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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.32 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2012

 

IN MEMORIAM

En memoria de Juan Rodríguez Larreta

Hace ya mucho tiempo algunos amigos de alrededor de treinta años comenzamos a estudiar filosofía bajo la dirección de Gregorio Klimovsky. Muy pronto uno de nosotros se destacó por su capacidad creadora y su curiosidad filosófica: era Juan Larreta. Es así que, a pesar de haber iniciado tarde su formación, descolló como filósofo de mérito tanto en la Argentina como en el exterior.
Presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF) durante dos períodos, obtuvo el Diploma al M érito en Filosofía de la Fundación Konex en el 2006 y fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (SEFA) en 2010. Organizó seminarios y dictó conferencias en centros de estudios filosóficos y en universidades argentinas y extranjeras, en cuyas publicaciones escribió numerosos artículos de singular valía, todos ellos caracterizados por su originalidad, su irreverente desafío al sentido común y sus ingeniosos experimentos mentales (thought experiments).
Esta despedida dolorosa se empeña en acercar a la memoria recuerdos queridos de circunstancias compartidas con este amigo excepcional. fue nuestro centro: en su casa organizó, durante muchos años, seminarios de filosofía, de economía y, junto con María Elisa, esas reuniones cinéfilas de divertidas, sorprendentes y variadas interpretaciones.
Contrastaba su envergadura intelectual con su delgado físico, del que se destacaba la cabeza grande, que parecía hecha a propósito para albergar tanta inteligencia. De conversación profunda, era más proclive al sutil sentido del humor que a la risa fácil.
Digno y valiente, convivió con su larga enfermedad sin nunca quejarse y siempre más dispuesto a ayudar que a ser ayudado. Hizo un culto de la amistad. Los amigos buscábamos su consejo sabiendo que se interesaría en nuestro problema más que si fuera propio, con el talento y la sensibilidad que siempre lo distinguieron.
Junto a su leal compañera y amiga, María Elisa, formó una familia excepcional que era su mayor orgullo.
El inmenso vacío que nos deja mide la nobleza y el valer de Juan Larreta.
Adiós Juan. Estarás reunido con tu querido Ramiro.
Gracias, muchas gracias por ser mi amigo.

Iñaqui Zuberbühler

 

