasmate, conforme illud et consequens suo puero adaptans. Per manus enim Patris, hoc est per Filium et Spiritum, fit homo secundum similitudinem Dei, sed non pars hominis» (V, 6, 1, 1-4)18. Entretanto Enoch y Elias fueron transferidos (tomados) en sus cuerpos, según los «Presbiteros» al paraiso donde preludian la incorruptibilidad. «Et nihil impedit eos corpus in translationem et assumptionem eorum: per illas enim manus per quas in initio plasmati sunt, per ipsas assumptionem et translationem accepe-runt. Assuetae enim erant in Adan manus Dei coaptare et tenere et bajulare suum plasma et ferre et ponere ubi ipsae vellent» (V, 5, 1, 12-18). El tema de las dos manos nos muestra la continuidad y respectiva unidad del plan de Dios hasta la salvación de la carne. «Vani autem omnimodo qui universam dispositionem Dei contemnunt et carnis salutem negant et regenerationem ejus spernunt, dicentes non eam capacem esse incorruptibilitatis» (V, 2, 2, 18-21)19.

La otra mano, el Espiritu, es eterna, y no como el soplo temporal infundido al hombre para esta vida (cf. V, 12, 2, 30s)20. «Aliud enim est afflatus vitae, qui et animalem21 efficit hominem, et aliud Spiritus vivificans, qui et spiritalem eum efficit» (V, 12, 2, 14-17). El primero se da a todos los habitantes de la tierra, pero el Espiritu solo a los que conculcan las concupiscencias terrenas22. «Aliud autem est quod factum est ab eo qui fecit» (V, 12, 2, 29s). Spiritum quidem proprie in Deo deputans (véase Is 57, 16), quem in novissimis temporibus effudit per adoptionem filiorum in genus humanum» (V, 12, 2, 25-27)23. Respecto a la relación entre la vida temporal y eterna24, a propósito del soplo y el Espiritu, es curioso el texto de V, 3, 3 donde defendiendo Ireneo el poder de Dios de resucitar a los muertos, de dar la incorrupción a la carne, arguye «ad hominem» contra los contradictores, porque están vivos. Ellos participan, por tanto de la vida y no pueden negarla. Este argumento insinuaria, a mi modo de ver, una cierta continuidad entre la vida temporal y la otra25. Y asi Ireneo las compara distinguiéndolas: «Si autem haec quae est temporalis vita, cum sit multo infirmior quam illa aeterna vita, tamen tantum potens est ut vivificet nostra membra mortalia, cur illa quae est aeterna vita non vivificabit eam carnem quae jam meditata et assueta sit portare vitam?» (V, 3, 3, 78-83).

Como acabamos de ver en V, 1, 3, 83-89, las manos del Padre que habian hecho al hombre a imagen y semejanza de Dios26, al final, por el querer del Padre, lo llevaron a cumplimiento (perfecerunt) como hombre viviente a imagen y semejanza. El tema, pues, de la imagen y semejanza recorre también, junto con el del las manos, la teologia de Ireneo desde la creación hasta el final27. Y según V, 6, 1, 2ss, lo que las manos hicieron a semejanza de Dios no es una parte del hombre, como el alma, sino el hombre «perfecto», que es la unión del alma —receptáculo del Espiritu del Padre y en mezcla con él28— con la carne que es a imagen de Dios. El Espiritu es clave para la similitud, pero la carne (imagen) es necesaria para ser hombre29. «Cum autem Spiritus hic commixtus animae unitur plasmati, propter effusionem Spiritus spiritalis et perfectus homo factus est: et hic est qui secundum imaginem et similitudinem factus est Dei. Si autem defuerit animae Spiritus, animalis est vere qui est talis et carnalis derelictus imperfectus erit, imaginem quidem habens in plasmate, similitudinem vero non assumens per Spiritum30. Sicut autem hic imperfectus est, sic iterum, si quis tollat imaginem et spernat plasma, jam non hominem intellegere potest» (V, 6, 1, 24-33). Por eso, para restaurar al hombre, para que sea a imagen y semejanza, dada la pérdida de esta por el pecado, se necesitaba una nueva infusión del Espiritu. Es necesaria la reintegración y unión de los tres (alma, cuerpo y Espiritu) para la única salvación de ellos31. Asi el Senor, que verdaderamente se hizo hombre, restauró para su plasma lo hecho en el principio: el hombre habia sido hecho según la imagen y semejanza de Dios32. Según Col 3, 10, el hombre nuevo es renovado en el conocimiento, según la imagen del que lo creó. Lo de «imagen del Creador», comenta Ireneo, es una recapitulación33 del hombre que en un principio fue hecho según la imagen de Dios34. Pero ahora solo tenemos las arras del Espiritu. «Quid faciet universa Spiritus gratia quae hominibus dabitur a Deo? Similes nos ei efficiet et perficiet voluntatem Patris: efficiet enim hominem secundum imaginem et similitudinem Dei» (V, 8, 1, 23-26).

LA ENCARNACIÓN REDENTORA35

Centrémonos ahora más bien en la Encarnación, que es el fundamento de la vuelta a la imagen y semejanza primitiva, de la salvación de la carne. Como vimos al comienzo de este trabajo, el sentido de la Encarnación está dicho al final del prefacio de este libro y sección: «Siguiendo el solo maestro seguro y verdadero, el Verbo de Dios, Jesús Cristo nuestro Senor, quien por su amor sin medida, se hizo lo que nosotros somos para hacer (perficeret; καταρτίση) de nosotros lo que Él es» (V, Praef. 35-39)36. Y la Encarnación sigue apareciendo en los párrafos siguientes, por ejemplo, el Verbo «qui est perfectus in omnibus quoniam Verbum potens et homo verus, sanguine suo rationabiliter redimens nos, redemptionem semetipsum dedit pro his qui in captivitatem ducti sunt» (V, 1, 1, 18-22). Y justamente el tratadito que estudio va a concluir con otro texto de Encarnación: Carne Domini nostri redemptus es et sanguine ejus redhibitus, «et tenes caput ex quo universum corpus Ecclesiae compaginatum augescit» (Col 2, 19), hoc est carnalem adventum Filii Dei, et Deum confitens37 et hominem ejus firmiter excipiens» (V, 14, 4, 91-95). Pero todo el capitulo decimocuarto está dedicado a insistir en la necesidad de la Encarnación verdadera para la salvación de la carne38.

En V, 14, 2, 39-82, afirma Ireneo que el Verbo salvador se hace lo que habia sido el hombre, que pereciera, realizando por si mismo la comunión con él y, siguiendo el texto armenio, τήν ευρεσιν39 de su salvación. Si el hombre tenia carne y sangre, también el Senor la tuvo, y no una distinta, sino que recapituló en si la originaria plasmación del Padre en busca de lo que se habia perdido. Según Col 1, 22, hemos sido reconciliados en su cuerpo de carne por su muerte. Su carne justa reconcilió la carne prisionera del pecado. Si la carne del Senor fuera de otra substancia no subsistiria la palabra «reconciliación»; tampoco nos redimiria con su sangre40. «Et in omni autem epistola manifeste testificatur Apostolus quoniam per carnem Domini nostri et sanguinem ejus nos salvati sumus» (V, 14, 3, 74-77)41. Y concluye nuestro autor que Pablo no dijo, en 1 Co 15, 50, propiamente de la carne y sangre que no puedan heredar el reino de Dios, sino de los actos carnales.

Igualmente afirma Ireneo en este capitulo decimocuarto que el Apóstol no estaba contra la sustancia misma de la carne y la sangre. Usa constantemente carne y sangre respecto a Jesucristo, en parte para establecerlo firmemente como hombre42 y en parte para confirmar la salvación de nuestra carne. Porque si la carne no tuviere que ser salvada, tampoco el Verbo de Dios se habria hecho carne, y si no hubiera que reclamar la sangre de los justos, tampoco habria tenido sangre. El Senor, en Mt 23, 35s, indica la futura recapitulación en si mismo de la sangre derramada. Luego la sangre debiera ser salvada (V, 14, 1, 1-27). «Nec in semetipsum recapitulatus esset haec Dominus, nisi et ipse caro et sanguis secundum principalem plasmationem factus fuisset, salvans in semetipso in fine illud quod perierat in principio in Adam» (V, 14, 1, 27-31). Por tanto, «Si igitur caro et sanguis sunt quae faciunt nobis vitam, non proprie de carne dictum est et sanguine non posse ea possidere regnum Dei, sed de praedictis carnalibus actibus qui, ad peccatum transvertentes hominem, privant eum vita» (V, 14, 4, 78-82).

Llama vanos a los valentinianos que dogmatizan diciendo que solo aparentemente era hombre y que nada habia recibido de Maria, para excluir la salvación de la carne43 y reprobar la plasmación de Dios. Replica nuestro autor «Neque enim esset vere sanguinem et carnem habens, per quam nos redemit, nisi antiquam plasmationem Adae in semetipsum recapitulasset»44 (V, 1, 2, 54-60)45. Vanos también son los ebionitas, que no admiten la unión de Dios y del hombre ni quieren entender que el Espiritu Santo vino a Maria y el poder del Altisimo la cubrió con su sombra. Lo que fue generado, pues, es santo e Hijo del Dios altisimo, Padre de todas las cosas, que operó la Encarnación del Hijo e hizo aparecer un nueva generación, para que como habiamos heredado la muerte por la primera generación, asi por esta generación heredásemos la vida. No aceptan que Dios se mezcle con ellos (mezcla del vino celeste con el agua terrena). No consideran que como desde el comienzo de nuestra plasmación en Adán el soplo de vida procedente de Dios unido al plasma animó al hombre y lo reveló animal racional, asi al final el Verbo del Padre y el Espiritu de Dios unido a la antigua sustancia46 de la plasmación de Adán lo hizo hombre viviente y perfecto, que comprende al perfecto Padre, de modo que como en el animal todos morimos, asi en el espiritual todos seamos vivificados (V, 1, 3, 61-83)47. La encarnación también es aludida como abajamiento de lo divino, con intervención del Espiritu, y como subida del hombre a Dios, que termina con la donación de la incorruptibilidad. El texto completo, de rico contenido, es el siguiente: «Suo igitur sanguine redimente nos Domino, et dante animam suam48 pro nostra anima et carnem suam pro nostris carnibus, et effundente Spiritum Patris in adunitionem et communionem Dei et hominum, ad homines quidem deponente Deum per Spiritum49, ad Deum autem rursus imponente hominem per suam incarnationem, et firme et vere in adventu suo donante nobis incorruptelam per communionem quae est ad eum, perierunt omnes haereticorum doctrinae» (V, 1, 1, 33-41).

La Encarnación salvadora se prolonga en la Eucaristia. Contra los que niegan la salvación de la carne, su capacidad de incorruptibilidad, arguye Ireneo: «Si autem non salvetur haec, videlicet nec Dominus sanguine suo redemit nos, neque calix Eucharistiae communicatio sanguinis ejus est, neque panis quem frangimus communicatio corporis ejus est. Sanguis enim non est nisi a venis et carnibus et a reliqua quae est secundum hominem substantia, quae vere factum Verbum Dei sanguine suo redemit nos» (V, 2, 2, 18-28). Por su sangre tenemos la redención, la remisión de los pecados (Col 1, 14). Somos miembros de él, nosotros que somos nutridos por la creación, que él nos otorga50. Al cáliz, que viene de la creación, lo declaró sangre suya, por la que se acrecienta nuestra sangre, y al pan, que viene de la creación, lo ratificó cuerpo suyo, por el que medran nuestros cuerpos. «Quando ergo et mixtus calix et factus panis percipit verbum Dei et fit Eucharistia sanguinis et corporis Christi, ex quibus augetur et consistit carnis nostrae substantia, quomodo carnem negant capacem esse donationis Dei quae est vita aeterna, quae sanguine et corpore Christi nutritur et membrum ejus ¿est??»51. Segdn Ef 5, 30 somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos, y no de un hombre espiritual e invisible, sino de la disposición del verdadero hombre, que consta de carnes, nervios y huesos, que se nutre del cáliz, que es su sangre y medra con el pan que es su cuerpo. Y como la planta de la vid fructifica a su tiempo y el grano de trigo disuelto en tierra surge mdltiple por el Espiritu de Dios que todo mantiene, y pasan después al uso del hombre, y recibiendo la palabra de Dios se hacen Eucaristia, cuerpo y sangre de Cristo, asi también nuestros cuerpos nutridos por ella, enterrados y disueltos en tierra, resurgirán a su tiempo, otorgándoles el Verbo de Dios la resurrección «para gloria de Dios Padre». El Padre reviste con inmortalidad a esto mortal y gratuitamente da la incorruptibilidad a lo corruptible, pues el poder de Dios se consuma en lo débil (V, 2, 2, 28-3, 62)52.

