Abstract
Sin duda, el ser humano es una especie curiosa en su doble sentido de "digna de interés" y en cuanto incansablemente "husmeadora". Este carácter buscador le ha permitido ir pergeñando un edificio científico-filosófico complejísimo -dificultad que redunda en mayor fragilidad- basado en verdades ora encontradas, ora construidas que "exigen" a la sabiduría adentrarse en una terra ignota que se le resiste testarudamente. Este proceso en apariencia tan lineal -y del que no nos apercibimos pues en él nacemos- está atravesando por una incongruencia ya que dicho constructo que persigue verdades circunda las cuatro obviedades básicas, a saber: que el ser hmano nace, muere, es-con-el/lo otro y siente dolor. La sencillez de estas afirmaciones hiere nuestra soberbia cognoscitiva y no resulta extraño que carezcan de interés para determinadas ciencias de vanguardia y sean esas "migajas" que se dejan para "entretener" a las disciplinas secundarias (entre ellas, la filosofía)