Abstract
Este trabajo examina cómo, para ocupar la tribuna vacante del filósofo-orador José Ortega y Gasset, el exiliado Eduardo Nicol elaboró el emergente problema contemporáneo de la relación entre retórica y filosofía. Esta cuestión atañe tanto al qué como al para qué de la filosofía. ¿Hay un “grado cero” retórico en el pensamiento? Y si existe, ¿es el grado óptimo, considerando la meta humana de la filosofía? Nicol respondió ambas preguntas avanzando sobre la semiótica fenomenológica de Husserl, para establecer en la comunicación humana la constitución simultánea de expresión, significación y objetividad; y renunciando a la brillantez ensayística de Ortega como paradigma de influencia cultural de la filosofía. Pero, en el primer camino, no extrajo todas las consecuencias de su expresionismo; en el segundo, hubo de admitir una norma retórica algo diferente del grado cero, ya que la humanidad estaba en peligro. El caso de Nicol, en diálogo con todas las corrientes de la filosofía contemporánea, reafirma el lugar central que en ellas viene ocupando la semiótica.