EL ESPÍRITU Y LA DEBILIDAD DE LA CARNE

A propósito de las manos de Dios y de la imagen y semejanza, habiamos visto que todo el hombre es hecho segdn la imagen y semejanza de Dios. A la totalidad del hombre dedica Ireneo V, 6, 1. El alma y el Espiritu es solo una parte, pero de ninguna manera el hombre53. «Perfectus autem homo commixtio et adunitio est animae assumentis Spiritum Patris et admixtae ei carni quae est plasmata secundum imaginem Dei»54. Remite a 1 Co 2, 6. El Apóstol llama espirituales a los que participan del Espiritu55, pero no porque se les haya sustraido la carne. Porque si se sustrae la substancia de la carne y se considera solo el Espiritu, no será un hombre sino Espiritu de hombre o Espiritu de Dios56. «Cum autem Spiritus hic commixtus animae unitur plasmati, propter effusionem Spiritus spiritalis et perfectus homo factus est: et hic est qui secundum imaginem et similitudinem factus est Dei»57. Pero si al alma le falta el Espiritu, es en verdad animal (psiquico), abandonado a la carne, imperfecto, porque posee la imagen en el plasma, pero no la similitud, al no recibir el Espiritu. Pero solos, ni el plasma, ni el alma ni el Espiritu son el hombre, sino partes de él. Es la unión de los tres la que hace al hombre perfecto58. Pablo, en relación al hombre perfecto y espiritual, exhorta a conservar integros, sin reproche, el Espiritu, alma y cuerpo para la venida del Senor (1 Ts 5, 23)59. Pensaba en la reintegración y unión de los tres y en una dnica y misma salvación para los tres.

En V, 9, 1 ataca nuestro autor la utilización que hacen los herejes de la frase de Pablo: «Quoniam caro et sanguis regnum Dei hereditare non possunt» (1 Co 15, 50)60. Ellos tratan de probar, con esa cita de Pablo, que no hay salvación para la plasmación de Dios. Entonces Ireneo vuelve a que el hombre perfecto consta de carne, alma y Espiritu. El Espiritu es el que salva y configura61, y la carne es lo que es salvado («unido» segdn texto de Orbe) y formado. Entremedio está el alma, que a veces siguiendo al Espiritu es elevada por este, otras veces, consintiendo con la carne cae en las concupiscencias terrenas. Los que no tienen en si el Espiritu que salva y forma y da unidad (texto de Orbe) son llamados «carne y sangre», están muertos porque no tienen el Espiritu que vivifica al hombre. Estos se contraponen a los que temen a Dios, creen en la venida del Hijo de Dios y por la fe establecen en su corazón al Espiritu de Dios. Estos son llamados puros, espirituales, vivientes para Dios, porque tienen el Espiritu del Padre que purifica al hombre y lo eleva a la vida de Dios (V, 9, 1, 1-2, 24).

Si la carne es débil, el Espiritu está pronto (Mt 26, 41) y tiene poder para cumplir todo lo que desea (in promptu habet). Si alguien mezcla, como aguijón, la prontitud del Espiritu con la debilidad de la carne, lo poderoso superará a lo débil, la debilidad de la carne será absorbida por la fortaleza del Espiritu y un tal hombre ya no será carnal sino espiritual, por la comunión del Espiritu. Los mártires menospreciaron la muerte, no segdn la debilidad de la carne sino segdn la prontitud del Espiritu. La debilidad de la carne, cuando absorbida, manifiesta el poderio del Espiritu, y el Espiritu, que la absorbe, tiene en si la posesión (hereditate) de la carne. «De ambos ha sido hecho el hombre viviente: viviente por la participación del Espiritu, pero hombre por la sustancia de la carne»62 (V, 9, 2, 25-40)63. Segdn V, 9, 3, sin el Espiritu de Dios la carne está muerta, no puede heredar (possidere) el reino de Dios. Es el hombre terrestre (1 Co 15, 48). Pero donde está el Espiritu del Padre, ahi está el hombre viviente: la carne poseida en herencia por el Espiritu, olvidada de si misma y recibiendo la cualidad del Espiritu, ha sido hecha conforme al Verbo de Dios. Después de citar 1 Cor 15, 4964, dice nuestro autor que lo terreno es el plasma y lo celeste el Espiritu. Como un tiempo vivimos sin el Espiritu celeste en la vetustez de la carne, asi ahora andemos en novedad de la vida, obedeciendo a Dios. Sin el Espiritu de Dios no podemos ser salvados. Por tanto, conservemos el Espiritu de Dios para que no perdamos el reino de los cielos por no participar del Espiritu Santo: la carne y la sangre solas no pueden heredar el reino de Dios.

Segdn V, 9, 4, a decir verdad, la carne no hereda sino que es poseida en herencia (véase Mt 5, 5). La tierra, de donde procede la substancia de nuestra carne, es poseida como heredad en el reino. El Senor quiere que el templo esté limpio para que el Espiritu de Dios se deleite en él, como el esposo con la esposa. Como la esposa no puede desposarse con el esposo sino ser desposada por el esposo, asi la carne por si misma (sola) no puede heredar el reino de Dios, sino ser poseida en herencia en el reino por el Espiritu. El que vive es el que hereda lo del muerto65. El que vive es el Espiritu de Dios, y lo heredado son los miembros del hombre que se corrompen en la tierra y que transferidos al reino de los cielos son poseidos en herencia por el Espiritu. Cristo murió para liberar a los esclavos y constituirlos después herederos de sus bienes, el Espiritu poseyendo la herencia. El Espiritu (que vive) es el que hereda; la carne es adquirida en herencia. El apóstol dice que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, exhortándonos a la comunión con el Espiritu, para que no perdamos la vida, perdiendo el Espiritu que nos posee en herencia. Como si nos dijera: si el Verbo de Dios no inhabitare y el Espiritu del Padre no estuviere en vosotros, y viviereis vanamente como si solo fuereis carne y sangre, no podréis heredar el reino de Dios.

INJERTO E INHABITACIÓN

Para explicar que el Espiritu está unido a la carne vivificándola, Ireneo usará la imagen del injerto en V, 10. Pablo teme que complaciendo a la carne, desechemos el injerto del Espiritu (cf. Rm 11, 17.24). Si el olivo permanece silvestre, es tirado al fuego; pero si retiene el injerto y se transforma en buen olivo, pasa a ser fructifero. Asi los hombres, si progresan hacia lo mejor y reciben el Espiritu de Dios y producen los frutos de este, serán espirituales, como plantados en el jardin de Dios. Pero si desechan al Espiritu y permanecen siendo lo que eran antes, queriendo ser más carne66 que Espiritu, entonces muy justamente se dice que la carne y la sangre no heredan el reino de Dios67. Los hombres pues, infructuosos respecto a la justicia68, pero que reciben, como injerto, la palabra de Dios, vuelven a su naturaleza primitiva, la que fue hecha segdn la imagen y semejanza de Dios (V, 10, 1). En V, 10, 2 prosigue nuestro autor comparando con el olivo salvaje, y su mudanza por el injerto. Asi también el hombre que es injertado por la fe y recibe el Espiritu de Dios, no pierde la sustancia de la carne, pero cambia la cualidad de su fruto: ya no se llama carne y sangre sino hombre espiritual69. Pero si no recibe el injerto del Espiritu por la fe, permanece siendo carne y sangre, y no puede tener como herencia el reino de Dios70 (V, 10, 2, 35-53).

Pablo no rechaza la sustancia de la carne sino que atrae la infusión del Espiritu. «Oportet mortale istud induere immortalitatem, et corruptibile hoc induere incorruptelam» (1 Co 15, 53). «Vos autem non estis in carne, sed in Spiritu, siquidem Spiritus Dei habitat in vobis» (Rm 8, 9)71. Más claramente en Rm, 8, 10s: «Corpus quidem mortuum propter peccatum, Spiritus autem vita propter justitiam. Si autem Spiritus ejus qui suscitavit Jesum a mortuis habitat in vobis, qui suscitavit Christum a mortuis vivificabit et mortalia corpora vestra propter inhabitantem Spiritum ejus in vobis»72. En Rm 8, 13 dice que «Si enim secundum carnem vivitis, incipietis mori»73, no rechazando la vida en la carne74, sino arrancando las concupiscencias de la carne que dan muerte al hombre. Y por esto anade: «Si autem Spiritu opera carnis mortificatis, vivetis: quicumque enim ducuntur Spiritu Dei, hi sunt filii Dei»75 (V, 10, 2, 53-71).

Segdn V, 6, 2, porque el Espiritu de Dios habita en nosotros (1Cor 3, 16s), el plasma es llamado templo de Dios. Pablo llama «templo» al cuerpo en el que habita el Espiritu. Y Jesds llamaba templo a su propio cuerpo (Jn 2, 19.21). Con los miembros de Cristo no se puede hacer miembros de una prostituta (1 Cor 6, 15). Por tanto habla de nuestro propio cuerpo (unido a una prostituta), de nuestra carne. Mientras el cuerpo persevera en la santidad y pureza, segdn dice el apóstol, es miembro de Cristo. «Templum igitur Dei, in quo Spiritus inhabitat Patris, et membra Christi non participare salutem, sed in perditionem redigi dicere, quomodo non maximae est blasphemiae?»76. Porque ahora, segdn V, 8, 1, 1-17, ya hemos recibido una parte del Espiritu de Dios para que nos disponga y nos prepare a la incorruptibilidad, acostumbrándonos77 poco a poco a captar y llevar a Dios: son las arras, parte del honor que Dios nos ha prometido: «Signati estis Spiritu promissionis sancto, qui est pignus hereditatis nostrae» (Ef 1, 13s)78. Las arras, que habitan en nosotros ya nos hacen espirituales y lo mortal es absorbido por la inmortalidad79, no por eliminación de la carne sino por la comunión del Espiritu, que inhabita en nosotros. Aquellos a quienes Pablo escribia vivian en la carne, pero habian recibido el Espiritu de Dios, «en el que clamamos: Abba, Padre». Segdn V, 13, 4, 89-93, el Espiritu abraza a la carne, asi nuestros corazones carnales han sido hecho capaces del Espiritu. Como dice Pablo, los corintios son la carta de Cristo escrita con el Espiritu del Dios vivo en las tablas carnales del corazón (2 Co 3, 3).

ESPIRITUALES Y CARNALES

En V, 8, 2 insiste Ireneo en que lo que hace al hombre espiritual es que nuestra sustancia (unión de alma y carne) reciba (assumens) el Espiritu de Dios. El apóstol llama espirituales a los que poseen las arras del Espiritu, se someten a él (no a las concupiscencias de la carne) y se comportan en todo razonablemente, pues el Espiritu de Dios habita en ellos. El apóstol llama carnales a los que rechazan el consejo del Espiritu y sirven los placeres de la carne viviendo irracionalmente sin ninguna inspiración del Espiritu divino80. Estos, segdn V, 8, 3, 86-93, por su incredulidad y lujuria, no obtienen el Espiritu divino y rechazan al Verbo vivificante, son llamados carnales y animales por el apóstol, etc. No se encaminan por la fe de manera estable hacia el Padre y el Hijo; no fijan la firmeza de su raiz en el Padre y el Hijo81.

