Abstract
Los americanos están orgullosos de su democracia, aunque saben que está plagada de múltiples abusos, uno de los cuales tiene que ver con el dinero. Las campañas electorales consumen enormes cantidades de dinero, en rubros como la contratación de personal, el levantamiento de encuestas y la elaboración y colocación de anuncios en periódicos y en otros medios de comunicación. Durante el año de la campaña presidencial de 1996, más de 866 millones de dólares se gastaron en estos rubros 1, pero, ¿de dónde provino ese dinero?