Es posible recordar a Juan Rodríguez Larreta desde múltiples perspectivas, como amigo, como colega, como filósofo, como integrante de la comunidad filosófica en la Argentina. En esta oportunidad quiero especialmente recorrer algunos aspectos, quizás menos conocidos, de la que creo fue su labor institucional más rica y fecunda, y de la que no podemos menos que estar profundamente agradecidos. Este camino lo haré desde el lugar de haberlo acompañado durante muchos años en la puesta a punto y en la ejecución de los objetivos institucionales que compartió y que contribuyó a enriquecer y consolidar.
Es sabido que Juan fue miembro fundador de SADAF. Pero no se limitó nunca a la mera figuración como socio sino que, por el contrario, acompañó, promovió, patrocinó y dirigió, los proyectos institucionales con un profundo compromiso puesto de manifiesto a lo largo de los cuarenta años de existencia de esta sociedad. En reiteradas ocasiones justificó su conducta institucional en una frase que resume este compromiso: "yo a SADAF le debo mucho". Desde la fundación de SADAF desempeñó los más variados roles. Rememoremos algunos de ellos.
Fue integrante de la comisión directiva -como vocal y vicepresidente- hasta ser su presidente (1986-1989 y 1999-2002). Las gestiones que realizó durante ambos períodos, particularmente durante el primero, tienen un carácter fundacional en sentido estricto, porque materializó lo que sabía, desde la primera hora, que era una aspiración insatisfecha: la formalización definitiva de SADAF como una asociación civil sin fines lucro. Sentía que todo lo que SADAF había hecho y todo lo que había que hacer en el futuro necesitaba ser incluido en el marco de sociedades académicas formalmente reconocidas como tales. Tenía clara conciencia de que cumplimentar este paso abría y abriría las puertas para lograr objetivos que transcendieran los límites locales, tanto hacia el interior del país como hacia el exterior. Todos los que hayan atravesado este derrotero saben que esas formalidades involucran un sinnúmero de cuestiones arduas y complejas. Juan se lo propuso y lo logró.
Durante 1982-1983 fue docente del Curso de Posgrado en Filosofía. Había acompañado este proyecto de la comisión directiva con particular entusiasmo, no sólo puesto de manifiesto en el curso de Filosofía del conocimiento y ontología que dictó, sino también en el apoyo que brindó, a los concurrentes al curso, a algunos de los cuales dirigió en su trabajo final de maestría o monográfico, según el caso. La experiencia exitosa de esa maestría lo llenó de satisfacción.
A fines de la década del ´70 la comisión directiva se propuso editar una revista filosófica. así en 1981 nace Análisis Filosófico. Juan no sólo asistió académica y materialmente este emprendimiento, sino que se
incorporó como miembro del consejo editorial. aquí cabe subrayar su especial preocupación para que Análisis Filosófico fuera el ámbito de difusión de la producción filosófica de alta calidad, mostrando en todo momento un profundo respeto por la labor de los otros. Su agudeza como lector y su meticulosidad crítica en aquellos temas filosóficos en los que sentía que podía emitir opinión, se ponían de manifiesto en la consideración atenta y amable de todos los trabajos que se recibían.
Juan quería que SADAF fuera no sólo un lugar de docencia y diálogo formativo y crítico sino también un lugar de investigación. Promovió la adecuación física de los locales institucionales para que quien así lo quisiera pudiera tener allí un lugar de trabajo y tuviera a su disposición los medios materiales y bibliográficos que estimularan su tarea y se la facilitaran.
También sabía que el acceso a la información era primordial. Por ello patrocinó la organización de la biblioteca y la hemeroteca. En tiempos en el que la consulta de las revistas filosóficas era prácticamente inexistente en nuestro medio, ya que no se recibían en otras instituciones, se preocupó por facilitar la consulta, mediante las suscripciones de importantes revistas, y promovió convenios con otras bibliotecas -como la del instituto de investigaciones filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México-. Con la aparición de los distintos recursos electrónicos, Juan alentó su incorporación para que estuvieran disponibles a sus asociados.
Un párrafo especial merece su preocupación por crear, incrementar y fortalecer los vínculos con otras sociedades filosóficas nacionales e internacionales. Precisamente fue miembro fundador de la Asociación Filosófica Argentina (AFRA) y contribuyó a estrechar las relaciones con otras asociaciones: la Sociedad interamericana de filosofía (SIF) y la Sociedad Española de Filosofía Analítica (SEFA) (con la que SADAF mantiene un vínculo destacado). En reconocimiento de esta preocupación la SEFA lo nombró, en el año 2010, socio honorario.
Pero además, todas estas tareas institucionales no le impidieron, año tras año, la conducción de seminarios y grupos de lectura y la participación en actividades análogas coordinadas por sus colegas dentro de la institución, así como la planificación sistemática de los eventos académicos que han caracterizado la trayectoria de SADAF. Tampoco le impidieron desarrollar una rica y original obra filosófica que hoy un grupo de amigos con el apoyo de SADAF y de María Elisa Mitre, su compañera de toda la vida, ha recogido en un volumen de próxima aparición.
Seguramente esta apretada síntesis ha dejado afuera muchos otros aspectos que hacen al perfil institucional de Juan, pero quise limitarme
a señalar algunos hitos como una modesta muestra de mi inmenso agradecimiento por todo lo que hizo para que todos nosotros pudiéramos estar contenidos en y representados por una institución que nació, creció y maduró gracias al esfuerzo mancomunado de un grupo de filósofos al que Juan perteneció desde siempre y hasta el final, exhibiendo una conducta absolutamente desinteresada y humilde.
En varias ocasiones le manifesté mi agradecimiento ahora sólo quiero compartirlo para promover entre los más jóvenes un ejemplo de compromiso institucional.

María Cristina González

 