Segdn V, 11, 1, en Ga 5, 19-21 Pablo, después de enumerar las obras de la carne, termina afirmando que los que cometen tales acciones no heredarán el reino de Dios. Proclama asi con bastante claridad que «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1 Co 15, 50), porque los que caminan segdn la carne no pueden vivir para Dios. Pablo anade a continuación las acciones espirituales que vivifican al hombre (Ga 5, 22s), a saber, el injerto del Espiritu. Asi como el que haya progresado hacia lo mejor y producido el fruto del Espiritu es salvado de todos modos a causa de la comunión del Espiritu, asi el que permanezca en las obras de la carne, el carnal, dado que no recibe el Espiritu de Dios, no podrá heredar el reino de los cielos. Pablo en 1Co 6, 9-11 enumera los que no heredarán82, el reino de Dios. Pero los Corintios ya han sido lavados, santificados, justificados en el nombre del Senor Jesds-Cristo y en el Espiritu de nuestro Dios. Pablo muestra por causa de qué perece el hombre, si perseverare en vivir segdn la carne, y por qué cosas es, a su vez, salvado. Las que salvan son el nombre de nuestro Senor Jesds Cristo y el Espiritu de nuestro Dios.

Y habiendo enumerado las obras de la carne sin el Espiritu, Pablo exclamó al final de su epistola: «Sicut portavimus imaginem ejus qui de limo est, portemus et imaginem ejus qui de caelis est (...), quoniam caro et sanguis regnum Dei possidere non possunt» (1 Co 15, 49s; V, 11, 2, 42-45)83. Cuando las obras de la carne se realizaban en nosotros, llevamos la imagen del que es de la tierra. Cuando creyendo en el nombre del Senor (Jesucristo) y recibiendo su Espiritu fuimos lavados, llevamos la imagen del celeste. Pero no fuimos lavados de la sustancia del cuerpo ni de la imagen del plasma sino de nuestra vetusta vida de vanidad. Por tanto, en aquellos miembros en que pereciamos por obrar lo de la corrupción, en esos mismos miembros somos vivificados por obrar lo que es del Espiritu (V, 11, 2, 45-59).

Al comienzo de V, 12, 1 prosigue afirmando nuestro autor que asi como la carne es capaz de corrupción y de muerte, asi también de incorruptibilidad y de vida. Una expulsa a la otra; presente una, perece la otra84. Si la muerte aduenándose del hombre ha expulsado a la vida, con mucha mayor razón la vida expulsará a la muerte y volverá al hombre viviente para Dios. Si la muerte lo hizo morir, ,;por qué la vida no lo vivificará cuando sobreviniere? Cf. Is 25, 8. La pristina vida ha sido expulsada, porque habia sido dada por un soplo y no por el Espiritu vivificante (hombre espiritual)85. Como ya vimos, el soplo se da a todo el que habita la tierra, pero el Espiritu propiamente a los que conculcan las concupiscencias terrenas (cf. Is 42, 5) (V, 12, 1, 1-2, 23). El Espiritu envuelve al hombre por dentro y por fuera, porque siempre permanece, nunca lo abandona. Primero lo animal, luego lo espiritual (1 Co 15, 46). Convenia que primero fuera plasmado el hombre y lo plasmado recibiera el alma, y asi luego la comunión del Espiritu. Por eso «primus Adam factus est a Domino in animam viventem, secundus Adam in Spiritum vivificantem» (1 Co 15, 45)86. Como el primero declinando a lo peor perdió la vida, asi este mismo, retornando a lo mejor y recibiendo el Espiritu vivificante, encontrará la vida (V, 12, 2, 33-46)87.

Pasando ahora a V, 12, 3s, nos dice Ireneo: lo que habia muerto es lo vivificado. La sustancia de la carne, que habia perdido (amiserat) el soplo de vida, estaba muerta88. El Senor vino para devolver a esta la vida, para que como todos morimos en Adán a titulo de animales, todos vivamos en Cristo a titulo de espirituales, no deponiendo el plasma de Dios sino las concupiscencias de la carne y recibiendo el Espiritu Santo. En Col 3, 5 Pablo dice que hagamos morir nuestros miembros terrestres: la fornicación, etc. Los que hacen tales cosas, como solo siendo carne y sangre, no pueden heredar el reino de los cielos. Por tanto, segdn el apóstol, hay que despojarse del hombre viejo con sus obras (Col 3, 9). Pero no por esto desecha el antiguo plasma. «Fructus autem operis spiritus est carnis salus»89. ¿Qué otro fruto visible ofrece el Espiritu invisible sino volver madura90 a la carne y capaz de incorruptibilidad? Si «vivere in carne hic mihi fructum operis est» (Flp 1, 22)91, el apóstol no menospreciaba la substancia de la carne en Col 3, 9, sino se referia a nuestra precedente manera de vivir, que envejece y se corrompe, y por eso anadió: «Et induentes novum hominem, eum qui renovatur in agnitionem secundum imaginem ejus qui creavit eum» (Col 3, 10)92. El que se renueva es el mismo hombre que antes estaba en la ignorancia de Dios. Y en V, 14, 4 anadirá Ireneo: si, por tanto, la carne y la sangre nos procuran la vida, no ha sido dicho de la carne y de la sangre el que no pueden heredar el reino de Dios, sino de los actos carnales que, desviando al hombre al pecado, le privan de la vida. En Rm 6, 12s dice Pablo que no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal sino que nos presentemos a Dios como muertos retornados a la vida. Con los miembros con que serviamos al pecado y fructificábamos para la muerte, con esos mismos quiere que sirvamos a la justicia y fructifiquemos para la vida.

EL PODER DE DIOS PARA RESUCITAR LA CARNE

Dios Padre93 reviste esto mortal con la inmortalidad, y regala gratuitamente la incorruptibilidad a lo corruptible, porque el poder de Dios se consuma en la debilidad (V, 2, 3, 57-62)94. En V, 3, Ireneo comienza citando 2 Cor 12, 7-9: «Virtus enim in infirmitate perficitur»95. Rechazan el poder de Dios los que viendo la debilidad de la carne no consideran el poder de quien la resucita de entre los muertos. Porque si no vivifica lo mortal y no eleva lo corruptible a la incorruptibilidad, Dios ya no es poderoso. Pero lo es porque modeló al hombre del lodo de la tierra y es más dificil hacer algo de lo que no existia que reintegrar los elementos en la vida dada por él. Por otro lado, la carne es capaz de recibir y contener el poder de Dios. En ella (en su creación) se ve el arte y la sabiduria de Dios. Participa, por tanto, de su poder. «Nam virtus ejus (de Dios) qui vitam praestat in infirmitate perficitur, hoc est in carne»96. ¿Cómo dicen, los contradictores, que la carne es incapaz de tener parte en la vida, si ellos mismos están vivos? Si esta vida temporal, que es bastante más débil que aquella eterna, sin embargo, es tan poderosa que vivifica nuestros miembros mortales, ¿por qué aquella vida eterna no vivificará esta carne que ya esté ejercitada y acostumbrada a llevar la vida? Por tanto, que la carne sea capaz de participar de la vida, se prueba porque vive97. Siendo Dios poderoso para vivificar su plasma y pudiendo la carne ser vivificada, ¿qué queda que prohiba que ella reciba la incorrupción, que es una vida larga98 y sin fin otorgada por Dios?

Refrendando el poder de Dios para dar una vida larga, sin fin99, en V, 4 y 5 expone Ireneo el tema de que el Creador, Padre bondadoso, es el que vivifica los cuerpos y ha dado longevidad a algunos. En cambio ahora, concluye nuestro autor, algunos ignoran el poder de Dios y su promesa, impugnando su propia salvación, porque estiman imposible que Dios pueda, resucitando los cuerpos, darles una perseverancia eterna100. La exposición de Ireneo fluye a grandes lineas de la manera siguiente. Segdn V, 4, el supuesto Padre bueno de los herejes (otro que el Creador), si no puede vivificar nuestros cuerpos, seria débil, indtil y negligente, por no decir envidioso. Contrariamente, es más poderoso y verdaderamente bueno el Creador que vivifica a todo el hombre101. ¿Qué causa podria haber para que el Padre no vivifique los cuerpos? Esa causa tendria que ser más poderosa que su bondad; y el Padre no seria libre y Senor en su dictamen. De hecho, los cuerpos viven tanto cuanto Dios quiere. En V, 5 trae Ireneo, como ejemplo, la longevidad que Dios quiso para algunos. Asi por ejemplo, Enoch fue transpuesto en el cuerpo en que agradó a Dios, prefigurando la transposición (transferencia) de los justos. Elias fue «asumido» tal cual estaba en la sustancia del plasma, profetizando la «asunción» de los espirituales (πνευματικών). Asunción y transposición por las mismas manos por las que fueron plasmados en el origen, pues estaban acostumbradas en Adán a concertar, aprehender y llevar a cuestas su plasma y colocarlo donde ellas quisiesen102. Por eso, segdn los «presbiteros» (discipulos de los apóstoles), los transpuestos lo han sido al paraiso (preparado para los hombres justos y que tienen el Espiritu) hasta la consumación final, preludiando (προοιμιαζομένους) la incorruptibilidad103. La longevidad y el rapto de Elias lo realizó la mano de Dios (el Hijo de Dios [Dn 3, 92]), como en el horno ardiente104. La debilidad de la carne no es más fuerte que la voluntad de Dios (Creador): lo que entre los hombres resulta imposible, es posible para Dios.

Ya vimos que lo que habia muerto es lo vivificado (V, 12, 3, 4757). En V, 12, 5, 110-13, 1, 28, Ireneo lo remacha. Asi, el Pablo que evangelizaba era el mismo que habia perseguido a la Iglesia (cf. Ga 5, 15s). Igualmente a propósito de las curaciones de Jesds, como los ciegos curados por el Senor: por los mismos ojos que no veian, ahora al ver daban gracias. Y todos los que curó recibian sanos los miembros que tenian desde el dtero. Porque el artifice del universo, el Verbo de Dios, que desde el principio plasmó al hombre, encontrando su plasma arruinado por la maldad, lo curó de todas las maneras posibles: cualquiera de sus miembros105, pero también reintegró sano, de una vez, a todo el hombre, hombre perfecto, en orden a la resurrección. ¿Por qué sanaria y restituiria los miembros de carne a su forma primera si no iban a ser salvados? Una utilidad temporal no seria gran favor. ¿Cómo no es capaz la carne de recibir de él la vida, si de él recibe la curación? En efecto, la vida se produce (efficitur) por la sanación, y la incorrupción por la vida. Por consiguiente, el que da la sanación, también da la vida, y el que da la vida reviste a su plasma de incorrupción. Los resucitados por Jesds resucitaron en los cuerpos en que habian muerto. De lo contrario, no serian esos mismos muertos los que resucitaron. El Senor dio la mano al joven muerto y le habló a él; llamó a Lázaro y salió el muerto atado de pies y manos. Por tanto, asi como fueron sanados los miembros que habian estado enfermos antes y resucitaron los muertos en sus mismos cuerpos, recibiendo la sanación y la vida dadas por el Senor, prefigurando lo eterno por medio de lo temporal y mostrando que es el mismo el que puede dar a su plasma la sanación y la vida, para que igualmente su palabra sobre la resurrección fuera creida, asi también los muertos resucitarán al final106, como dice en Jn 5, 25. 28s107.

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

Se ha destacado en este trabajo la centralidad de la Encarnación para la salvación de la carne. Pero obviamente, esta centralidad se concreta gracias a la resurrección de Jesds. Asi en V, 13, 4, 103-115, trae la cita de 1 Co 15, 13-21: si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó, vana es nuestra fe108. Quisiera ahora destacar, entre otros textos, V, 6, 2, 78-7, 1, 36, donde cita 1 Co 6, 13s: «Deus autem et Dominum suscitavit, et nos suscitabit per virtutem suam»109. Como Cristo resucitó en la sustancia de su carne y mostró a sus discipulos las senales de los clavos, senales de que era su propia carne la que resucitaba, asi también (Dios) nos resucitará por su poder. Dice Pablo en Rm 8, 11: «Si autem Spiritus ejus qui suscitavit Jesum a mortuis habitat in vobis, qui suscitavit Christum a mortuis vivificabit et mortalia corpora vestra»110. No se refiere a las almas que son incorporales, porque el soplo de vida que constituyó al hombre en alma viviente es incorporal; la substancia de esta alma es inmortal111. Tampoco el cuerpo mortal es el espiritu. Por tanto el plasma, la carne, es el cuerpo mortal que vivificará Dios. (La carne) es la que muere y vuelve a sus elementos primitivos; no muere ni el alma (hálito de vida) ni el espiritu (pues es simple; no puede disolverse; es vida de cuantos lo reciben). Por tanto, la muerte se manifiesta en la carne: sin hálito ni alma, poco a poco se disuelve en la tierra de la que fue tomada. (La carne) es mortal, de la que se dice: Dios «vivificabit et mortalia corpora vestra» (Rm 8, 11)112. Como afirma 1 Cor 15, 42, la carne sembrada en la corrupción resucitará en la incorrupción113.

