Abstract

La muerte sorprendió a Arendt sin que pudiera terminar la última parte de La Vida del Espíritu, dedicada al juicio. Ello ha propiciado que, sin una posición definitiva, los interpretes de Arendt hayan dinstinguido dos fases de su teoría del juicio y hayan tratado de explicar la relación entre ambas. La primera fase estaría centrada en el actor, mientras que la segunda refleja la postura del espectador de la acción. Este artículo aborda la cuestión desde una posición fenomenológica, advirtiendo que estas dos fases revelan la tensión del giro hermenéutico de la fenomenología: o bien admitimos la posibilidad de una hermenéutica sin fin para facilitar el ejercicio político del actor, o bien, establecemos ciertos ejemplares de juicio con los que identificar la realidad política, sin poder ir más allá de lo que hemos establecido como tipología.