Abstract
La distinción entre “continentales” y “analíticos” en la filosofía del siglo XX no es simplemente un expediente clasificatorio, sino que tiene sus raíces históricas y su justificación en las diferencias en los planteamientos, los métodos y los contenidos respectivos, hasta el punto de que puede ser necesario mantener vivo el conflicto hasta donde haga falta si la filosofía quiere mantener sus prerrogativas ante el doble peligro de la globalización y la “culturalización”. Desde luego, no todo vale y, entre lo que vale, no todo es lo mismo. Con todo, la evolución de unos y otros, sobre todo en los últimos decenios, ha consistido en buena medida y por fortuna en dejar atrás el desdén y la exclusión mutuos para emprender la tarea de la recepción y la aproximación en la búsqueda de espacios de diálogo y de líneas de convergencia.