Como el grano de trigo, prosigue Ireneo en V, 7, 2, son nuestros cuerpos los que se pudren en la tierra114. Como dice 1 Co 15, 43, sembrados en ignominia, resucitan en gloria. ¿Qué hay más innoble que la carne muerta, o más glorioso que esta cuando surge y recibe la incorrupción? Conforme a 1 Cor 15, 43, se siembra en debilidad y resucita en poder (el poder es el de Dios que la resucita de entre los muertos). Segdn 1 Cor 15, 44, se siembra cuerpo animal y surge un cuerpo espiritual. Ni al alma ni al espiritu se refiere esto, sino a los cuerpos muertos. Estos son los cuerpos animales, que participan del alma; los que mueren cuando la pierden. Después se hacen cuerpos espirituales resucitando por el Espiritu, de manera que por el Espiritu tienen vida permanente en el conocer cara a cara (1 Cor 13, 12)115. Con gozo inenarrable (1 P 1, 8) nuestro rostro verá el rostro de Dios y se gozará con la vista de su gozo (Dios) (V, 7, 2, 36-59). Si ahora clamamos Abba, Padre, ¿qué ocurrirá, entonces, cuando resucitando lo veamos cara a cara, cuando todos nuestros miembros con profusión prorrumpan en un himno116 de exultación glorificando a aquel que los ha resucitado de entre los muertos y les ha donado la vida eterna? Si las arras abrazando al hombre por todos lados (συμπεριλαμβάνων) ya lo hace decir Padre, ¿qué hará toda la gracia del Espiritu117, que les será dada a los hombres por Dios? Ella nos hará semejantes a él y llevará a cabo la voluntad del Padre, porque hará al hombre a imagen y semejanza de Dios (V, 8, 1, 16-26118). Ya habiamos visto, a propósito de la Eucaristia, que nuestros cuerpos nutridos por ella, aunque se disuelvan en la tierra, resurgirán; que el Verbo de Dios les otorga la resurrección para gloria del Padre; que este dltimo los reviste gratuitamente de inmortalidad e incorruptibilidad; que el poder de Dios se consuma en lo débil (V, 2, 3, 57-62).

Pablo contradice la interpretación herética de 1 Co 15, 50119 segdn la cual ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios, al anadir después en 1 Co 15, 53-55: «Oportet enim corruptibile hoc induere incorruptelam et mortale hoc induere immortalitatem. Cum autem mortale hoc induerit immortalitatem, tunc fiet sermo qui scriptus est: Absorta est mors in victoria. Ubi est mors aculeus tuus? Ubi est mors victoria tua?»120. Dice Ireneo que esto se cumplirá, cuando esta carne mortal y corruptible en que tiene también lugar la muerte, y que está oprimida por algdn dominio de la muerte, ascendiendo a la vida revista la incorrupción e inmortalidad. Entonces será verdaderamente vencida la muerte, cuando la carne, que era su presa, salga de su dominio. También lo expresa Pablo en Flp 3, 20s: «Nostra autem conversatio in caelis est, unde et Salvatorem exspectamus Dominum Jesum, qui transfigurabit corpus humilitatis nostrae conforme corpori gloriae suae ita ut possit secundum operationem virtutis suae»121. El cuerpo de humildad que transfigurará el Senor conformándolo a su cuerpo de gloria es manifiestamente el cuerpo que es carne. Pero su transfiguración, porque siendo mortal y corruptible es hecho inmortal e incorruptible, no es en virtud de la propia sustancia sino de la acción del Senor que puede vestir lo mortal con la inmortalidad y lo corruptible con la incorruptibilidad. Y por eso dice el Apóstol en 2 Co 5, 4s: «Ut absorbeatur mortale a vita. Qui autem perficit nos in hoc ipsum, Deus, qui dedit nobis pignus Spiritus»122. Clarisimamente esto lo dice de la carne, porque ni el alma ni el Espiritu son mortales. Será absorbido lo mortal por la vida, cuando la carne ya no permaneciere muerta sino viva e incorrupta. Dios nos dispone (perficit) para esto: «Glorificate Deum in corpore vestro» (1 Co 6, 20)123. Dios es el autor de la incorruptibilidad (V, 13, 3, 44-81)124. Y concluirá Ireneo este capitulo 13 afirmando: Por tanto, en todo esto, o dirán (los herejes) que el Apóstol se contradice respecto a que «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1 Co 15, 50), o se verán obligados a pervertir el sentido de los dichos. Se esforzarán por interpretar de otra forma 1 Co 15, 53125, 2 Co 4, 11126, y todos los otros pasajes en que el Apóstol con claridad proclama la resurrección e incorruptibilidad de la carne (V, 13, 5, 116-129).

A MODODE CONCLUSIÓN

Habiendo expresado el pensamiento de Ireneo sobre la salvación de la carne recorriendo las citas segdn diversos tópicos en la parte de su obra que estudiamos, es conveniente ahora una breve conclusión que alumbre un poco la trabazón de este pensamiento en algunos de sus puntos principales. Todo está dirigido contra los herejes, es un Adversus haereses. Después de un párrafo de claro sabor antidoceta, nombra en particular a valentinianos, ebionitas y ataca a marcionitas. Caballo de batalla de los adversarios es 1 Co, 15, 50: ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios. Ireneo responde que este texto se refiere a los que viven segdn las concupiscencias de la carne, pero no a los que han muerto a ellas, para que en su carne se manifieste la vida de Cristo. No es, por tanto, la sustancia de la carne la que no puede heredar el reino. Por lo demás, Pablo a menudo usa carne y sangre en un sentido diferente a 1 Co 15, 50, en referencia a Cristo, quien nos redimió con su sangre. Con la mala interpretación de los herejes, al negar estos la salvación de la carne (cuerpo, plasma), arruinan totalmente el plan, la disposición, de Dios; arruinan su plasmación, a la que vino a salvar el Verbo haciéndose hombre.

El plasma humano no vino de otro Dios, diferente del Dios bueno y Creador, cuyo amor es omnipotente, sino que Dios creó el mundo y plasmó al hombre por medio de sus dos manos, el Hijo y el Espiritu. Detrás de ellas está el Padre que nos predestina a ser, y nos da el don de la incorrupción. El Verbo es llamado artifice, ministro, y es anterior a la creación; el Espiritu es el que cohesiona la creación, y de él participa intimamente todo hombre viviente. 'Viviente' se refiere a la vida eterna, que es muy superior a la vida temporal, que depende del simple soplo de Dios. En contraposición al soplo temporal, el Espiritu es divino, eterno. Adán, por su pecado, perdió la vida primigenia y quedó sometido a la muerte.

Pero el hombre nunca escapa de las dos manos del Padre que lo siguen conduciendo. Asi estas intervienen en la encarnación salvadora. El Verbo, viniendo a lo propio (a lo que habia él mismo plasmado) se hace hombre verdadero, de carne y sangre, para que nosotros llegáramos a ser lo que él es, recapitulándonos y reconciliándonos con Dios, restableciendo el antiguo plasma. Dios desciende y el hombre asciende. El Verbo, que es Dios, es también perfecto hombre por la sustancia de la carne tomada de Maria, sobre la que desciende el Espiritu de Dios. Cristo nos redime con su sangre y además en la Eucaristia, nos nutre con su cuerpo y con su sangre. Dado que en Cristo se unieron la carne y la divinidad, y el restablecimiento de nuestra carne, parece blasfemia decir que la carne no es capaz de salvación. Con la verdad de la Encarnación, perece toda doctrina herética. Ireneo termina la sección que estudiamos del libro, diciendo que nos aferremos a la cabeza del cuerpo, es decir a su venida carnal. Este es el gran centro antiherético. Y la Encarnación se nos muestra, pues, como necesaria para nuestra redención, salvación, reconciliación, comunión con Cristo, recapitulación, restauración, etc.

La concepción herética era dualista respecto a la carne; la de Ireneo es unitaria. Si hay salvación del hombre, tiene que salvarse la carne. Porque hombre (como lo vemos en Cristo en la plenitud de su sentido), hombre perfecto o espiritual, es el compuesto de carne y alma que participa del Espiritu de Dios, al que está intimamente unido. El alma está como al medio, y puede seguir a la carne (hombre carnal sin salvación) o al Espiritu (hombre espiritual). Siguiendo a Pablo, Ireneo enumera las acciones carnales y los frutos del Espiritu. Hemos dicho que el hombre es la unión de los tres componentes, y hay una sola y misma salvación para los tres. Ni el Espiritu, ni el alma, ni la carne, por separados, son el hombre. Ireneo concede que el hombre fue primero animal (psiquico diriamos nosotros) y después espiritual, es decir, propiamente hombre.

La acción de las manos de Dios no se detiene, sino que culmina (perficere) con la transformación final de la carne en incorruptible, inmortal. Esto es un don del Padre. El hombre que siempre fue a imagen de Dios por la carne, recupera plenamente la similitud con Dios. Igual que en Cristo, en él resplandece de nuevo la imagen y semejanza con Dios, con que fue creado. La semejanza le viene por el Espiritu. ¿Cómo se puede decir que no es capaz de salvación en su carne, con la que conforma una sola unidad? El tema de la imagen y semejanza, junto con las manos de Dios, acompanan al hombre desde la creación a la resurrección, pasando por la Encarnación restauradora. Ambos temas muestran la unidad de la economia divina, que los herejes arruinan.

Más adn, en su visión unitaria, a ratos tiende Ireneo a que la vida eterna es como una prolongación de esta vida. Dios es el que dio la longevidad que él quiso, en la primitiva antigûedad, o en el caso de Henoch y Elias. Asi llegará nuestro autor a llamar la vida eterna, perseverancia eterna. Pero advierte, respecto a los justos difuntos, que segdn la tradición de los Presbiteros esperan en el paraiso la resurrección, que ellos son solo figura de la incorruptibilidad del reino de Dios. Y respecto a la vida, dice que la eterna es muy superior respecto a la temporal. En otro pasaje afirma que por la curación se produce la vida y por la vida la incorruptibilidad, pero acababa de distinguir entre sanación temporal, no de gran valor, y la salvación, siendo el mismo el donante. Los resucitados por Jesds solo prefiguraban lo eterno por medio de lo temporal. Otro argumento de Ireneo, que va en el sentido unitario, es uno 'ad hominem', dirigido a los herejes. ¿Cómo estando ellos vivos en su carne, participando por tanto de la vida, dicen que la carne está excluida de la vida? Las sanaciones de Jesds desembocan en vida y esta en incorruptibilidad. Pero aclara que sus resurrecciones de muertos, son para que le creamos su promesa respecto a nuestra resurrección futura. Esta especie de tendencia al emparejamiento con la creación, al que tiende Ireneo, muestra el gran peso de esta (de la carne) en su visión global. Con todo, insistirá en que la incorruptibilidad es un don de Dios.

Pero la salvación de la carne depende del Espiritu. El es el que conforma y salva a la carne; el que constituye al hombre en perfecto y espiritual. El Espiritu fue infundido en Pentecostés y nos hace hijos adoptivos de Dios. Sus arras ya las tenemos. Somos templos del Espiritu, quien es como el esposo del templo y se goza en él. Ya somos también miembros del Verbo, quien inhabita en nosotros y nos renueva. El Espiritu, que está pronto, absorbe la debilidad de la carne. Produce la vida. El Espiritu es como el injerto que nos va transformando, nos va madurando para la incorrupción; nos va acostumbrando poco a poco a captar a Dios. La misma sustancia del cuerpo ya es capaz del Espiritu. Entonces no somos carnales sino que llevamos la imagen del hombre celeste. Como vemos, el Espiritu no es lo que se opone a la carne, como piensan los herejes, sino que, en intima unión, la espiritualiza y la prepara para la resurrección. Por la visión de Dios se recibe el don de la incorruptibilidad. Todo esto corresponde a la mirada unitaria de Ireneo. El fruto del Espiritu es la salvación de la carne.

