Abstract
Los seres humanos somos desiguales, pero la conciencia de igualdad, acompañada por el apoyo mutuo, está siempre presente en la historia de la humanidad. La democracia griega supone el primer intento, en el ámbito europeo, de establecer un reconocimiento de la igualdad jurídica, política y económica, pero esta última nunca se exigió realmente. Desde entonces han existido reiterados intentos de conseguir el objetivo de igualdad política y justicia económica. Las Revoluciones burguesas iniciaron un largo proceso de la implantación real de la igualdad jurídica y política. Creció también la exigencia de mayor igualdad económica, con una nueva serie de revoluciones sociales y políticas importantes. Casi alcanzada esa situación en algunas partes de Europa y del resto del mundo, los cambios acaecidos a partir de 1980 muestran la fragilidad de lo conseguido: la desigualdad crece a comienzos del siglo XXI y queda claro que es esta desigualdad la causa de la pobreza. Superar ambas es una exigencia ética que requiere un serio y sostenido compromiso político