Si alguien tenía "talante" analítico, ese era Juan. Lo fascinaban los argumentos por encima de las teorías filosóficas o los sistemas metafísicos generales. Admiraba a Zenon de Elea, a Mc Taggart, a Berkeley, a Bradley por su aptitud argumentativa, por las tesis que los hizo inmortales aún frente al derrumbe de las visiones del mundo que aquellas tesis sostenían. Propenso al diálogo y a la discusión rigurosa de esos argumentos, "hacía filosofía", según la expresión con la que Eduardo Rabossi distinguió a aquellos con el talante de Juan de aquellos que se limitan a las exégesis o a explicar lo que otros filósofos han dicho. Fueron el sello de su actitud filosófica la actividad filosófica como análisis, la inclinación marcada por la discusión de problemas específicos, la reconstrucción en detalle de los argumentos, esclareciendo distinciones y extensiones conceptuales, proponiendo conexiones intrigantes con otros argumentos, defendiendo neutralidades o independencias inexploradas con otras tesis (veáse por ejemplo "Conceiving of someone else´s pain on the model of one´s own", publicado en Análisis Filosófico 2005) y, por fin, formulando soluciones superadoras.
Con la actitud analítica que lleva a intentar una producción auténtica y original, Juan recorrió en sus trabajos y seminarios problemas filosóficos fundamentales en el campo de la metafísica (entre ellos el problema de los universales, el principio de identidad de los indiscernibles, la causalidad), de la teoría del conocimiento (por ejemplo, el problema de la percepción, la identidad personal) y de la ética (el valor epistemológico de la democracia, la verdad moral, el significado de los principios morales, entre otros). Tal vez porque no sufría la presión de la profesión académica nos hizo disfrutar de largos años de discusión creativa y sin tiempos en seminarios dedicados al Russell de Nuestro conocimiento del mundo externo y Problemas de la Filosofía, al Moore de Algunos problemas principales de la Filosofía, al Aufbau de Carnap, a La estructura de la apariencia de Goodman, al Universals and Scientific Realism de Amstrong. Leímos tantos textos en encuentros iluminados por su sencillez y la intensidad de su pensamiento que para medir la extensión de nuestra amistad lo hacíamos "en libros" en vez de años (o más vale décadas): "nos conocemos hace más de diez libros" decíamos con orgullo.
Juan era un maestro a la hora de identificar, exponer y comentar críticamente los argumentos más importantes y originales de los filósofos, evaluar su grado de vigencia y fertilidad teórica. Inclinado a las tesis de tipo empirista, no recurría al empleo de técnicas formales o a los modos definicionales de la lógica matemática al estilo de otros filósofos analíticos, ni concebía a los problemas filosóficos como problemas eminentemente lingüísticos. Su talante analítico se expresaba en la manera como lograba enunciar con rigor las "tesis" originales de distintos autores, reconstruir sus justificaciones, identificar paradojas y evaluar maneras alternativas de salvar contraargumentos. era sumamente imaginativo a la hora de formular ejemplos hipotéticos que mostraran la plausibilidad de sus propias tesis o de concebir "posibilidades" (algunas muy extrañas por cierto) que incomodaran o pusieran en jaque a algunas teorías consagradas. recomiendo revisitar su defensa de la posibilidad de vivencias literalmente compartidas por dos mentes, expuesta en un artículo de 1987 en coautoría con Beatriz Dorfman Lerner publicado en Análisis Filosófico, o el intercambio epistolar que mantuvo con David Armstrong publicado también en Análisis Filosófico (2003) como diálogo filosófico donde se explora el carácter autosubsistente de los universales, la relación entre las teorías ontológicas y el argumento del regreso infinito de Bradley. Ambos trabajos ilustran, además, la recurrente capacidad de Juan de traducir sus reflexiones y propuestas en figuras y gráficos sumamente creativos (y divertidos).
El tenor dialogal de sus reflexiones ha quedado plasmado en casi todos sus artículos, que indefectiblemente recogen conversaciones, comentarios, objeciones que cuestionan y reevalúan el legado no sólo de la tradición analítica sino de las contribuciones más recientes. Simpson, Kripke, Moretti, Rabossi, Sosa, Nino, Zuberbühler, Farrell, Bulygin, Malcom, Parfit, Stigol, Amstrong, Vergara o Che, entre tantos otros, son sus frecuentes interlocutores. Una vida intelectual compartida y disfrutada entre muchos se hace visible en sus textos y presentaciones. Próximamente (2013) sus trabajos, que confirman lo dicho, serán publicados por la Editorial Prometeo en un volumen Metafísica, Ética y Conocimiento cuyos compiladores son Thomas Moro Simpson, Nora Stigol e Iñaqui Zuberbühler.
Tenemos infinidad de cosas que agradecerle. Sabemos que gran parte de lo que ha pasado en SADAF lo fue a través suyo, gracias a un Juan Larreta que, no obstante, nunca nos hizo sentir en deuda. Hoy que su ausencia nos deja sin palabras, por encima de todo deseamos agradecerle su amistad, la intensidad de su compromiso para con las personas y con nuestra/su institución. Una amistad que siempre nos ha hecho -y aún nos hace- sentir especiales y afortunados.
Alguna vez hablando de gente querida cuya ausencia nos pesaba, Juan cortó las expresiones de tristeza con una lapidaria frase bíblica. Dijo:"Que los muertos entierren a los muertos, nosotros sigamos...". No le gustaba el énfasis y menos en las despedidas. y así nos dejó, sin énfasis, con dulzura, con alegría, instando a que solos sigamos pensado en sus qualia, en sus raros experimentos mentales, en sus estrambóticas"posibilidades" imposibles y a que no dejemos de pensar en SADAF, condensación de tantos proyectos y esfuerzos compartidos. nos deja con la memoria imborrable de la generosidad de su sonrisa y con la gracia de su honda amistad.

Cecilia Hidalgo