El trabajo de las dos manos culmina en la resurrección de la carne, obviamente en los mismos cuerpos. Asi como Jesds sanaba los miembros que estaban enfermos y no otros, asi es conveniente que con los mismos miembros con que pecamos seamos salvados. Nuestra resurrección de la carne forma una unidad con la de Jesds, en la que se funda. Si nosotros no resucitamos, Cristo tampoco resucitó y vana es nuestra fe. ¿Tiene poder Dios para resucitarnos? Por supuesto, porque es el Creador. Vuelve a manifestarse el peso de la creación contra los herejes que separan a Dios del Creador. Y es más fácil resucitar que crear. La resurrección es como el grano de trigo que se pudre y después vuelve a surgir. Asi el poder de Dios culmina en la debilidad de la carne. Si morimos con Cristo, la vida de él se manifestará en nuestra carne. Somos conformados a su cuerpo de gloria. Hay una transformación de nuestra carne que pasa a ser incorruptible e inmortal. Lo corruptible se reviste de incorruptibilidad. Es la victoria de la vida sobre la muerte. La vida ha expulsado definitivamente a la muerte. Se trata de la vida eterna, de la perseverancia para siempre. Se ve a Dios cara a cara y explota el gozo y un himno colectivo de alabanza al Padre. Somos capaces de conocer (capere) al Padre perfecto, en cuyo seno están todos reunidos. Todo es para gloria del Padre, quien, autor de la incorruptibilidad, ha salvado a la carne por medio de sus dos manos. Queda plenamente restablecida la imagen y semejanza. El Espiritu posee entonces a la carne como herencia.

Notas

1 Irénée de Lyon, Contre les hérésies V. Éd. critique par A. ROUSSEAU y otros (SC 152), (Du Cerf, Paris 1969), 167-176.

2 El capitulo 15, aunque va a pasar a otro tema, comenzará con los textos de resurrección de Is 26, 19 y 66, 13s; Ez 37, 1-10. 12-14, que, según Rousseau (ib., 177), están en la nueva perspectiva antidualista de afirmar que el Dios Creador es el mismo que se revela en Cristo. Véase V, 15, 1, 41ss. Los últimos capitulos (31-36), con que concluye, el libro V y la obra de Ireneo, están referidos a la resurrección de los justos y a su reino terrestre, como sintetiza este autor (ib., 186-188). Contra los gnósticos que rechazan toda salvación de la carne, los justos deben encaminarse hacia la incorruptibilidad. La resurrección los introducirá en un reino que es solo un preludio terrestre de la vida incorruptible, y última etapa preparatoria de esta. El festin será en una tierra renovada para la auténtica descendencia de Abraham, el Israel espiritual, conforme a las profecias y a algunas citas del N. T. La reconstruida y magnifica Jerusalén terrestre es un anuncio y preparación de la Jerusalén celeste y eterna. Después viene la resurrección universal, el juicio, el descendimiento de la Jerusalén celeste. Han sido necesarias etapas sucesivas en el camino de los justos hacia la incorruptibilidad; el reino del Hijo prepara el reino del Padre. Hay pleno acuerdo entre las predicciones de los apóstoles, las de Cristo y las de los profetas, lo que prueba que hay un solo Dios, Creador y Padre, y un solo Hijo, y un solo género humano llamado a ser imagen y semejanza de Dios por la acción del Hijo y del Espiritu. Respecto a V, 36, puede verse A. ORBE, Teología de San Ireneo. Comentario al Libro Vdel 'Adversus Haerese' III (BAC Maior, 33), (Editorial Católica, Madrid 1988), 554s; 603s; 646-651. «Este capitulo de la obra urge la verdad inmediata y obvia —la dimensión terrena y carnal— del hombre llamado a la Salud: en sus dos etapas últimas, la del Milenio (reino del Hijo o de los justos), y la del Reino definitivo del Padre» (ib, 554). E. Osborn se expresa asi: «Millenarianism is for many a foreign body in the thought of Irenaeus and only at the end of the fifth book does this teaching emerge; but it is needed to fulfil the hope which springs from the recapitulation of all things» (Irenaeus ofLyons, Cambridge Univ. Press, Cambridge 2001, 99s).

3 Como trabajo más conceptual sobre el tema y que engloba toda la obra de Ireneo de cara a los herejes, puede verse, entre otros, la sintesis que nos ofrece R. POLANCO, «Gloria enim Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei. Reflexiones sobre el homo vivens en el pensamiento de San Ireneo», en S. FERNÁNDEZ y otros, Multifariam. Homenaje a losprofesores Anneliese Meis, Antonio Bentuéy Sergio Silva, Anales de la Facultad de Teologia, 1 (Nueva Serie). (Suplementos a Teologia y Vida, ed. Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago 2010, 159-191. «La salvación como vivificación de la carne es entonces el tema de fondo de la antropologia ireneana y el tema que sustenta la frase que estamos estudiando (gloria Dei vivens homo, vita hominis visio Dei» (ib, 167). La carne tiene vida, se salva, por la visión de Dios (cf. ib., passim). Y anade este autor que la relación Espiritu carne es sintesis de la antropologia ireneana (ib., 177).

4 A este propósito quisiera recoger aqui algunas de las conclusiones de Ph. BACQ en su estudio sobre el libro IV. «Tel est l'art d'Irénée: les différentes étapes de l'argumentation se suivent en se fondant savamment l'une dans l'autre, un peu comme les couleurs d'un prisme se superposent d'abord avant de se détacher dans leur tonalité propre. Irénée semble craindre les divisions trop tranchées, le répartitions trop systématiques: tout, chez lui, est lié en un déroulement continu. Ce raffinement dans l'art d'écrire explique la surprise du lecteur moderne, accoutumé aux divisions claires et distinctes: il risque, s'il n'y prend garde, de considérer Irénée comme un écrivain désordonné. Ce serait méconnaître l'unité théologique propre du Livre IV de YAdversus Haereses» (De l'ancienne à la nouvelle Alliance selon S. Irénée. Unité du libre IV de l'Adversus Haereses (Le Sycomore), (Lethielleux-Presses Univ. Namur, Paris-Namur 1978, 292). A continuación anade: «La continuité de la pensée est renforcée encore par un procédé littéraire qui revient souvent dans l'exposé: l'annonce d'argumentations postérieures ou le rappel de développements antérieurs» (ib. 293). «Irénée sait toujours exactement où il en est de sa démonstration et ne perd jamais de vue ce qu'il a déjà démontré. Mais plus caractéristiques encore, du point de vue de l'unité de la pensé, sont les annonces de développements postérieurs» (ib.). «Si l'attention avait été attirée sur ce procédé typiquement irénéen d'annonce et de reprise de thémes: elles unifient l'exposé d'un bout à l'autre de l'Adversus haereses et témoignent de l'étonnante cohésion de l'oeuvre d'Irénée» (ib.). «Oest l'unité de l'Écriture qui fait en somme l'unité de la théologie d'Irénée, tant au niveau littéraire qu'au niveau du contenu de l'oeuvre. Le genie d'Irénée consiste essentiellement en ceci: il fait coïncider, avec une superbe maîtrise, la structure formelle de son oeuvre et le message théologique qu'elle exprime (...) ce qui ressort, après une lecture attentive du Livre IV de l'Adversus Haereses, c'est la merveilleuse unité de l'Écriture qu'elle dévoile et fait découvrir dans la diversité de ses harmoniques» (ib. 294).

5 Comentario I., 22.

6 El único que nos puede contar lo del Padre, como nuestro autor dirá a continuación.

7 Y el libro V (36, 3, 68-74) concluirá con las siguientes frases: «(...) Sapientiam Dei per quam plasma ejus conformatum et concorporatum Filio perficitur, ut progenies ejus primogenitus Verbum descendat in facturam, hoc est in plasma ¿quod? capiatur ab eo, et factura iterum capiat Verbum et ascendat ad eum, supergrediens angelos et fiens secundum imaginem et similitudinem Dei». A. ORBE sugiere la adición de ¿quod? en vez de «, et» (Teología de San Ireneo I. Comentario al Libro V del Adversus Haereses [BAC Maior, 25] (Madrid 1985), ad l.c.; desde aqui en adelante citada como Comentario I). Véase III, 10, 2, 44-47; 19, 1, 18-28. Cf. otros textos en POLANCO, Gloria, 179.

8 Respecto a esta expresión de las «dos manos de Dios», de raiz biblica, concluye J. MAMBRINo: «Mais Irénée par son image de mains de Dieu a rendu comme sensible cette proximité ineffable et terrible, et n'a pas diminué la sainteté de Dieu en la montrant presque comme familier (.) il ne cesse pas de la travailler, de la faire et la refaire, depuis la création initiale jusqu'à la Résurrection des morts (.) il touche, il saisit, il étreint, il façonne, il modèle amoureusement» («"Les deux mains de Dieu" dans l'oeuvre de Saint Irénée», NRT LXXIX (1957), 355-370, 369).

9 «En contraste con la tendencia gnóstica a sacrificarlo todo en aras del hombre espiritual divino, excluyendo el elemento infimo del ámbito de la Salud, se levanta la tesis eclesiástica cargando el acento sobre la Salud de la carne y olvidando prácticamente la del alma» (A. ORBE, «La definición del hombre en la teologia del s. II», Greg XLVIII (1967) 522-576, p. 575). «La definición clásica del hombre "animal racional mortal, susceptible de intelecto y de ciencia", no vale para los autores cristianos del s. II. Los eclesiásticos gustarian de caracterizarlo como "animal racional carnal, susceptible de la visión de Dios", o también "plasma hecho a imagen y semejanza de Dios" con énfasis sobre su origen infimo y su destinación divina» (ib. 576).

10 Puede verse también I, 22, 1, 1 -17; IV, Praef. 4, 62-65; IV, 20, 1, 1-23, y las respectivas notas de A.ORBE en Teología de San Ireneo IV. Traducción y comentario del libro IVdel Adversus Haereses (BAC Maior, 53) (Madrid 1996), 273-276; Dem 5, etc. «Ahora bien, ya que el Verbo establece, es decir, crea y otorga la consistencia a cuanto es, alli donde el Espiritu pone en orden y en forma la múltiple variedad de laspotencias, justa y convenientemente el Verbo es denominado Hijo y el Espiritu, Sabiduria de Dios» ( traducción de E. RoMERo PosE: S. Ireneo de Lyon, Demostración de la Predicación Apostólica. Introducción, Traducción y Notas [extractadas de la obra de Antonio Orbe] [Fuentes Patristicas, 2], Ciudad Nueva, Madrid 1992). «Las tres divinas personas ostentan su eficacia en todas las obras de la creación: el Padre crea la substancia o materia prima; el Verbo le da forma o consistencia, como paradigma de todas las especies (e individuos) creadas; el Espiritu Santo imprime en todas ellas el dinamismo que las consuma y adorna en orden a su ejercicio» (A. Orbe, Antropología de San Ireneo ([BAC], Madrid 1969), 63); cf. Íd., Hacia la primera teología de la procesión del Verbo. Estudios Valentinianos I, 1, [Analecta Gregoriana 99], Univ. Gregor., Roma 1958 136s). Según este mismo autor, «Dios Padre, sin concurso alguno, llama al universo del no ser al ser, por un simple acto de voluntad soberana. A Él le corresponde la creación primera (substantia elemen-torum), en el Universo. El Verbo, como instrumento del Padre, da consistencia (κτίσις) a las diversas naturalezas y especies; a Él se le debe la creación segunda. Una vez subsistentes las esencias, el Espiritu Santo —actuando en servicio inmediato del Verbo— las dota de virtudes y cualidades, consumando en el orden natural la obra de consistencia: y es la διακόμησις (=δυνάμωσις)» (La Unción del Verbo. Estudios Valentinianos III [Analecta Gregoriana, 113], (Univ. Greg., Roma) 1961, 520).

11 «Praedestinati quidem ut essemus qui nondum eramus secundum praescientiam Patris, facti autem (.) in praecognitis temporibus secundum ministrationem Verbi» (V, 1, 1, 15-18).

12 «Fabricator enim universorum Dei Verbum, qui et ab initio plasmavit hominem» (V, 12, 6, 121s).

