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Los tres sustantivos que componene el título del ensayo aluden a una huella griega; cada uno de ellos, a su manera, se inscribe en el ámbito de la filosofía. Es más, vinculados, reflejan lo que la filosofía encierra en sí de promesas y dramas. Paradójicamente, el dinamismo de las obras filosóficas y de las exégesis que practican los profesores universitarios es propio de un malestar. El malestar que el filósofo experimenta en relación con la vida y los otros puede declinarse según unos modelos diversos que varían desde la 

honestidad (intelectual) hacia la suficiencia o el amaneramiento (intelectual). Más allá de esos ademanes, en gran medidad reveladores de un tipo de carácter, existe, primero, una situación extra-ordinaria por lo que el hombre está confrontado a lo ordinario. El filósofo en su lugar de a-tipicidad presta una aguda atención a la soberbia manifestación (natural y social) que lo rodea. Aquella atención es constitutiva de un conocerse a sí mismo. Esta permanente escucha del pensamiento y de su propia experiencia (de uno en tanto que hombre) en relación con los otros y con el mundo es lo que debería caracterizar en esencia a la filosofía.

 

 

 

Gagin, F. (2003). OCIO, HUMANISMO Y VIDA ACADÉMICA EL ÊTHOS DEL FILÓSOFO. Praxis Filosófica, (16). https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i16.3044