Abstract
El nombre de filosofía, después de haber perdido su primer significado, el de una sabiduría científica de la vida, ha llegado muy pronto a ser demandado como título de ornamentación del entendimiento en pensadores más allá de lo común, para los que la filosofía representa ahora una clase de develamiento de un misterio. Para los ascetas del desierto de Macario la filosofía era su monaquismo. El alquimista se denominaba philosophus per ignem. Las logias de los tiempos antiguos y modernos son adeptas a un misterio transmitido por tradición, del que celosamente nada han querido revelar (philosophus per initiationem.) Finalmente, los más recientes poseedores de tal misterio son aquellos que lo tienen en ellos mismos, aunque desgraciadamente no pueden enunciarlo y comunicarlo universalmente a través del lenguaje (philosophus per inspirationem. Pero si hubiera un conocimiento de lo suprasensible (que desde el punto de vista teórico solamente es un verdadero misterio), el cual es posible develar perfectamente en el entendimiento humano desde un punto de vista práctico, dicho conocimiento, al proceder de este entendimiento como una facultad del conocimiento por conceptos, permanecería sin embargo muy inferior con respecto a aquel que podría percibirse de manera inmediatapor el entendimiento como una facultad de la intuición, porque por medio del primer conocimiento, el entendimiento discursivo tiene que consagrar mucho trabajo, primero al análisis y luego a la composición de sus conceptos según principios, y escalar con dificultad muchos peldaños para hacer progresos en el conocimiento, mientras que una intuición intelectual comprendería y presentaría el objeto inmediatamente y de golpe.