Abstract
El aumento considerable de la capacidad de la inteligencia artificial (IA) implica un alto consumo de recursos energéticos. La situación ambiental actual, caracterizada por la acuciante degradación de ecosistemas y la ruptura del equilibrio, exige tomar medidas en diversos ámbitos. La IA no puede quedar al margen, y aunque es empleada para objetivos de sostenibilidad, debe plantearse como sostenible en términos integrales. La propuesta de una inteligencia artificial sostenible se argumenta a partir de una evaluación ética constructiva, donde la inclusión y la participación de los grupos de interés representan dos elementos fundamentales.