Abstract
En el primer capítulo de su libro Duchesneau aborda la cuestión de lo que es una especie, algo de difícil solución porque el de especie es un concepto de una potencia heurística inmensa y, a la vez, está lleno de agujeros que se hacen patentes en cuanto se pretende hilar fino para definirlo. Las alternativas entre la especie como grupo reproductivo -la "especie biológica"- y como secuencia evolutiva -la "especie filogenética"-, con sus respectivas precisiones internas, están bien planteadas por el autor. También lo está la más reciente "especie ecológica", de talante adaptacionista. Duchesneau no pretende argumentar en favor de uno u otro concepto, sino indicar que existen, y de su postura aséptica se deduce que, probablemente, es imposible reducir ninguno de esos conceptos al otro. Pero esa conclusión tropieza de inmediato con el asunto que aborda Duchesneau en el epígrafe siguiente de su libro: la taxonomía. Porque en algo coinciden al menos quienes emplean especies biológicas, filogenéticas y ecológicas: en darles un nombre. No es raro, pues, que la sistemática sea en estos momentos una de las disciplinas que tenga más interrogantes por resolver.