Abstract
En conformidad con lo explicado por Jean-Jacques Rousseau a lo largo de su producción filosófica, el estado ideal de la naturaleza no sólo se define como anterior a categorizaciones lingüísticas, sino que, hasta cierto punto, ha sido romantizado por diversos críticos, abocados a presentar las ideas de dicho pensador como marcadamente alejadas de la premisas y propuestas esgrimidas por el movimiento cultural de la Ilustración. Tal estado originario de la naturaleza se presta a ser considerado como pacífico, harmónico, vacío de envidia y prelingüístico o silencioso. En semejantes circunstancias, el habitante de tal entorno natural se aproximaba al mundo directamente y sin las fisuras producidas por elucubraciones culturales, provenientes de dictámenes civilizatorios. Sin embargo, la teoría de la voluntad general, defendida por Rousseau en El contrato social, desarrolla estrategias argumentativas dirigidas a superar el aislacionismo congénito al habitante del estado de la naturaleza, intentando deconstruir la dicotomía binaria que enfrentaba a la abstracta racionalidad ilustrada con la inmediatez de la experiencia primigenia.