Abstract
Volver nuestra atención hacia la lectura pausada y el estudio detenido de los clásicos resulta siempre enriquecedor, reconfortante, pero a la vez necesario, porque nos ayuda a tomar verdaderamente conciencia de que numerosos conceptos filosóficos y estructuras argumentativas, que son tenidas por modernas, encuentran sin embargo su fuente original en el caudal inagotable del pensamiento griego. Ello pone de mani esto el impetuoso afán humano por desentrañar el origen primero de las cosas, ya existente de forma notable, en los albores del conocimiento, en donde se puede percibir ―como la doctrina ha señalado con acierto― el tránsito del mito al logos, acaecido de manera paralela a la construcción paulatina de la filosofía como saber supremo, que toma su asiento en una racionalización de los mitos, y que tiene su causa postrera en el deslumbramiento del hombre en presencia de las cosas, y en la búsqueda incansable del por qué de los fenómenos.