13 V, 1, 1, 11. Orbe traduce asi todo el párrafo: «Quienes acabamos de venir al ser medramos por obra del perfecto, anterior a toda creatura, hechos semejantes a él gracias al único óptimo y bueno y con poder para otorgar la incorruptela». Puede verse II, 25, 3, 51-53; 30, 9, 250s; IV, 14, 1, 4-8; 20, 3, 53-56 (El Espiritu junto al Padre antes de toda creación); Dem 10 (véase nota 1 de E. RoMERO POSE: S. Ireneo de Lyon, Demostración); 30; 52, etc. Respecto a si existia el Verbo antes de ser constituido en orden a la creación, puede verse A. ORBE, p.e. Hacia la primera, 196-198. «Yo me resisto sin embargo a la coexistencia eterna del Hijo y del Espiritu personal, con Dios Padre» (A. ORBE, Estudios sobre la teología cristiana primitiva [Fuentes Patristicas. Estudios, 1] (Ciudad nueva-Univ. Greg., Madrid-Roma 1994), 7). C. I. GONZÁLEZopina lo contrario («"Creo en un solo Dios, Padre": la fe de San Ireneo», RevTeolLim XXXIII (99), 73-96, 88ss). Esta opinión contraria es fundamentada por J. FANTINO, La théologie d'Irénée. Lectures des Ecritures en réponse à l'exégèsegnostique. Une approche trinitaire, Du Cerf, Paris 1994, 338-382. «Finalement, la réalisation du salut exige que le Fils et l'Esprit soient de la même condition et de la même nature que le Père» (ib., 345). Respecto al texto de Dem 43, que tanto ha influido a favor de una posible preexistencia no eterna del Hijo, véase el acucioso articulo de A. ROUSSEAU, quien presupone un original griego diferente y concluye lo contrario («La doctrine de Saint Irénée sur la préexistace du Fils de Dieu dans Dém. 43», Muséon LXXXIX (1971), 5-42).

14 «Per Spiritum Dei qui continet omnia» (V, 2, 3, 53s; cf. Sab 1, 7). «Dans l'oeuvre commune de la création par le Père, le Fils et l'Esprit, Irénée attribue: -au Père: la "volonté", la "décision" ou le "commandement" de créer et le fait de prendre de lui la "substance"des choses créées, -au Fils: l'"execution" ou la "formation", la "forme" et le "modèle" des choses créées, -à l'Esprit: le "parachèvement", la "disposition", l'"ordination" ou l'ornement des choses créées, leur "figure", et également leur "nourriture" et leur "accroissement"» (Y. DE ANDIA, HOMO VIVENS. Incorruptibilité et divinisation de l'homme selon IRENEE DE LYON, (Études Augustiniennes, Paris 1986), 67)». «Per hanc igitur ordinationem et hujusmodi convenientiam et tali ductu factus et plasmatus homo secundum imaginem et similitudinem constituitur infecti Dei, Patre quidem bene sentiente et jubente, Filio vero ministrante et formante, Spiritu vero nutriente et augente, homine vero paulatim proficiente et perveniente ad perfectum, hoc est proximum infecto fieri: perfectus enim est infectus, hic autem est Deus» (IV, 38, 3, 70-78).

15 «Non enim effugit aliquando Adam manus Dei, ad quas Pater loquens dicit: "Faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram". Et propter hoc in fine "non ex voluntate carnis neque ex voluntate viri" sed ex placito Patris manus ejus vivum perfecerunt hominem, uti fiat Adam secundum imaginem et similitudinem Dei» (V, 1, 3, 83-89). «El plasma humano requiere ser modelado por el Logos (resp. y Sophia), no a causa del limo, más o menos puro, sino a causa del misterio escondido en su formación "a imagen de Dios"» (A. ORBE, «El hombre ideal en la teologia de s. Ireneo», Greg XLIII (1962), 449-491, 452).

16 Hablando de la Encarnación, dice Ireneo: «Sic in fine Verbum Patris et Spiritus Dei adunitus antiquae substantiae plasmationis Adae viventem et perfectum effecit hominem, capientem perfectum Patrem» (V, 1, 3, 78-81).

17 «Verbo Dei resurrectionem eis donante "in gloriam Dei Patris"» (V, 2, 3, 58s). Cf. V, 8, 1, 17-21, etc.

18 ORBE traduce asi ad l.c.: «Dios será glorificado en su plasma, adaptándolo en forma y en seguimiento a su Servidor. Mediante las manos del Padre —el Hijo y el Espiritu— hácese en efecto el hombre, no una parte del hombre, a semejanza de Dios».
Véase V, 28, 4, 78-80, etc.

19 Si no se salva la carne, tampoco hubo redención ni hay Eucaristia. Según Orbe (Comentario I, 129-132), dado que Ireneo acaba de tratar de los herejes vanos, se referiria aqui a eclesiásticos que negaban la resurrección de los cuerpos.

20 «Et afflatus quidem auctus ad modicum et tempore aliquo manens deinde abit, sine spiramento relinquens illud in quo fuit ante; Spiritus autem circumdans intus et foris hominem, quippe semper perseverans, nunquam relinquet eum» (V, 12, 2, 31-35).

21 Hombre psiquico. Destaca J. FANTINO el orden de Ireneo como contrario al gnóstico: Il y a d'abord l'homme psychique et ensuite l'homme spirituel. D'abord le premier Adam, ensuite le dernier Adam («Le passage du premier Adam au second Adam comme expression du salut chez Irénée de Lyon», VC LII (1998), 418-429, 420).

22 Véase también V, 18, 2, 29-42.

23 El soplo, corresponde a la condición común, es creado. Lo hecho es otra cosa del que lo hace. Por tanto, el soplo es temporal, mas el Espiritu sempiterno (V, 12, 2, 28-31). «Quemadmodum ab initio plasmationis nostrae in Adam ea quae fuit a Deo aspiratio vitae unita plasmati animavit hominem et animal rationabile ostendit, sic in fine Verbum Patris et Spiritus Dei adunitus antiquae substantiae plasmationis Adae viventem et perfectum effecit hominem, capientem perfectum Patrem, ut, quemadmodum in animali omnes mortui sumus, sic in spiritali omnes vivificemur» (V, 1, 3, 75-83).

24 «La vida, junto con ser un atributo de Dios, es también el don de Dios al hombre, y en ese sentido, es la salvación para el ser humano» (POLANCO, Gloria, 166).

25 Puede verse ORBE, Comentario I, ad V, 3, 3, 84ss.

26 Puede verse A. ORBE, «Introducciôn a la teologia de los siglos II y III» en Verdad e Imagen 105 (Univ. Gregor.-Sigueme, Roma-Salamanca 1988), cap.13 y 14; B. SESBOÜÉ, Tout récapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d'Irénée de Lyon (Jésus et Jésus-Christ, 80), Declée, Paris 2000) 85-99; J. FANTINO, Lhomme image de Dieu chez saint Irénée de Lyon (Du Cerf, Paris 1986). «L'image (είκών) exprime la communauté de forme et de substance existant entre tout homme et le Fils incarné (...) Le Fils incarné est l'archétype de l'image. Cependant le Fils, en tant que Fils, n'est pas image du Père; c'est en temps tant? qu'homme que le fils incarné est image de Dieu, manifestant la réalité invisible de Dieu dans sa réalité visible» (FANTINO, Lhomme image, 178). «Il unifie l'anthropologie (image) et la sotériologie (ressemblance) dans une seule perspective où le Christ se trouve au centre: le Chris est le médiateur de l'image et de la ressemblance, le véritable archétype des deux» (ib., 179). «Parce que dans son humanité il est archétype de l'image, le Fils incarné est principe de la création, parce qu'il communique l'Esprit en tant que Verbe du Père, le Fils incarné est de même principe du salut» (ib., 179). «Pour Irénée, il n'existe pas d'image spirituelle sans substrat matériel. Par conséquent le Fils, en tant que Fils, n'est pas image de Dieu. L'image de Dieu dans l'être humain est le Fils incarné en qui on voit le Père (IV, 6, 6») (Id., Le passage, 424). Para A. ROUSSEAU, imagen y semejanza son correlativos y llegan a ser intercambiables. La imagen plena es el hombre espiritual (Irénée de Lyon, Démonstration de la prédication apostolique (SC 406), (Du Cerf, Paris 1955), 365-369). Para Ireneo «όμοίωσις est purement et simplement synonyme de όμοιότης» (ib., 369). En el texto particular de V, 6, 1 'imagen' se refiere a la semejanza natural, y «semejanza» a la plenitud de perfección que confiere el Espiritu a la imagen (ib., 369-371).

27 Según J. M. ARRÖNIZ, «El hombre, por ser libre, es "a semejanza de Dios". Pero con una semejanza radical, históricamente destinada a madurar en el seguimiento al Espiritu, en la unión con el Espiritu» («El hombre "imagen y semejanza de Dios" (Gen. 1, 26) en S. Ireneo», Scriptorium Victoriense XXIII (1976) 275-302, 301).

28 «Perfectus autem homo commixtio et adunitio est animae —assumentis Spiritum Patris et admixtae ei— carni quae est plasmata secundum imaginem Dei» (V, 6, 1, 6-9, según puntuación de Orbe).

29 ORBE se expresa asi: «El hombre, substancialmente compuesto de solo dos partes (cuerpo y alma) está a la vez histórica y aun físicamente compuesto de tres: dos substanciales humanas, y una cualitativa (el espiritu divino) procedente de Dios» (Comentario I, 274). «El Espiritu venido de Dios constituye una parte fisica ('qualitas spiritus') del individuo humano. No por yuxtaposición con el alma, sino por infusión e inhesión en ella» (ib., 278). Solo el justo es hombre perfecto. El tipo ideal del hombre es el Cristo glorioso (ib., 277). Según ANDIA, «l'image de Dieu est dessinée sur la chair modelée (caro plasmata). Le terme είκών ou imago semble toujours garder la note d'extériorité ou de visibilité chez Irénée, à l'inverse de la ressemblence (όμοίωσις —similitudo) qui implique (.) un élément dynamique, nécessairement requis pour une assimilation spirituelle» (HOMO VIVENS, 68).

30 «La dualidad fisica (alma y cuerpo) se enriquece notablemente al traducirse (según Gn 1, 26 y 2, 7) en: alma semejante (a Dios por el Espiritu de Él recibido) y cuerpo plásticamente configurado (a imagen del Verbo, Imagen de Dios)» (ORBE, Comentario I, 283). «El alma no es ni la imagen ni la semejanza, pero consigue que la imagen sea imagen efectivamente asemejable al Verbo, perfectible realmente por el Espiritu» (ARRÓNIZ, El hombre «imageny semejanza», 288).

31 Cf. V, 6, 1, 46-50.

32 Cf. V, 2, 1, 7-10. Los hombres que acogen como injerto la palabra de Dios, vuelven a la naturaleza primitiva, la que fue hecha según la imagen y semejanza de Dios (V, 10, 1, 31-34). Véase V, 16, 2, 29-34, etc.

33 Sobre el uso de recapitulación por Ireneo, puede verse SESBOÜÉ, Tout récapituler, cap.6; R. POLANCO, «La Encarnación en la teologia de San Ireneo de Lyon», en A. Meis y otros, Sapientia Patrum. Homenaje alProfesor Dr. Sergio Zanartu Undurraga, S.J. (Anales de la Facultad de Teologia LI, 2 (2000) 43-89, 75-87.

34 Cf. V, 12, 4, 86-95.

35 C. M. BONDIOLI afirma: «L'uomo è creato per essere salvato dal Cristo, e non il Cristo viene perché semplicemente c'è l'uomo da salvare» (III, 22, 4) («Creazione e redenzione in Ireneo de Lione», DivusTh CVII (2004), 11-35, 34). Véase III, 22, 49-55, etc. «L'homme 'rêvé' par Dieu, c'est d'abord l'homme Jésus» (SESBOÜÉ, Tout récapituler, 83). Este mismo autor precisa: «Sa pensée tient compte de deux motifs qu'il n'oppose jamais: l'incarnation du Verbe est ordonnée à la divinisation de l'homme et à sa libèration du péché. Parfois, l'auteur associe les deux visées dans le même développement, parfois il met alternativement l'insistance sur l'un ou sur l'autre» (ib., 107). «Entre les deux motifs de l'incarnation du Verbe, il existe sans doute une priorité: Dieu voulait communiquer ses bienfaits à l'homme, avant même l'hypothèse tragique du péché» (ib., 111). B. MAILLEUX, entre una perfección inicial y un progreso hacia ella, estaria por una perfección inicial incoativa («Hérité par l'Esprit: une approche de la théologie du salut chez saint Irénée», Irén LXXV (2002) 147-173. «El primogénito de los muertos fue en definitiva el modelo que Dios tuvo presente al formar al hombre "a su imagen y semejanza"» (A. ORBE, El hombre ideal, 464). «En la economia del no pecado, habria Dios mantenido ciertamente el nacimiento virginal de Jesús y su bautismo en el Espiritu Santo» (ib., 488). Puede verse el sugestivo articulo de R. POLANCO, «La carne de Cristo como salus in compendio (AH III, 18, 1) o la gloria de Dios en lo finito. Recepción balthasariana de Ireneo», Teol Vid L (2009), 345-373.

