Abstract
El pensamiento moderno y sus sistemas urbano-arquitectónicos de un “determinismo ontológico” tenían como propósito promover contextos habitables de formas unificadas, basados en sistemas geométricos de organización de espacios y agrupación de funciones similares a través de sistemas de zonificación de funciones. La resultante ciudad moderna ignoró intencionalmente otras urbanidades y maneras subalternas de concebir espacios habitables (Bachelard, 1969: 212, 215) por contrariar el proyecto de organización económica y política que la ha sustentado. Lo que hoy en día estamos viviendo en la mayoría de las metrópolis y zonas conurbadas, por lo menos del mundo occidental, son ciudades texto que entiende la vida humana de manera cuantitativa. Privilegiando la estética formal, la espectacularidad tecnológica, y la distribución mecánica de las funciones urbanas a lo largo del territorio, el texto urbano-arquitectónico de la ciudad moderna excluye las dimensiones subjetivas, culturales, temporales, corpóreas y sensoriales de la vida urbana con consecuencias adversas para la vida de sus habitantes.