J. I. GONZÁLEZ FAUS dedica el cap. 9 a la salvación en la muerte de Cristo en la cruz (Carne de Dios. Significado salvador de la Encarnación en la teología de san Ireneo, Herder, Barcelona 1969). «Una vez aparecido el pecado la cruzpertenece a la encarnación como forma de encarnación en humanidad pecadora (.) La imagen plena del Verbo encarnado no es la del que nació de Maria, sino la del Cristo glorioso. La resurrección (en cuanto contiene en si toda la anterior historia de nacimiento y obediencia) es el momento verdadero de la encarnación, en donde se diviniza nuestra naturaleza» (ib., 256s).

36 «Ut fieret filius hominis ad hoc ut et homo fieret filius Dei» (III, 10, 2, 46s). Según V, 36, 2, 37-50, los escalones de la subida son: por el Espiritu al Hijo y por el Hijo al Padre. Véase III, 16, 3, 94-97; 19, 1, 18-28; IV, 20, 5, 111-117, etc.

37 «El Padre, pues, es Senor y el Hijo es Senor; es Dios el Padre y lo es el Hijo, porque el que ha nacido de Dios es Dios. Asi según la esencia de su ser y de su poder, hay un solo Dios; pero, al mismo tiempo, en la administración de la economia de nuestra redención, Dios aparece como Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del Universo es invisible e inaccesible a los seres creados, es por medio del Hijo como los destinados a acercarse a Dios deben conseguir el acceso al Padre» (Dem, 47, trad. Romero Pose).

38 «Etenim Salvator quidem, quoniam Filius et Verbum Dei; Salutare autem, quoniam Spiritus (.); Salus autem, quoniam caro» (III, 10, 3, 97-100). Según R. POLANCO se destacan tres acercamientos a la Encarnación en el Adv Haer: la Encarnación entendida como comunión divinizadora del hombre en Cristo, como visibilización de Dios en Cristo, como recapitulación de todas las cosas en Cristo (La Encarnación en el Adversus Haereses de San Ireneo- Acercamiento a su comprensión, Tesis de licencia en teologia dogmática, Facultad de Teologia de la Pontificia Universidad Católica, Santiago de Chile 1994); Íd., La Encarnación en la teología de San Ireneo, 43-89. Respecto a lo primero, expresa: «Vemos entonces que Ireneo ha entregado cuatro motivos por los cuales podemos afirmar que la encarnación es salvifica: porque lleva a la carne a la comunión con Dios; porque el Verbo, al asumir lo humano, le da sus cualidades divinas; porque acostumbra paulatinamente al hombre a poseer a Dios; y porque espiritualiza la carne, es decir, la hace capaz de Dios. Todo esto nos hace definir aqui la encarnación como una comunión divinizadora del hombre con Dios» (ib., 62).

39 En vez de 'exquisitionem' (Cf. ROUSSEAU ad l.c.).

40 «Nunc autem per eam quae est ad se communicationem, reconciliavit Dominus hominem Deo Patri, reconcilians nos sibi per corpus carnis suae et sanguine suo redimens nos» (V, 14, 3, 66-69). Ya habia dicho Ireneo en V, 2, 1, 6s: «Neque vere redemit nos sanguine suo, si non vere homo factus est».

41 Acaba de citar Ef 1, 7; 2, 13; 2, 14s.

42 «El filius hominis aplicado al Mesias como "Hombre celeste", según tradición hebrea, adquiere en Ireneo un alcance diametralmente contrario. Dicese "Hijo del hombre", porque nacido de mujer (resp. hombre), hombre de carne y sangre, como los demás» (ORBE, Comentario I, 653).

43 El texto pudo decir: excluir la vida de la carne.

44 V, 1, 2, 56-58.

45 El párrafo 1, 2 habia comenzado: «Vani enim sunt qui putative dicunt eum apparuisse: non enim putative haec, sed in substantia veritatis fiebant» (42-44).

46 «Ireneo no confunde el Verbo del Padre con el Espiritu de Dios. Los supone distintos. Uno es el Verbo personal, mezclado a la humana sustancia en Cristo, desde la Encarnación. Otro es el Espíritu de Dios, derramado sobre la Humanidad de Cristo en el Jordán, y sellado o unido con perfección a ella en su anástasis de entre los muertos» (ORBE, Comentario I, 100).

47 POLANCO comenta este trozo en Gloria, 177-180. Dice entre otras cosas: «Se refiere aqui al Hijo y al Espiritu unidos al plasma (= la carne humana plasmada por las manos del Padre en Adán), cada uno a su modo. El Verbo —personalmente— como encarnado, y el Espiritu al colmar la humanidad de Jesús en el Jordán y luego en la resurrección, dejando a la carne de Jesús en plena posesión del Espiritu Santo, como "Hombre espiritual". Se trata de que el plasma de Jesús —su carne— se convierte ahora en "hombre espiritual", viviente y perfecto, para dar ese Espiritu a todos los hombres» (ib., 179).

48 Comenta ORBE ad l.c.: «Es esta una de las poquisimas veces que menciona Ireneo el alma de Cristo. Más que ella, le importa el hombre. Mencionapsique para urgir la integridad de la redención (del hombre en cuerpo y alma) por Cristo; y, quizás también, para definir de modo implicito su muerte, por separación libre de alma y cuerpo».

49 En V, I, 2, 45s afirma que es Spiritus Dei (el genitivo es explicativo, cf. ROUSSEAU ad l.c.). En Dem 71 se opone a hombre pasible. Véase nota de RoMERo PosE a Ireneo de Lión. Demostración, ad l.c.

50 Hace salir el sol y llover.

51 V, 2, 3, 37-42. Véase IV, 18, 5.

52 1 Co 15, 53; 2 Co 12, 9.

53 «Este, en su integridad, comporta espiritu y alma; pero, sobre todo, cuerpo (carne). Lo modelado por Dios, mediante el Hijo y el Espiritu, es "per se" el cuerpo; y al cuerpo han de afectar "per se" la imagen y semejanza del Creador» (ORBE, Comentario I, 264).

54 Lin. 6-9.

55 Perfectos, segdn el apóstol, son los que recibieron el Espiritu de Dios y hablan todas las lenguas mediante él. Oimos que muchos hermanos en la Iglesia tienen los carismas proféticos, hablan todas las lenguas gracias al Espiritu, manifiestan los secretos de los hombres y exponen los misterios de Dios.

56 Comenta ORBE: «Hay en el creyente o justo un spiritus divino ('spiritus Dei'), porque infundido por Dios; y humano ("spiritus hominis"), porque recibido en el hombre y asimilado por él en orden a los actos salvificos. Un dnico y mismo "spiritus", qualitas spiritus» (Comentario I, 293). «Un mismo Espiritu, que en Dios es substancial, en virtud de su infusión en el alma humana pasa a ser cualidad dinámica (divina) operante en el hombre» (ib. 296). «No hay vestigio en Ireneo —a pesar de II, 33, 4— de unpneuma natural, componente de la estrictaphysis humana, en oposición al Espiritu de Dios. Un mismo espiritu de Dios, imparticipado en Él (resp. en las tres personas) es indivisamente participado y comunicado al hombre, como "qualitas spiritus" para hacerle "perfecto". (...) Allá donde falte el espiritu, deja el hombre de ser perfecto. Y de divinamente perfecto por participación en el espiritu, pasa a ser hombre animal, o también carnal» (ib., 407s).

57 V, 6, 1, 24-27.

58 «Sic iterum, si quis tollat imaginem et spernat plasma, jam non hominem intelligere potest» (V, 6, 1, 31-33).

59 «Perfecti igitur qui et Spiritum semper perseverantem habent Dei et animas et corpora sine querela servaverint» (V, 6, 1, 52-54).

60 La frase paulina «quoniam caro et sanguis regnum Dei hereditare (possidere) non possunt» aparece referida unas 11 veces en los capitulos IX al XIV, y nunca en los anteriores.

61 «El Espiritu Santo, al servicio del Padre, para complemento de la demiurgia del Verbo, es la Figuratio Patris. Su misión no reside en revelar o dar a conocer a Dios —como el Verbo, Agnitio Patris—, sino en configurar la carne o deificarla, haciéndola de mortal inmortal, y de corruptible incorruptible, y conformándola segdn el Cuerpo glorioso del Hijo» (ORBE, Comentario I, 409). J. E. MORALES, concluyendo sobre la presencia interior vivificante y permanente del Espiritu en el hombre, expresa: «la operación propia del Espiritu Santo es el progreso del hombre entendido como el paso de la imagen a la semejanza; la unión de la totalidad natural del hombre con su perfección; la unión de la libertad humana con la acogida del don como capacidad; en sintesis, la comunión del hombre con Dios» (Proficiemus (Adv. Haer. IV, 9, 2). Elprogreso como obra del Espíritu Santo en el hombre. Una aproximación dogmática al Adversus Haereses de San Ireneo [Tesis de Licencia, Fac. Teol.], Santiago de Chile, 2009, 146).

62 «Et ex utrisque factus est vivens homo, vivens quidem propter participationem Spiritus, homo autem propter substantiam carnis» (V, 9, 2, 38-40).

63 Comenta POLANCO (Gloria, 181): «El hombre pasa a ser asi testimonio viviente del poder de Dios que transforma (=salva) sin destruir, al contrario de los gnósticos en que Dios para salvar debe destruir la carne».

64 «Sicult portavimus imaginem ejus qui de terra est, portemus et imaginem ejus qui de caelo est».

65 «Ille (el que posee en herencia) enim dominatur et praeest et disponit, ea quae hereditate possidet quemadmodum ipse velit, illa vero subjecta sunt et obaudiunt et dominantur ab eo et sub dominio sunt ejus qui possidet» (V, 9, 4, 75-78).

66 Texto latino de Orbe.

67 «Mirabiliter igitur Apostolus naturam ostendit nostram et universam dispositionem Dei in eo sermone qui est de carne et sanguine et oleastro» (V, 10, 1, 17-19).

68 «Et homines in neglegentia constituti et concupiscentias carnis tamquam silvestria fructificantes secundum suam causam infructuosi justitia constituuntur» (V, 10, 1, 24-27).

69 Advierte FANTINO: «Remarquons encore que l'âme ne subit pas une transformation identique à celle de la chair qui reçoit les qualités de l'Esprit» (La théologie, 336).

70 El olivo silvestre es echado al fuego. «Qui in carne sunt Deo placere non possunt» (Rm 8, 8; V, 10, 2, 52s).

71 V, 10, 2, 55s.

72 V, 10, 2 , 59-64.

73 V, 10, 2, 65s.

74 «Etenim ipse in carne cum esset scribebat eis» (V, 10, 2, 67).

75 Rm 8, 13s; V, 10, 2, 69-71.

76 V, 6, 2, 74-77.

77 Véase también III, 17, 1, 18-22 (el Espiritu se acostumbraba); 20, 2, 72-75 (el Verbo de Dios y el hombre mutuamente se acostumbraban); IV, 14, 2, 48s; 20, 5, 101ss; 37, 7, 176s (maturecens); 38, 1, 1ss; V, 32, 1, 4-6; 35, 1, 17-21; 35, 2, 113-115, etc. Afirma ROMERO POSE: «El Espiritu acostumbrará a la carne a ser capaz de Dios. El Espiritu profético, en el A.T., dispondrá la plasis a acoger al Hijo de Dios, al Verbo. En el N.T., el Espiritu de adopción —propio del Hijo ya Carne glorificada— acostumbrará a la carne para que pueda recibir el Espiritu del Padre y entrar en comunión perfecta con el Creador» (Ireneo de Lión, Demostración, 34). «L'accoutumance, pour Irénée, n'est pas une formule commode, elle est le nerf de sa réflexion sur l'économie du salut, car elle lui permet d'exprimer le paradoxe de l'Amour divin se manifestant dans le temps humain, et le cheminement continu de l'homme marchant à la quête de Dieu et s'attachant à lui de plus en plus étroitement» (P. EVIEUX, «Théologie de l'accoutumance chez Saint Irénée», RSR LV (1967) 5-54, 53). «Leur accoutumance (del Verbo y del Espiritu) est évidemment au service de celle de l'homme. Car l'un et l'autre progressent dans une réciprocité constante. Dieu s'accoutume à l'homme et, d'un même mouvement, il donne à l'homme de pouvoir s'accoutumer à lui» (SESBOÜÉ, Tout récapituler, 152-154).

78 V, 8, 1, 7-9.

79 «Vos enim non estis in carne sed in Spiritu, siquidem Spiritus Dei habitat in vobis» (Rm 8, 9).

80 «Nihil aliud quam carnalia sentiunt» (V, 8, 2, 40s).

81 «Nunquam autem meditantur eloquia Dei, quemadmodum oportet, neque justitiae operibus sunt adornati» (V, 8, 3, 81-83). No obtienen, pues, el Espiritu divino.

82 Hereditabunt; possidebunt.

83 A continuación dice Ireneo: «Hoc autem quod ait; "Sicut portavimus imaginem ejus qui de limo est", simile est illi dicto: "Et hanc quidem fuisti, sed abluti estis, sed sanctificati estis, sed justificati estis in nomine Domini Jesu Christi et in Spiritu Dei nostri"» (1 Co 6, 11; V, 11, 2, 46-49).

84 Comenta ORBE: «El hombre, en su primer existir, vivia con vida imperfecta (animal "per flatum vitae"), no con Vida perfecta (espiritual, "per spiritum"). Solo cuando se adentre en la vida del Espiritu excluirá la muerte (.) Solo la Vida y Muerte perfectas, en función de la Vida misma de Dios, se excluyen definitivamente» (Comentario I, 522). «Ireneo habla "per se" de la aptitud de la carne (o cuerpo) para los dos extremos: de Muerte o corruptela (eternas), totales; y de Vida o incorruptela (eternas), totales» (ib.).

85 «Reventó la Vida primera de Adán y del hombre viejo (no obstante ser divina), porque no fue otorgada —en plenitud, como en el N. T.— mediante el Espiritu (de adopción), sino —muy parcial e inicialmente, como cumplia al hombre recién creado, en el A. T.— mediante el soplo (de vida)» (ib., 533 respecto a V, 12, 1, 13s).

86 V, 12, 2, 41-43.

87 Cf. V, 1, 3, 75-83.

88 «La oveja evangélica simboliza al género humano; y adn mejor, al cuerpo del hombre» (ORBE, Comentario I, 567).

89 V, 12, 4, 77s.

90 Respecto a que la carne necesite una maduración en el tiempo, véase POLANCO, Gloria, 182-185. «Et tandem aliquando maturus fiat homo, in tantis maturescens ad videndum et capiendum Deum» (IV, 37, 7, 175-177). «Patre quidem bene sentiente et jubente, Filio vero ministrante et formante, Spiritu vero nutriente et augente, homine vero paulatim proficiente et perveniente ad perfectum, hoc est proximum infecto fieri (...)» (IV, 38, 3, 73-78). «Pour Irénée, Yopus Spiritus est la "maturation" ou la "préparation" de la chair à la vision de la lumière paternelle incorruptible, par une spiritualisation progressive de la chair, grâce à l'incarnation du Verbe et à la Pentecôte de l'Esprit sur l'Église» (ÁNDIA, HOMO VIVENS, 334).

91 V, 12, 4, 81.

92 V, 12, 4, 86-88. «Secundum imaginem conditoris, recapitulationem manifestavit ejus hominis (...)» (V, 12, 4, 93s). «Recapitulatio (άνακεφαλαίωσις) no significa resumen ni restitución, sino realización o consumación» (ORBE, Comentario I, 584s).

93 Véase ORBE ad l.c. respecto al antecedente de 'qui'.

94 «Ex illius magnitudine, sed non ex nostra natura, habemus in aeternum perseverantiam» (V, 2, 3, 66s). Cf. V, 6, 2, 78-7, 1, 5 (1 Co 6, 13s). Respecto a la mayor distancia de la carne respecto a Dios, siendo menor la del alma, expresa A. ORBE: «Ireneo discurre enteramente al revés. La vecindad de substancia compromete la munificencia de la Dispensación divina. Su postulado, implicito, es: cuanto más se aleje en lo natural, la substancia del hombre de la divina, mejor resplandecerá lo divino en la Economia humana y más digna será de Dios» («Ireneo de Lyon», 1101, en A. di Berardino Diccionario Patrístico y de la Antiguedad Cristiana [Verdad e Imagen 97], Sigueme, Salamanca 1991s, 2 vol., 1098-1105).

95 Véase también V, 7, 2, 42-45: «"Seminatur (la carne) in infirmitate, surgit in virtute" (1 Co 15, 43): in infirmitate quidem sua, quoniam cum sit terra in terram vadit; virtute autem Dei, qui eam suscitat a mortuis. "Seminatur corpus animale, surgitur corpus spiritale"» (1Co 15, 44).

96 V, 3, 3, 60s.

97 «Vivit enim inquantum eam Deus vult vivere» (V, 3, 3, 85s).

98 Segdn las versiones.

99 Véase Dem 72.

100 V, 5, 2, 59-62.

101 Aqui vivifica nuestros cuerpos mortales (cf. Rm 8, 11) y prometió la resurrección por medio de los profetas.

102 Véase también III, 17, 1, 18-22; 20, 2, 72-75; V, 16, 1, 17-20, etc.

103 Más adelante: «Ad exemplum futurae longitudinis dierum» (V, 5, 2, 56).

104 Más adelante: «Velut manu Dei ad ostentionem virtutis ejus» (V, 5, 2, 58s).

105 Restaurándolo «sicut in initio plasmatum est» (V, 12, 6, 124s).

106 «In novissima tuba» (cf. 1 Co 15, 52).

107 «Veniet hora, in qua omnes mortui qui in monumentis sunt audient vocem Filii hominis, et exient qui bona fecerunt in resurrectionem vitae, et qui mala operati sunt in resurrectionem judicii».

108 «Nunc autem Christus resurrexit a mortuis, primitiae dormientium: quoniam enim per hominem mors, et per hominem resurrectio mortuorum» (1 Co 15, 20s). «La misma Caro rutila que se presentaba a los ojos del Creador como arquetipo de Adán, pasa a ser origen —por efusión de su Espiritu— de la humana deificación, y es constituido Mediador entre Dios y los hombres, entre el Spiritus Deus y el homo caro; como quien recibe "secundum carnem" del Padre, el Espiritu que derrama luego en la de sus hermanos los hombres y los dispone para las alturas divinas de la suya propia» (ORBE, Ireneo de Lyon, 1100).

109 «Corpora nostra non ex sua substantia, sed ex Dei virtute suscitantur» (V, 6, 2, 79s).

110 V, 6, 7, 6-8. Cf. también V, 10, 2, 60-64.

111 Véase II, 34, 2-4.

112 V, 7, 1, 32.

113 Tiene primero que morir para ser vivificada (1 Co, 15, 36).

114 Y en V, 9, 4, 80-82: «Scilicet membra hominis quae et corrumpuntur in terra. Haec autem possidentur a Spiritu translata in regnum caelorum». Son poseidos como herencia

115 Como ya vimos, en V, 1, 3, 78-81 a propósito de la Encarnación, habla del hombre, conocedor (capientem) del Padre perfecto. Comenta ORBE ad l.c.: «El Padre, en si, es "incapabilis", imposible de ser intuitivamente conocido por el hombre.

Pero se hizo "capabilis" en el Hijo encarnado, al unirse al hombre el Espiritu de Dios en la carne del Verbo a fin de comunicarse a los demâs». Cf. V, 8, 1, 1-3.

116 Cf. también V, 13, 3, 77s.

117 Y respecto al Espiritu, que abraza a la carne, se pregunta Ireneo, partiendo de 2 Co 3, 3: «Si ergo nunc corda carnalia capacia Spiritus fiunt, quid mirum si in resurrectione eam quae a Spiritu datur capiunt vitam? De qua resurrectione Apostolus in ea quae est ad Philippenses (3, 10s) ait: "Cooneratus morti ejus, si quo modo occurram ad resurrectionem quae est a mortuis"» (V, 13, 4, 90-97). ¿En qué otra carne mortal puede manifestarse la vida sino en esta sustancia que es también matada por la confesión de Dios? (V, 13, 4, 99s). Véase IV, 20, 4, 91s.

118 «La creación del hombre se realiza plenamente y concluye solo con la visión del Padre» (J. J. AYÂN, Ireneo de Lyon, p. 934s, en A. DI BERARDINO y otros, Literatura Patrística (San Pablo, Madrid 2010), 928-936). Y antes este mismo autor habia dicho (ib. 934): «Por eso "habrá un nuevo cielo y una nueva tierra" (Is 65, 17), en la cual el hombre se mantendrá nuevo, siempre relacionándose con Dios de modo nuevo" (Adv Haer V, 36, 1)».

119 Los ciegos y ridiculos herejes, respecto a que «Caro et sanguis regnum Dei possidere non possunt» (1 Co 15, 50), no perciben ni escrutan el valor de las expresiones del Apóstol: asi mueren derribando, en cuanto puedan, la universal disposición de Dios. Refieren estas palabras a la carne y no a las obras carnales (V, 13, 2, 37-3, 45). Vanos son los que desprecian la universal disposición de Dios «et carnis salutem negant et regenerationem ejus spernunt, dicentes non eam capacem esse incorruptibilitatis» (V, 2, 2, 18-21). Cf. V, 10, 1, 17-19; 14, 2, 44-46.

120 V, 13, 3, 48-53. Cf. también V, 10, 2, 51-56.

121 V, 13, 3, 59-63.

122 V, 13, 3, 72-74.

123 V, 13, 3, 79s.

124 El Padre es el dnico óptimo y bueno, el que da la incorruptibilidad, segdn V, 1, 1, 12-14. Véase IV, 20, 2, 49-52 (et ut in carnem Domini nostri occurrat paterna lux, et a carne ejus rutila veniat in nos, et sic homo deveniat in incorruptelam, circumdatus paterno lumine); IV, 38, 3, 82s (Visio autem Dei efficax est incorruptelae). «Homines igitur videbunt Deum ut vivant, per visionem inmortales facti et pertigentes usque in Deum» (IV, 20, 6, 131-133), etc.

Respecto a IV, 20, 5, 109-117, comenta POLANCO (Gloria, 174): «El texto continda explicando que el hombre llega a ver a Dios de tres maneras: Prophetice, adoptive, paternaliter. Es una gradual deificación del ser humano. El proceso de visión de Dios es gradual, donde la forma profética es la visión por medio del Espiritu que predispone y prepara al hombre para encontrarse con el Hijo. El encuentro con el Hijo hace al hombre hijo adoptivo, gracias al Espiritu adoptivo que la encarnación y resurrección gloriosa del Hijo han donado al hombre y hecho rutilante a toda carne en Cristo (IV, 20, 2). Esta condición adoptiva dispone, a su vez, a la carne humana para recibir el Espiritu directamente del Padre, para poder ver al Padre y asi recibir la incorrupción para la vida eterna. El Espiritu paterno configura a la carne con la misma vida divina, es decir, con la incorruptibilidad, inmortalidad y gloria de Dios, en un camino largamente progresivo, en donde la visión propiamente será solo en la escatologia, pero de alguna manera ya ha comenzado desde antiguo». Véase Dem 7.

125 «Oportet enim corruptibile hoc induere incorruptelam, et mortale hoc induere immortalitatem» (V, 13, 5, 123-125).

126 «Ut vita Jesu manifestetur in carne mortali nostra» (V, 13, 5, 125s). En V, 13, 4, 82-89 cita 2 Co 4, 10s para confirmar que es el cuerpo de carne el que resucita.

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